El tesoro de la Abadía, al descubierto
El nuevo Museo del templo del Sacromonte acerca al público la riqueza patrimonial, artística y documental que ha reunido el emblemático monasterio a lo largo de sus cuatro siglos de historia
La historia de los libros plúmbeos que se encontraron en las cuevas santas del Sacromonte, en el sitio en el que ahora se levanta la solitaria Abadía, es tan fantástica que si no la hubiesen inventado los moriscos hace cinco siglos la inventaría hoy Spielberg. Pues esas piezas únicas, los originales que llegaron al Vaticano para ser calificados por el mismísimo Papa, están expuestos desde ayer en el nuevo museo que se ha abierto en el emblemático edificio que se alza tras las siete cuestas del Monte Valparaíso.
El museo se abre con las piezas de esta increíble polémica que lo mismo que captó la atención de teólogos de la época puede hacerlo ahora de los aficionados a las novelas estilo Capitán Alatriste.
En la primera sala hay ejemplares de libros plúmbeos y sus traducciones al árabe, 21 volúmenes de plomo con los que un grupo de moriscos del siglo XVI trató de evitar su represión ideando una doctrina cristiana que mezclaba en sus orígenes el Cristianismo y el Islam. También el Pergamino de Torre Turpina, las inscripciones sepulcrales encontradas, reproducciones de sigilo de Salomón, los defensorios, y una colección única de cobres y grabados del XVII. Y, de forma destacada, la plataforma de Vico.
Pero, en sus cuatro siglos de existencia, la Abadía del Sacromonte ha recogido un amplísimo patrimonio artístico y documental, desde esculturas a pinturas, pasando por obras de orfebrería religiosa y bordados, hasta valiosísimas joyas bibliográficas que serían el delirio de muchos coleccionistas. Unas veces han llegado por encargo directo de los monjes a los mejores artistas de las escuelas granadinas, sobre todo en los siglos XVII y XVIII. En otras ocasiones entraban en los muros de la abadía como donaciones de particulares o instituciones. El caso es que la Abadía se ha hecho con un sensacional tesoro histórico, del que el gran público puede hacerse ahora una idea mucho más fidedigna.
La segunda sala está dedicada al fundador de la Abadía, Pedro de Castro, y recoge la correspondencia que mantuvo con el rey. La tercera muestra la vena más íntima y espiritual del monasterio, con vasos sagrados o un sagrario monumental. También contiene obras de autores de la talla de Risueño, Sánchez Cotán o Alonso Cano.
La última sala está dedicada a la historia cultural del templo y muestra todos los siglos de docencia, con piezas que existen en el archivo y en la biblioteca de manuscritos árabes, griegos o castellanos como el de San Juan de la Cruz, de 1548.
El nuevo museo trata de mostrar cuatro siglos de historia con un discurso nuevo y en un renovado espacio. El abad del templo, Juan Ocaña, aseguró ayer que el discurso que permitirá un conocimiento "lo más adecuado posible", para granadinos y foráneos, del relato que encierran los muros del monasterio. "No se entiende la historia de Granada si no se conoce la Abadía", indicó Ocaña.
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