Así está siendo la vuelta de los bares y los comercios en el centro de Granada: el despertar de una siesta de tres semanas

Covid-19

Movimiento desde primera hora de la mañana pero timorato ante la premura de la decisión de la Junta de reabrir la hostelería y los comercios no esenciales

Algunos locales, tanto tradicionales como franquiciados, no abrieron y muchos bares seguían cerrados ante la falta de género

Las imágenes de la vuelta a la actividad en Granada

Carmen, de la zapatería Aïta, coloca el género en una estantería
Carmen, de la zapatería Aïta, coloca el género en una estantería / Antonio L. Juárez

Granada/"¿Lo mismo de siempre, no?". Nunca se cae en el peso de una frase tan simple, rutinaria, cuando no hay quien a uno se la diga. Apenas llevaría una hora abierta una de tantas Pastelerías Bernina cuando uno de los camareros atendió a esa señora ya mayor pero que parecía clienta de costumbres fijas. Se tiene la familia, los amigos, pero también se necesita de la cercanía del desconocido, de quien para ganarse el pan ahora muestra una sonrisa a través de los ojos sobre una mascarilla. Por eso, aunque esta espera ha sido menor que la de primavera, de sólo tres semanas, Granada ha vuelto a la calle, a levantar persianas y a conjurarse para intentar compatibilizar su vida con mantener la de los demás.

Este es el reto que tiene que afrontar ahora la sociedad granadina, demacrada por los excesos cometidos en mitad de una pandemia que es como el fútbol, o la rematas o te remonta el partido, y para eso se necesita jugar en equipo. Granada ha abierto de forma parcial su esencia de bar pero sin barra, de café mañanero y tostada de aceite, tomate y si puede ser poca sal, que da hipertensión; de andar por la calle y entrar a comprar unos zapatos o mirar el regalo de Reyes de los nietos, que ya se va acercando; de reencontrarse en un momento con Paco Cuenca, Manolo Lucena, Anita de Gracia o Pedro Pablo López en la esquina del Suizo en un plazo de apenas dos minutos.

Granada está en la calle poco a poco, casi por obligación psicológica. "Entra mucha gente a mirar, pero de no se lleva nada, está como expectante, no hay de momento el movimiento que antes del cierre", cuenta Carmen, dependienta de la zapatería Aïta, una franquicia a nivel nacional que ha podido capear bien el temporal que ha arreciado en la provincia. "La incertidumbre ha sido cuándo íbamos a poder trabajar y perder el Black Friday", cuenta esta vendedora que no escapa a la situación de ERTE que pesa sobre tantas empresas de este país.

"Creo que esto es peor que cuando la guerra", dice María Dolores Mesa. Evidentemente habla de oídas pero con el conocimiento que dan tantos años de negocio familiar, Calzados Alhóndiga, en pie desde 1923 y que ya atravesó una crisis tan terrible como padecer la Guerra Civil Española. Y aquello fueron prácticamente tres años. La pandemia del Covid-19 lleva apenas ocho meses cercenando vidas. La vieja caja registradora sigue contando pesetas aunque lo que ahora cuenta son euros.

Una clienta de una cafetería del centro de Granada consulta su teléfono esta mañana
Una clienta de una cafetería del centro de Granada consulta su teléfono esta mañana / Antonio L. Juárez

Tanto María Dolores como Carmen apenas pueden hablar. No dejan de entrar clientes, uno para cada una, mientras en la puerta hay cola para entrar, muchos de ellos mayores. Les ha cogido el frío y no paran de vender, sobre todo, zapatillas de casa. Es un alivio porque ambas se han visto obligadas a hacer cuentas y y precisar de ayuda de la familia y de ir "reventando ahorros" para tirar hacia adelante. Y aunque los compradores no dejan respiro, el negocio está resentido "por la situación general". "Ten en cuenta que hay gente en paro y los que no, van con lo justo, por lo que las ventas no hacen más que caer".

