Una gran tarde de rejoneo cierra la Feria del Corpus

Granada/Con una exitosa tarde se cerró el ciclo taurino del Corpus en Granada, en el que ha habido de todo y en el que hay varias cosas por corregir de cara a los años venideros, pero que al fin y a la postre la afición granadina ha demostrado que le gustan los toros. Así ha quedado patente con la afluencia que ha habido en la plaza.

La tarde del domingo prometía diversión y entretenimiento, y así fue. Acudió, como siempre, un publico muy distinto al de los días de corridas a pie, pero bastante apasionado por el arte del rejoneo y por los caballos.

Llegaba Diego Ventura a Granada de abrir el sábado, una vez más, la Puerta Grande de Madrid. Y dejó certificado de dos grandes faenas que hubieran conseguido trofeos máximos de no haber fallado en el rejón de muerte en su primero. Su toreo, siempre de frente, llevando la cabeza del toro bajo la cola de su caballo, citado y recogiendo al toro en una moneda de cinco duros. No puede más que poner al público de pie una y y otra vez. Realizó una exhibición de doma y toreo de todos sus caballos.

Rui Fernandes también estuvo a buen nivel. Su toreo es más de distancia que el de Puebla del Río, basando sus faenas en el dominio de sus caballos. Su veteranía y oficio son suficientes para torear con solvencia, destacando en el tercio de banderillas, clavándolas siempre en buen sitio y reunidas.

Cerraba el cartel el granadino Sebastián Fernández, que cada año demuestra a su afición el gran progreso que experimenta. Recibió a su primero, tercero de la tarde, con su caballo dentro de chiqueros, para parar al toro garrocha en mano, dejó muy parado el toro el primer rejón de castigo, y tuvo que emplearse para meterlo en la faena, que fue cuajando poco a poco. Pero su gran toro sería el que cerraba el festejo y la feria, una faena que comenzó con dudas al no ejecutar con limpieza el primer rejón, pero que fue ganando en intensidad y belleza conforme avanzaba. Su momento álgido fue al clavar cuatro banderillas cortas casi con continuidad. Mató de un rejonazo que fulminó al toro, por lo que fue premiado con dos orejas.