Aquella sonrisa del Dalai Lama en el Alhambra Palace

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Terraza del Alhambra Palace, con Granada a los pies.
Terraza del Alhambra Palace, con Granada a los pies. / Reportaje Gráfico: Antonio Luis Gálvez
Andrés Cárdenas

20 de noviembre 2016 - 02:36

Hubo un tiempo en que el hotel Alhambra Palace fue mi refugio. No porque fuera a dormir en él, pues nunca lo he hecho, sino porque iba a tomar café a su terraza o a leer los periódicos en su estupendo salón principal. Si tenía que hacer una entrevista le sugería siempre al entrevistado que la podríamos hacer en aquel lugar. Luego dejé de ir. No sé. Hay sitios que te gustan y dejas de ir y no sabes exactamente por qué. El caso es que recuerdo decenas de mañanas sentado en la terraza del hotel, oteando Granada y con mi café humeante en la mesa. Eran momentos en los que la inspiración te llegaba, por narices. Una ciudad como Granada a los pies siempre alerta a los sentidos para que se comporten de la manera más creativa posible.

En 1982 hablé allí con el Dalai Lama, que había venido a Granada para dar por inaugurado el centro que los budistas tienen en La Alpujarra. Fue una conversación corta pero la sonrisa cansada de aquel hombre que irradiaba paz, estuvo en mi memoria varios días. Igual que su voz, reposada y serena. Hablaba como si el silencio fuera una pared y las palabras unos colores destinados a embadurnarla. Le pregunté cómo se encontraba y el intérprete me tradujo que un poco cansado por el largo viaje que había tenido. A pesar de su fatiga, no paraba de sonreír. Parecía convencido de que una sonrisa es algo único en el ser humano. Por eso la practicaba siempre cuando estaba delante de alguien, aunque fuera un periodista de provincias como yo. Un periodista que ha estado en muchos hoteles, que ha visto muchos rostros y ha cubierto muchas noticias. Y que al final ha concluido que siempre es lo mismo. Años y años escribiendo las mismas idioteces. Los mismos embustes. Las mismas exageraciones. Las mismas mentiras en el mismo periódico. Aunque siempre recordará entre lo verdadero de su oficio aquella sonrisa del Dalai Lama en unos de los salones del Alhambra Palace. Nunca ha encontrado otra igual.

De eso hablé una mañana con Harry y él me dijo que no conocía el Alhambra Palace, que lo había visto muchas veces por fuera pero que nunca había entrado. Le contesté que eso se podía remediar, antes de su marcha a Limerick. Y allí fuimos el sábado pasado, un día magnífico para tomar café en la terraza del hotel.

El segundo más antiguo de España

Subiendo la Cuesta Gomérez informo al irlandés de que el hotel que vamos a ver es quizás el más emblemático de Granada. Tiene 106 años porque lo inauguró el rey Alfonso XIII en 1910. Lo mandó construir el duque de San Pedro de Galatino, un aristócrata, político, empresario, y sobre todo gran visionario de su época que supo que el futuro turístico de Granada estaba en la Alhambra y Sierra Nevada. Para su construcción, el duque hizo venir de Inglaterra al arquitecto Mr. Lowet, que realizó los planos del primer edificio con estructura de hierro que se construiría en Granada y uno de los primeros de España. Construir el hotel, con una estructura totalmente metálica, costó casi dos millones de pesetas. Tenía sala de cine y casino.

El duque de San Pedro de Galatino explotó directamente el establecimiento hasta 1931, aunque desde la prohibición del juego, decretada por el gobierno de Primo de Rivera, dejó de ser el negocio que había sido antes. El duque murió unos meses antes de comenzar la guerra civil y durante la contienda su esposa y heredera cedió a las fuerzas nacionales el establecimiento, que fue convertido en hospital de sangre. Al hotel se le pintaron enormes cruces rojas para que no fuera bombardeado. Gracias a esas cruces el establecimiento se pudo salvar de los bombardeos. En los largos y amplios pasillos del hotel se dispusieron las camas para los heridos.

Desde que terminó la guerra y hasta 1972 en que la propiedad recuperó la gestión del hotel, poco hay escrito sobre el establecimiento. Sólo que seguía siendo el preferido de artistas de cine y de reyes que llegaban a Granada.

El libro sobre el hotel

Ignacio Durán, el director comercial, nos recibe con sonrisa de Dalai Lama. Somos viejos amigos. Es, sin duda, el hombre que más sabe sobre el establecimiento. Dice que dentro de unos meses saldrá un libro con toda la historia del hotel escrita por escritores granadinos. Harry se muestra interesado y le pregunta, en inglés, por alguna anécdota que haya pasado en el hotel. Ignacio Durán echa su memoria a rodar y nos cuenta que había habido tres momentos que él considera importantes en la historia del lugar. El primero es en junio de 1922, cuando García Lorca presenta allí el mítico Concurso de Cante Jondo de 1922. El segundo momento entrañable e histórico es en 1944, durante los llamados conciertos del Corpus. Vino a tocar al Palacio Carlos V nada menos que la Filarmónica de Berlín. Pero antes de tocar se desencadenó un aguacero impresionante que obligó a los músicos y público a salir corriendo y refugiarse en el Alhambra Palace. Allí, en el salón, los músicos ofrecieron el concierto. Un tercer momento significativo es cuando allí se citaron Orson Wells y Charlton Heston, que rodaba en España El Cid. En el hotel hablaron de un proyecto que tenía el famoso director de cine: quería hacer una película sobre Lorca y que la protagonizara Heston. Así salió en el periódico, aunque luego el proyecto no se llevó a cabo.

-Este hotel sigue muy vivo a pesar de ser el segundo en activo más antiguo de España. Intentamos organizar actos culturales en los salones y gracias a Dios la ocupación no deja de subir.

Ignacio hace de cicerone y nos muestra los salones. Harry dice que le gusta ese aspecto de lujo y confort combinados con una decoración original, de hace un siglo. El irlandés se extasía viendo los artesonados de yesería, el cobre y las maderas nobles que adornan las estancias.

-Todos los salones de nuestro hotel conservan la decoración original de 1910, azulejos y yeserías de arabescos, incluso las lámparas de aceite de la época.

Ignacio nos invita a un café en la terraza. Desde allí se ve la ciudad ampliada y Sierra Nevada. No dejamos de hablar del Alhambra Palace. Dice Ignacio que a pesar de que desapareció el 'libro de oro' del hotel en el que firmaban todas las personalidades que han pasado por él, se ha conseguido hacer una amplia lista a base de la memoria de los más veteranos trabajadores del establecimiento, algunos con más de cuarenta años de servicio.

A eso de las doce damos por finalizada la visita al hotel. Al salir le confieso a Harry que siempre que entro en el Alhambra Palace recuerdo la beatífica sonrisa del Dalai Lama cuando vino a Granada en 1982. Le digo que para mí una sonrisa es una poderosa arma de comunicación y que una sonrisa sincera puede ser la expresión perfecta del amor y la compasión humana. El irlandés me mira y exclama:

-Si alguna vez no dar alguien una sonrisa, ser generoso y dar tú la tuya. Nadie tener tanta necesidad de sonrisa como aquel que no saber sonreír a los demás.

-Joder Harry, qué bonito y qué profundo.

-Frase no ser mía, ser del Dalai Lama.

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