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Dos siglos de la muerte del héroe granadino del Parque de Monteleón

Granada capituló pacíficamente el 27 de enero de 1810 para convertirse durante dos años en una ciudad militarizada y esquilmada en manos de generales franceses

Placa en la Alhambra que conmemora la gesta del cabo García.
D.b.f. / Granada

02 de mayo 2008 - 01:00

El cadete Juan Vázquez Afán de Ribera estaba lejos de su tierra, Granada. En esa mañana del 2 de mayo de 1808, hace doscientos años, había escuchado disparos. La presencia francesa mantenía soliviantados a los vecinos de la Villa, pero los militares tenían la orden de no intervenir. El cadete del arma de infantería, desoyendo a sus padres, salió de casa para terminar, horas después, muriendo junto a otros soldados, oficiales y sublevados defendiendo el Parque de Artillería de Monteleón. La defensa de ese parque, la primera resistencia en Madrid, que se celebra ahora en el bicentenario de la Guerra de la Independencia.

Una bala francesa acabó con el cadete de 12 años de la II compañía del III Batallón del Regimiento de Voluntarios durante el asedio al cuartel, donde resistió junto a los capitanes Luis Daoiz y Pedro Velarde. La muerte le encontró, cuentan los testimonios, defendiendo una posición avanzada ante el avance de las tropas francesas. Otros testigos de lo sucedido relatan que, habiendo salvado la vida a mujeres y niños que también participaban en la defensa de Monteleón, la bala le alcanzó mientras intentaba salvar la vida del teniente Jacinto Ruiz.

Fue el primer granadino que acaso luchó contra el ocupante francés. Y le costó la vida. Faltaban aún un par de años para que las tropas de Francia, al mando del general Horace Sebastiani, entrasen en Granada. Pero la ciudad participó de lleno en algunos de los acontecimientos que marcaron el devenir de la guerra.

Mientras tanto, aún en 1808, el 28 de marzo, es depuesto Carlos IV y ocupa su puesto Fernando VII. En Granada los festejos se suceden cuando se conoce la noticia, el 16 de abril, como relata Cristina Viñes en su libro Granada ante la invasión francesa. Pero la alegría cesará cuando Napoleón decida que su hermano José Bonaparte ocupe el trono español. Mientras tanto, se convoca la Diputación de Bayona para elaborar una constitución que José I jura el 8 de julio de 1809.

Ese año, tras constituirse la Junta de Sevilla, un mensajero de la misma llega a Granada el 29 de mayo. Poco antes, el 24 de ese mes, Murat manda al general Dupont al mando de un ejército a que se apodere de Andalucía. Así que, ante la amenaza invasora, se constituye la Junta Suprema de Gobierno de Granada.

La ciudad cuenta desde entonces con una milicia urbana al mando del coronel Francisco Antonio Cañaveral con la intención de que no se den episodios violentos, como los que ya habían terminado con la vida de algún francés o sospechoso de afrancesado. Quizás por precaución o quizás no, todos los franceses que residen en la ciudad son recluidos en la Alhambra.

Unos 30.000 voluntarios se alistan en dos semanas para luchar contra el ocupante. Sólo para la confección de los uniformes estaban empleadas unas 7.000 personas. Los voluntarios granadinos se ponen al mando de Teodoro Reding, que también contaba con tropas de línea. Y con los soldados granadinos entre sus filas, se encamina hacia Bailén, donde el general Castaños aguarda la llegada de Dupont, que ha atravesado Despeñaperros. El encuentro se produce el 19 de julio con una derrota francesa que hace que Napoleón se encolerice y mande a 250.000 soldados para acabar con la resistencia.

La victoria en Bailén se celebra en la ciudad tal y como se merece. Procesiones, cohetes, fuegos artificiales y bandas de música. El enemigo aparece, de nuevo, a lo lejos. La situación ofrece un pequeño respiro.

Con la formación de la Junta Central en Madrid con la salida de las tropas francesas comienza en Granada un nuevo reclutamiento. Otros 33.000 hombres pasan a engrosar, narra Viñes, los ejércitos de Cataluña, primero, y el del Centro, después. Pero a costa de dejar indefensa y agotada a la ciudad. Cuando la Junta Central, ante la entrada triunfal de Napoleón en Madrid, pide un nuevo esfuerzo, la ciudad no puede hacerlo. Mientras Zaragoza y Gerona caen, la Junta se muestra apática. Hasta tal punto que, con el fin de evitar una acción violenta, el 27 de enero de 1810 se le comunica al general Sebastiani, que se encuentra en Jaén, la capitulación oficial de la ciudad. La Junta desaparece y el Cabildo y el Real Acuerdo se hacen cargo.

Sebastiani llega a Granada el 28 y se instala en la mansión de los duques de Gor. Entre sus primeras medidas, interviene los fondos públicos y se ordena una contribución de cinco millones de reales en cuatro días asfixiando las arcas públicas y privadas. Viñes resalta también la instalación, durante la ocupación, del "más eficaz sistema de alumbrado público".

Se crea un cuerpo de policía y comienzan a funcionar las "juntas de criminales". Tras un decreto de supresión de órdenes religiosaslos conventos del Carmen, Gracia, Santa Cruz la Real, la Merced, la Victoria o San Basilio son convertidos en cuarteles. A mediados de febrero, todo parece bajo control. El 16 de marzo, José I visita Granada.

Pero en el entorno rural la rebelión ya había comenzado. En Guadix, Baza y la Alpujarra. La Peza resistió heroicamente ante los franceses. El alcalde de Otívar, Juan Fernández, llega a reunir una partida de 500 guerrilleros. La ciudad se militariza ante la amenaza. Sólo en la Alhambra, los franceses instalaron "un centenar de cañones". Mientras tanto, en Cádiz, comienza el proceso constituyente.

Sebastiani es obligado a abandonar Granada en junio de 1811. Su puesto lo ocupa, primero, el barón de Leval y después el mariscal Soult. La situación se hace más tensa, ya que lo primero que ordena tras su llegada es la recaudación de dos millones de reales. Mientras tanto, el ejército de Francisco Ballesteros llega a la Serranía de Ronda en agosto y en 1812 toma Málaga. El general Wellington entra en Madrid en agosto. El 15 de septiembre, Ballesteros ya está en Padul, pero Soult no va a quedarse a esperarlo. Sale de la ciudad y ordena a sus tropas que, antes de dejar Granada, destruyan todas las posiciones militares, entre ellas, la Alhambra.

Los soldados minaron las construcciones que habían levantado, las que habían hecho suyas y los palacios nazaríes. Mientras los regimientos abandonaban la ciudad, las explosiones conmocionaban al vecindario. Con multitud de edificios, los franceses consiguieron su propósito, no así con la Alhambra. Habían minado las torres y una mecha recorría el perímetro de la muralla. La Torre de la Barba cayó, al igual que parcialmente la de los Siete Suelos y la Torre del Agua y la del Cabo de la Carrera. Mientras la pólvora prendía, un cabo del Cuerpo de Inválidos, José García, se tiró al suelo y cortó la mecha. El hombre que salvó a la Alhambra tiene como recuerdo una placa de la gesta. Del 2 de mayo de 1808 al 17 de septiembre de 1812, dos granadinos, una ciudad y una guerra.

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