Los Torres Molina, 200.000 fotografías y un cine que está haciendo historia

El abuelo de la saga llegó a crear la primera Escuela Oficial de Fotografía de España

Su hijo Juan construyó en 1960 el ya único Cine Madrigal, también conocido por los granadinos como ‘La Bombonera’ 

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Ilustración del cine Madrigal

Muchos granadinos no tienen claro quién es quién en la familia Torres Molina, que, como muchas otras sagas locales, está en el ADN de Granada, en el tuétano de su intrahistoria. Comencemos. El primer Torres Molina que tuvo renombre fue un fotógrafo llamado Manuel, nacido en 1883. Como ya tengo escrito, Manuel Torres Molina se inició en la fotografía con su tío José Torres García, de la generación de los Ayola y los Linares. Era tal su aplicación, que en 1905 consiguió la concesión de la Medalla de la Exposición de Bellas Artes, la primera de una serie de galardones que recibió a lo largo de su vida. En 1905 Manuel Torres Molina se casó con Purificación Díaz Alonso y al regresar de su viaje de novios –fueron a Toledo– inauguró su primer estudio en la Acera del Casino, el ya mítico Photo-Estudio. Sus primeros trabajos fotográficos se centraron en el retrato y en este campo hizo grandes aportaciones a la técnica, como el poner un gran espejo frontal en su cámara para que el fotografiado se viera de la manera que iba a ser inmortalizado. 

Manuel Torres Molina tenía obsesión por la fotografía. No podía concebir la mirada si no era a través del visor de una máquina fotográfica. A este hombre también se le debe que se creara en Granada la primera Escuela Oficial de Fotografía de España, al frente de la cual estuvo el fotógrafo granadino desde 1917 hasta su jubilación en 1953. En esa escuela estuvo el primer museo granadino dedicado a la fotografía. 

Manuel Torres Molina.

Pero es que, además, Manuel Torres Molina fue uno de los primeros fotógrafos de prensa en España. Primero fue reportero gráfico en el Defensor de Granada y más tarde, desde su fundación en 1932, del periódico Ideal. También publicaba en otros medios de tirada nacional como La Esfera, ABC, Blanco y Negro… Perteneció a la Asociación de la Prensa de Granada, a la Junta de Cultura Histórica, al Centro Artístico y a todas aquellas instituciones granadinas en las que tuviera que ver la vida cultural de la ciudad. Se cifra en casi 200.000 las fotografías que hizo de Granada. La retrató de todas las maneras posibles y tuvo en su objetivo a reyes como Alfonso XIII y Gustavo VI de Suecia, al torero Juan Belmonte (del que era amigo personal) y al duque San Pedro de Galatino. También fue el primero que hizo una foto aérea de Granada. Igualmente era un gran seguidor del Granada CF, cuyas primeras alineaciones fueron fotografiadas por él. Su gran llegado fotográfico aún está por descubrir. 

La época dorada del cine

Al morir se hizo cargo del estudio su hijo Juan, que incorporó a los dos apellidos del padre, también el de la madre. Así que se llamaría Juan Torres-Molina Díaz y se labraría igualmente un nombre en la historia de la fotografía de Granada. Aunque lo que a éste le gustaba era el cine. Hombre de miras altas, se le ocurrió que una sala para proyectar películas podría ser un buen negocio. Estamos en los años sesenta, en la época dorada del cine. En la capital coexistían el Aliatar, el Alhambra, el Goya, el Palacio del Cine, el Regio, el Príncipe… En esos tiempos la televisión apenas llegaba a los hogares y la única distracción que tenían las familias –sobre todo los fines de semana– se la proporcionaba la gran pantalla. Juan construye el edificio del cine en un solar de la Acera del Casino, que tendría 500 butacas (un local pequeño comparado con los otros de la competencia), forrado con láminas de madera y decorado con escayolas de sus colegas de la Escuela de Artes y Oficios, pues él era allí profesor. En el techo, para favorecer la acústica, se hicieron huecos parecidos a los que dejan los bombones al sacarlos de su casa, por lo que los granadinos bautizaron al Madrigal como La Bombonera. El arquitecto encargado del proyecto fue el omnipresente Francisco Prieto Moreno. Como curiosidad, en la entrada del local se construyó una pequeña fuente que poco después tuvo que ser desmontada porque así lo decidieron los técnicos municipales. Al acabar la obra, Juan quiso inaugurar la sala con un western de John Huston: Los que no perdonan. Pero no pudo porque la cinta estaba muy solicitada y era muy cara. Así que se inauguró con la proyección de Un trono para Cristy, de Luis César Amadori, coincidiendo aquel día con la salida de la procesión de la Virgen de las Angustias. Auspició el estreno la Asociación de la Prensa de Granada, que fue la encargada de vender las entradas. El dinero de la recaudación fue para fines benéficos. 

Juan será siempre muy creativo a la hora de hacer que la gente acudiera a su cine. Por ejemplo, durante los días que duró la proyección de Solo para sus ojos, una de James Bond, Juan hizo colocar en la entrada del cine un Citröen dos caballos, en homenaje al coche que utilizó el actor (Roger Moore) en una persecución implacable durante la película. 

Juan Torres Molina Díaz.

Juan Torres-Molina Díaz estaba casado con Ana María González Martínez, con la que tuvo tres hijos: Juan, Manuel y José. Al morir Juan en 1984, es Ana María quien toma las riendas del negocio. Sus hijos Juan y Manuel le ayudan en la tarea. Las salas de cine comienzan a sufrir los primeros reveses con la televisión y luego con el invento del magnetoscopio. En Granada se cierran en esa década de los setenta más de diez cines. La alternativa pasa por salas mucho más pequeñas y varias en un mismo edificio con distintas películas. Pero el Madrigal seguirá adelante debido al empeño de su dueña, que se resistiría a que el sueño de su esposo se lo llevara por delante la modernidad. Ana María González muere en 2018. Su hijo Manuel se marcha a China y se queda como encargado de todo su hijo Juan, que es el que actualmente dirige la empresa y el que ha luchado a brazo partido contra los reveses que han sufrido las antiguas salas de cine.  

La resistencia

La del Madrigal podría ser la historia de un cine de provincias cualquiera si no fuera porque su empeño en sobrevivir le ha permitido sortear todo tipo de crisis en un sector caracterizado por continuas transformaciones y vaivenes en lo tecnológico y lo comercial que obligan a las salas a una continua adaptación. La Bombonera ha estado dos veces a punto del cierre: con la crisis económica del 2007 y en la pandemia. Sobrevive porque ha cambiado su concepto de negocio. Se ha apartado del circuito comercial y se centra en estrenar películas para un público más cinéfilo, lo que se llama cine de autor. 

Actualmente es difícil encontrar un cine como el Madrigal en cualquier otro lugar de España. Tampoco es fácil encontrar en estos tiempos un cine de explotación privada con sala única, como es este caso. Un cine de precios económicos que se mantiene a flote con dos o tres trabajadores a jornada partida. Fue la última sala de España con el sistema de proyección exclusivamente en 35 milímetros. Su historia es una historia de supervivencia y resistencia. La realidad ahora es que el cine Madrigal depende de los granadinos. Si alguna vez lo abandonamos, seguro que lo lamentaremos. Porque está claro que los espacios que perviven de forma natural y genuina son importantes para la memoria y para la vida cotidiana de una ciudad y de sus habitantes. 

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