José Vida: Los viejos marxistas nunca mueren
pasado con presente incluido
Fue senador en la legislatura constituyente, diputado en las primeras elecciones democráticas y durante cinco años rector de la UGR
Quiso entrar en el Congreso tomado por los golpistas del 23-F
Uno de los problemas que se me plantea en estos encuentros periodísticos es cuadrar el horario de la cita. La culpa la tienen las numerosas idas y venidas al médico de las personas a las que trato de entrevistar y las mías propias. Estamos ya en esa edad en que rara es la semana que no estamos convocados por el galeno de turno. El otro día llamé a José Vida Soria y la conversación fue más o menos así:
-¿Quedamos el martes?
-No. El martes no puedo. Tengo que ir al traumatólogo. Hace poco me caí y tengo una especie de esguince.
-Pues el miércoles.
-No. Tampoco puedo. Voy al médico de cabecera y no sé cuándo voy a acabar. ¿Si quieres no podemos ver el jueves?
-El jueves no puedo yo porque precisamente tengo que ir al centro de salud para que me receten las pastillas del colesterol y de la tensión.
Así que quedamos el viernes, el único día de la semana en que no había una cita sanitaria de por medio.
Pepe Vida me recibe en su piso de los Alminares del Genil con una amplia sonrisa en su rostro y una muleta en su mano derecha. Me cuenta que se cayó hace poco y que tiene un pie fastidiado. El piso es amplio y tiene unas maravillosas vistas que incluyen Sierra Nevada y la Alhambra. Nada más sentarnos se tumba a sus pies un perro pequeño color canela. "Nos lo encontramos en Calahonda y ahora se ha hecho el dueño de la casa", dice mirando al animalillo. La mesa que a mí me sirve para tomar notas y a él para apoyar la muleta, tiene la base de cristal y como fondo una puerta antigua restaurada. Es preciosa. Me confiesa que ya apenas sale de casa y me pregunta por personas que ambos conocemos y de las que dice no saber nada de ellas: por Antonio Cambril, por Miguel Martín, por Paco Martín Morales… José Vida tiene los ojos verdes y de vez en cuando los fija en un punto de la habitación donde deben cruzarse el entendimiento y la voluntad, dado que la memoria está en ese lugar al que lo llevan sus recuerdos. Ha perdido la retentiva justa que permite una senectud que se lleva muy bien en su persona. Recuerda casi todos los nombres y los momentos más importantes de su vida y si acaso le falla algún dato, no pierde ni diez segundos en tratar de recordarlo. "Ya me acordaré", dice con cierta resignación al dar por caducado su intento evocador.
En la memoria de todos los periodistas a los que les pilló en plena faena el intento del golpe de Estado del teniente coronel Tejero, está aquel episodio que protagonizó Pepe Vida Soria al querer entrar en el Congreso tomado por los golpistas, algo calificado de insólito porque todos los que había dentro lo que querían era salir. Le pido que recuerde cómo fue aquello.
-Es que llegué tarde, cuando ya estaba tomado el Congreso. Entonces fui a un guardia civil de los que acordonaban el edificio, que no era de los golpistas, y le dije que era diputado y que quería entrar. Se quedó un poco confuso pero al final me dijo que adelante. Luego, ya dentro, otro guardia civil, este ya del grupo de los golpistas, me llevó ante Tejero al que le comenté que quería ocupar mi escaño porque deseaba estar con mis compañeros. "¿Está seguro de lo que quiere hacer?", me preguntó. "Sí, y además ya me he tomado un valium", le respondí. Por los pasillos me encontré al general Prieto, que había estado destinado en Granada, que como era un hombre tan inquieto fue por allí a ver lo que estaba pasando. Al final me senté en mi escaño y esperé el desenlace de todo aquello.
