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Ascenso de las temperaturas en la provincia de Granada durante el fin de semana
Más de 20.000 personas acuden a la marcha en defensa del campo
Granada/"¿Servirá para algo todo esto?", se preguntaba a las cinco de la tarde uno de los siete tractoristas díscolos, provenientes de Vegas del Genil en la denominada como la ruta 2, con su vehículo rural aparcado en plena Circunvalación bajo el panel azul de la A-44 que indica a los conductores que van en dirección Jaén-Madrid y que la siguiente salida de la autovía es la de Méndez Núñez.
La pregunta formaba parte de las discusiones entre los agricultores que se debatían sobre si aceptar la propuesta de la Guardia Civil de salir escoltados por el Camino de Camaura y empezar a descongestionar el tráfico después de tres horas de piquete o si seguir con el empecinamiento del 'Nervios' y aguantar la protesta a las 18:30 horas para superar las cuatro horas de corte mientras al otro lado de la mediana una ciudad entera se las veía y las deseaba para dar un paso sin toparse con un tractor.
Al final, mientras las instituciones se pasaban la pelota, del Ayuntamiento a la Subdelegación del Gobierno y viceversa (o lo que es lo mismo de la Policía Local a la Guardia Civil y a la inversa) para finalmente no hacer nada, el pulso lo ganaron los agricultores granadinos emulando el corte de cuatro horas de sus colegas extremeños y aguantando hasta las seis y media habiendo salido en telediarios y magacines de la tarde dando el pistoletazo de salida a la 'operación retorno' más complicada que ha vivido Granada en su historia.
Una botella con muchos tapones que mantuvo a la capital y el Área Metropolitana en estado de excepción hasta bien entrada la noche por una tractorada con tintes apocalípticos para los de la urbe.
Además, la manifestación se saldó con cuatro detenidos y tres policías heridoscuatro detenidos y tres policías heridos después de un altercado en la rotonda de Neptuno entre un grupo de jornaleros y efectivos de la Policía Local. Los agricultores increparon a los agentes asegurando que habían atropellado a uno de ellos y se montó una revuelta que acabó con cuatro arrestos después de que los agentes de la Policía Local tuvieran que llamar a los compañeros de la Nacional para lograr refuerzos con la presencia de antidisturbios de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR).
El 19 de febrero de 2020 quedará marcado para la historia de la capital como el día de la manifestación del campo que puso en jaque la movilidad de una ciudad. La respuesta a la pregunta que se hacía el agricultor del principio del texto todavía no se puede valorar y tiene una connotación ideológica que la convierte en irresoluble, pero lo que está claro es que a la ciudad tardará mucho en olvidar el susto de la jornada reivindicativa mientras acontece el cruce de reproches el Ayuntamiento de Granada y la Subdelegación del Gobierno lanzándose dardos buscando el culpable sin mirarse el ombligo.
Uno de los cánticos que marcó la manifestación agraria, que recorrió a pie desde Joaquina Eguaras hasta Neptuno con triunfalismo y sin incidentes, fue el de "la ciudad se muere si el campo no produce". Aunque más acertada sería decir que la ciudad se colapsa si al campo no le va bien.
La manifestación por la protesta del campo metió en la capital a más de 20.000 agricultores venidos de todas las comarcas y prácticamente de los más de 170 pueblos de la provincia subidos en 800 tractores o a bordo de numerosos autobuses fletados por ayuntamientos además de los que hicieron 'blablacar rural' compartiendo coche para formar parte de la movilización agraria.
La psicosis generada en los días previos a la manifestación provocó que a primeras horas de la mañana muchos granadinos adelantarán la jornada laboral y ayudó a las cafeterías a hacer más caja para los padres que salieron antes para llevar a sus niños a los colegios. Pero la horda de tractores ya venía escoltada por las cinco rutas autorizadas, las trompetas de un apocalipsis que acabó sintiéndose con fuerza ya a media mañana con la manifestación y sus variantes desparramándose por la capital.
El Metro, aquel tranvía que vino a cambiar la vida de los granadinos de la capital y el Cinturón en septiembre de 2017, volvió a ganarse la confianza de los ciudadanos en un día cuyo servicio fue fundamental. Aunque el inicio de la manifestación y los cortes en los accesos a la ciudad ya provocó retrasos en el Metropolitano debido al caos de tráfico, este método de transporte acabaría salvando la papeleta para muchas personas que indefectiblemente tenían que desplazarse o que con el despiste no valoraron el desbordamiento de la protesta.
De hecho, el 90% de los autobuses urbanos estuvieron paralizados durante buena parte del día y los taxis se vieron obligados a no aceptar muchas carreras ante la imposibilidad de circular por la ciudad en muchas zonas. No obstante, la Gremial del Taxi de Granada emitió ayer un comunicado en el que celebró la reivindicación agraria y se puso del lado del campo en sus protestas a las instituciones, aunque eso sí pidiendo que no se criminalice a los taxistas cuando son ellos los que paralizan las ciudades.
La historia del colapso es la siguiente. Tras algunos conatos de corte en Camino de Ronda o en la Avenida de la Constitución, la gran jugada de muchos jornaleros fue subir por la entrada a la autovía desde Neptuno y cortar los dos carriles de la A-44. En principio, según habían acordado por la mañana con Subdelegeción solamente se cortaría un carril y por un rato, pero el campo tiene tradición de manifestarse y de piquetear y al final fueron dos los carriles cortados desde las 14:10 hasta las 18:30 en ambos sentidos de la Circunvalación creando hasta 20 kilómetros de retenciones históricas que acabaron sitiando la ciudad por todos sus 'agujeros'. La mejor recomendación, no salir de casa.
Para colmo, la Policía Local permitió a los tractores encaramarse a la autovía y subir a un territorio vedado en días normales para vehículos rurales ante la perpleja mirada de las Fuerzas de Seguridad (la Guardia Civil en concreto), que solamente plantearon la salida de escoltar a los tractoristas voluntarios y dejaron hacer al resto. Optaron por ponerse de perfil y no hacer nada hasta las seis y media cuando los tractores cumplieron la promesa y empezaron a desfilar, los 2.000 viandantes desmontaron el corte de carretera en ambos sentidos y al estilo de la Fórmula 1 dejaron andar a los coches que llevaban cuatro horas encerrados en el atasco más duro de sus vidas, excepto aquellos que consiguieron el salvoconducto de los piquetes o supieron escaparse en moto en momentos de despiste. Todo, mientras desde las instituciones se intentaba poner en clama y se resistían a que el caos se iba alarga y la primera victoria era para los agricultores.
Luego están las historias de el que el que no pudo comer con su mujer después de haber estado trabajando informando sobre la manifestación, las personas que perdieron su jornada de trabajo, los niños que nunca olvidarán las cuatro horas metidos en un coche aquel caluroso día de febrero, los mayores enfermos dentro de sus vehículos, la embarazada a la que escoltó un Guardia Civil desde la rotonda de Armilla, el pasajero de un autobús que pidió a Glovo en medio del aburrimiento aunque nunca llegó ese rider al que un guardia civil aconsejó bien que no entrara en la boca del lobo.
El epílogo a partir de las 18:30 fue el de una ciudad enjaulada, amén del Cinturón taponado, mientras los tractores seguían campando a sus anchas por el Triunfo, Gran Vía, Reyes Católicos y hasta abajo. La mejor solución era la de ir a pata o seguir la protesta del campo a través de directos como el de este periódico, ya que las consecuencias llegaron hasta bien entrada la noche porque si el campo no produce, la ciudad no come. Al menos, no lo hace en su hora habitual.
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