Mesones no tenía nada que ver con la foto de hace días atrás. De un lunes con solo algunos estudiantes por su calle a un trasiego, no masivo, pero sí constante, como el paciente que recupera latido a latido sus constantes vitales. En la cafetería Mummo aún rumiaban la derrota de ayer del Granada contra el Celta cuando Luis Salvador les dio la bienvenida para desayunar. Ni Jorge ni José paraban. De la barra a los taburetes de la calle, con el tiempo exacto para preparar la tostada de aguacate. Durante los veinte días de cierre 'tiraron' con venta para llevar o recogida en el local, todo para ir pagando sueldos o luz, aunque ahora viene "alquiler y autónomos". Las ayudas que han solicitado no les llegan por ser sociedad limitada, aunque han encontrado otra vía para llegar a ellas. Jorge y José llaman a sus clientes por sus nombres también mientras les atienden. y no quieren dejar de hacerlo: "Prefiero estar a medio gas tres meses que abrir todo el tiempo en Navidad para que nos vuelvan a cerrar", se sincera Jorge.

El miedo a otro cierre está muy presente. Marta ha abierto esta mañana su Babashop, una tienda de ropa y complementos étnicos en San Antón, en la cual ni antes ni después del cierre se han atrevido a comprar mercancía nueva, precisamente por miedo a no poder venderla si se ven obligadas ella y sus otras dos compañeras a poner el candado a la puerta. Casi lo da por hecho: "Estamos esperando al siguiente cierre". De todas formas ir a trabajar después de tres semanas alivia algo el estado de salud mental porque "al menos haces algo", aunque admite estar "desubicada" por la prisa que se ha dado la Junta por abrir. "No hay gente y muchos comercios siguen cerrados. Es normal que haya incertidumbre", cuenta Marta a la vez que tampoco tiene mucha esperanza en la campaña de Navidad, ya que "no hemos tenido Black Friday y por internet la gente ya ha hecho muchas compras".

Dos trabajadores de un negocio no esencial preparan sus productos
Dos trabajadores de un negocio no esencial preparan sus productos / Antonio L. Juárez

La apertura tan rápida de la actividad ha cogido a muchos con el pie cambiado, incluidas a las grandes marcas. Zara, por ejemplo, pese a haber mantenido cierta actividad con las puertas cerradas, no ha abierto su tienda de Recogidas. Sin embargo, Lefties tenía a varias clientas muy activas toqueteando ropa en su interior. Pilar acaba de salir con una bolsa contenta por "apoyar al comercio y ayudar a los trabajadores que están en EREs y ERTEs", y una manera de expresarlo es comprar cerca de casa y no hacerlo por internet. Los granadinos han salido pronto, desde primera hora, y eso se ha notado. Se escucha en la puerta del encargado de un parking y en palabras de María del Mar, que desde Churriana vino a Granada incluso en los días del cierre porque podían abrir su tienda de electrodomésticos en Alhamar. "Había más coches en la autovía", dice. Sale al quite su hija María, que vio "llenas" todas las cafeterías con las que se había cruzado caminando desde el Zaidín.

Belén no tuvo la suerte de poder abrir durante este último cierre. También el anuncio de Juanma Moreno la cogió ayer desprevenida, tanto que los tomates con los que ha preparado las primeras tostadas del día para sus clientes del Belle Époque se los llevó de su propia casa. Pero al menos puede abrir para "ir cubriendo gastos", aunque sea con un aforo "al 50%". "¿No era del 30%?". "No lo sé ya, tengo un lío muy grande con eso y como cada semana lo cambiaban...", dice mientras sirve dos cafés a un grupo de obreros. "Todo irá bien, hay que ser positivos", se despide.

Las tazas sobre la porcelana resuenan al quedarse vacías, las cucharillas golpeando los fregaderos, el rumor de la ciudad es otro. Granada vuelve a ser algo parecido a Granada. Poco a poco para que nunca más a este virus se le ocurra robar las mañanas ni las tardes. Las noches serán otra cosa.

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