Pepe recuerda aquel episodio con la distancia que da el tiempo y no deja de sonreír mientras lo rememora. Él era diputado por el PSOE pero antes había sido senador durante la llamada legislatura constituyente. Después fue, durante cinco años, rector de la Universidad de Granada -el primero que se eligió democráticamente en España después de la dictadura- y, entre otros muchos puestos de responsabilidad, fue el presidente del Consejo de Administración del Diario de Granada, un periódico atrevido y valiente que se vio obligado a cerrar a los tres años de su nacimiento. Jurista granadino de referencia en el Derecho del Trabajo, realizó una importante labor en la redacción de la Constitución. Fue miembro electivo del Consejo de Estado desde diciembre 1990 hasta julio 2003 y en 2008 fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Granada. Parsimonioso con su sonrisa y esa serenidad tozuda que adquieren los que, como se dice, tienen todo el pescado vendido, me habla de su vida.
Director del César Carlos
José Vida nació en Granada al año de comenzar la guerra civil. Tiene, por tanto, 81 años. Su infancia fue difícil porque a los diez días de nacer murió su madre. Se crió con una tía muy católica. Puesto que su padre era de Izquierda Republicana, desde su más tierna infancia vivió el debate ideológico entre las derechas y las izquierdas dentro de su propia familia.
-Estudié en los Maristas. Y, la verdad, no recuerdo nada negativo o especial del colegio. O sea, que debió irme bien. Bueno sí, recuerdo que un día Baldomero Palomares dijo que había formado la Centuria del Gran Capitán y que yo me apunté. Ya te puedes imaginar de qué iba. Cuando llegué a casa y se lo dije a mi padre, me ordenó que fuera inmediatamente a borrarme. Cosa que hice, claro. Al terminar el bachiller me matriculé en Derecho. La verdad es que no era un estudiante de matrículas, más bien era malo. Y cuando terminé la carrera me fui a Madrid, donde estuve ocho años. Allí fui director del Colegio Mayor César Carlos, un centro donde conocí a Pío Cabanillas, Carlos Solchaga, Raúl Morodo, Inocencio Arias… Pero también pasaba por allí muchos intelectuales. Era un semillero de políticos que luego tuvieron mucho que ver en los tiempos de la Transición, de altos funcionarios de la Administración, catedráticos... Se decía que de allí salían los que se podían sentar en el banco azul de las Cortes o en el banquillo de los acusados, jajajaja.
Después de su experiencia en el César Carlos, que nació auspiciado por el Sindicato de Estudiantes Universitario, José Vida se doctora por la Universidad Complutense, con premio extraordinario, en 1962. De manera paralela se presenta a unas oposiciones, en una promoción que sería la primera de lo que posteriormente sería el cuerpo de letrados de la Seguridad Social. Ejerce durante un tiempo de secretario general técnico del Sistema Complementario de Pensiones de la Seguridad Social española (Mutualismo Laboral). Tras ampliar estudios en el extranjero obtiene por oposición, en 1970, la cátedra de Derecho del Trabajo de la Universidad de Salamanca.
-A Salamanca fui cuando estaba ya casado y teníamos una hija. Allí estuvimos cinco años y nacieron mis otros dos hijos. La verdad es que aquella fue una etapa bonita en mi vida. Era una ciudad muy armoniosa y tranquila. Teníamos mucha amistad y pasábamos muchos ratos con la familia de Francisco Tomás y Valiente, que luego sería presidente del Tribunal Constitucional y que fue asesinado por ETA. Allí estábamos bien, pero un día vi en el BOE que se había una plaza vacante de profesor de Derecho del Trabajo en Granada y nos vinimos. Eso fue en 1975.
La política
Pepe Vida me cuenta que entró en política por Raúl Morodo, que un día le preguntó si quería trabajar con CC OO, el sindicato que habían fundado Marcelino Camacho y Julián Ariza. En Madrid se relacionaba también con Pablo Castellanos, por entonces en el PSOE. Los contactos madrileños y el bagaje familiar convirtieron a Pepe Vida en un ferviente seguidor de Karl Marx dispuesto a ayudar a sacar a España del atolladero en el que estaba en el epílogo del franquismo. Me cuenta que cuando llegó a Granada había unas ciertas diferencias entre los históricos socialistas y los jóvenes, casi todos profesores de la Universidad.
-Entre los militantes jóvenes estaban María Izquierdo, Rafael Estrella, Javier Torres Vela, Manolo Pezzi, Ángel Díaz Sol… Casi todos eran penenes y yo era ya catedrático, así que había cierto recelo hacia mi condición de socialista. Pero recuerdo que luego hubo una reunión de jóvenes e históricos y el partido se hizo fuerte en Granada. Y que en el Loyola se celebró una reunión en la que me nombraron secretario general del PSOE en Granada.
José Vida adquiere un peso importante en el partido y es elegido senador en la llamada senador en la Legislatura Constituyente de España (1977-1979), durante la que formó parte de la Comisión Constitucional Mixta Congreso-Senado, encargada de dar la última versión de la Constitución española de 1978. Me confiesa que aún guarda por ahí un manuscrito de la Constitución en el que se ven los tachones y las sucesivas modificaciones que se hacían a los textos. En la primera legislatura (1979-1981) fue diputado en el Congreso. Unos días antes del famoso episodio de su entrada en el hemiciclo el 23-F, había firmado su renuncia al acta de diputado porque deseaba volver a la Universidad.
Pepe Vida No ha perdido ni un ápice la aureola de entereza moral, de personas de izquierdas a marcha martillo. Recuerda las muchas veces que se enfrentó al aparato de su partido porque consideraba que a veces traicionaba el ideario socialista.
-Cuando gané en las elecciones a rector me tuve que enfrentar a mi propio partido porque apoyaba al otro candidato, a Juan Antonio Vera. Gané solo por dos o tres votos. Fue un mandato duro porque me tuve que enfrentar a tres votos de confianza y a dos de censura. Estuve cinco años y lo dejé. Me sustituyó Pascual Rivas. Luego, cuando quise presentarme a alcalde, igualmente tuve que enfrentarme con el aparato del partido, que apoyó a Pepe Moratalla en las primarias. En fin que tuve importantes desencuentros. Recuerdo que algunos años después recibí una carta del partido en la que me decían que dado que no pagaba las cuotas me pasaban mi condición de militante a simpatizante. Yo les contesté… ¿y no puede ser de antisimpatizante?
Ejercicio de memoria
José Vida habla de todo esto sin ningún tipo de acritud. Sus palabras van revestidas por el manto de la serenidad que dan los años. Es más un ejercicio de memoria que de reproches, entre otras cosas porque sabe que ya no merece la pena procurarse un malestar interior por culpa de la política. Eso sí, es implacable cuando compara el pasado con el presente.
-Echo la vista atrás y me desanimo mucho con lo que está pasando. La política hoy día ha bajado al nivel más bajo al que puede llegar y es de una inestabilidad profundísima.
-Es verdad -le digo-. Fíjate ahora lo que ocurre. Nos están entreteniendo a todos con eso de los másteres y los doctorados y España está paralizada.
-Claro, porque se ha perdido también la finalidad del político, que debe estar al servicio de la sociedad y no la sociedad a su servicio. Yo sigo siendo muy de izquierdas, de la izquierda marxista, pero me desilusiono mucho cuando veo que ya nada de eso es posible. Antes estaban claros los guiones, el obrero luchaba contra el capitalismo y los capitalistas hacían todo lo posible por explotar al obrero. Pero hoy se han perdido los papeles. No hay explicación en las actuaciones de la sociedad. No entiendo nada de lo que ocurre.
-Sí te sirve de consuelo, yo tampoco lo entiendo, Pepe.
El último tramo de la conversación va sobre nuestras propias vidas. Me cuenta que tiene siete nietos y que, afortunadamente, nos queda la familia.
-Ha sido un buen rato de charla el que hemos echado ¿no? -me dice Pepe desde el umbral de su piso mientras espero el ascensor.
-Extraordinario, Pepe. Extraordinario.
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