Fernández, el adiós al mito y la leyenda
Obituario
El defensa paraguayo, uno de los fichajes más rentables de la historia del Granada, murió este sábado a los 74 años de edad siendo el jugador que más veces ha vestido la rojiblanca en Primera
Granada/Si en el fútbol existe la justicia poética, uno de sus versos se escribió en Los Cármenes la tarde del 16 de abril de 1972. Aquel día visitaba el estadio granadino el Real Madrid.
Habían pasado cuatro meses y cuatro días desde la visita del Granada al Bernabéu, en la primera vuelta, cuando Fernández salió expulsado en medio de una trifulca de la que había sido víctima y, sin embargo, fue tratado como verdugo por esas paradojas del mundo arbitral a las que están expuestos los equipos de clase media cuando visitan los campos de la aristocracia española del fútbol.
Así, en la tarde abrileña del partido de la segunda vuelta y al cuarto de hora de rodar el balón, Fernández agarró en el balcón del área un pepinazo que se coló por la escuadra de García Remón. Fernández, que no era goleador pero a quien el destino reservó la gloria de una tarde gloriosa en la mejor historia del Granada CF.
Granada y el Granada CF están de luto desde este sábado por uno de los jugadores que más pundonor derrochó durante las nueve temporadas que vistió los colores del club, Fernández.
Pedro Fernández Cantero, que ha muerto este día 21 de noviembre a los 74 años de edad, víctima de un rápido proceso de deterioro de la enfermedad senil que le aquejaba en los últimos meses, agravada por una dolencia cardiaca de la que trataba de recuperarse con la fuerza vital que expresó en Los Cármenes durante su etapa de futbolista rojiblanco, entre 1969 y 1978.
Fernández, nacido en Concepción (Paraguay) el 29 de abril de 1946, representa una de las más rentables operaciones en la historia del Granada CF por el rendimiento que ofreció en las temporadas que perteneció al club, un futbolista volcado con la camiseta que defendía mediante un ímpetu y entrega contagiosos al resto del equipo.
Un central avasallador
Jugador de entusiasmo y fuerza, de él hizo Manolo Ibáñez una definición ingeniosa: “Pesa 80 kilos y cuando se arranca parece que se te viniera encima un miura”. Su sentido avasallador de la entrada al contrario rozaba la territorialidad del Reglamento hasta convertirse en disuasorio para quien pensase en repetir el avance sobre el área rojiblanca.
A España había llegado Fernández como uno de tantos oriundos en los años en que el fichaje de extranjeros estaba vedado oficialmente. Por ese resquicio entró muy joven, en 1967, el paraguayo al FC Barcelona.
Pese a que los azulgrana contaban con un entrenador muy conservador, Salvador Artigas, Fernández pasó en blanco su primera temporada. No así la segunda, en que fue alineado como marcaje del delantero más peligroso, siempre lejos del Camp Nou.
No lograba hacerse un sitio en el once titular cuando surgió el interés del Granada. Fernández entró en Los Cármenes como compensación por el traspaso de Ramoní y como rojiblanco creció en madurez y sabiduría futbolística: con gran capacidad de recuperación, buen salto, cintura elástica para revolverse y sapiencia para anticipar la posición.
En Granada le aguardaba la papeleta de suplir con garantías a Barrachina, traspasado ese verano al Valencia. Y a la vista está que cumplió con creces la tarea y en un balance con perspectiva histórica el Granada sale ganador: Ramoní, a disgusto durante la temporada que estuvo en Granada, pasó por el Barcelona sin huella y sus partidos como barcelonista -despedido una temporada antes de cumplir contrato- se cuentan con los dedos de una mano, mientras Fernández redondeó una elocuente hoja de servicios, con 220 partidos con la camiseta granadina.
Del Barcelona al Granada
Con Barrenechea o con Pazos compuso el primer tándem central en la zaga rojiblanca. Todo se enrareció a partir de la tercera temporada, cuando al Granada se incorporó el argentino Aguirre Suárez, bandera en la leyenda del Estudiantes de la Plata, expresión balompédica de que el fin justifica los medios.
Aquellos eran unos tiempos de pierna dura en una liga dura que presentaba equipos con futbolistas duros que se desenvolvían en campos duros. Con Aguirre Suárez el Granada elevó el diapasón.
Fernández formaba parte de aquel elenco y la sombra de la dureza le acompaña más de 40 años después de su retirada y probablemente se proyectará todavía por bastante tiempo más. Pero la medida de sus entradas no estaba mucho más arriba que las del resto de las defensas que por aquellos tiempos circulaban en las pasarelas de la Liga años 70.
Solo que... por el camino de Fernández se cruzó Amancio. Y como todo lo que rodea al madridismo, la lesión que le produjo al astro merengue se instaló para siempre en el inconsciente colectivo de la afición futbolística española.
Todo, sin embargo, comenzó con Fernández como víctima, la tarde de diciembre de 1971 en que el rojiblanco fue pateado y pisoteado en el césped del Bernabéu por Amancio y otros madridistas en un partido epítome de la violencia y leyenda que se había apoderado del Granada.
La sombra eterna de Amancio
A Fernández, por paradoja, lo expulsaron para compensar la roja que vio Amancio y que el rojiblanco no vio porque el árbitro se la mostró cuando era trasladado en camilla sin conocimiento a causa de los golpes recibidos en la tangana que se formó tras ser agredido sin balón.
Aunque Fernández y Amancio se volvieron a encontrar en el Bernabéu a la temporada siguiente sin incidencias ni incidentes, a Los Cármenes el astro gallego no venía. Temía lo que podría pasar y pasó el 8 junio de 1974, cuando el Madrid, acuciado por la urgencia de ganar la Copa para competir en Europa, no pudo prescindir de su delantero estrella.
Minuto catorce en todos los relojes de Los Cármenes. Amancio dio pelota larga cuando intentó escabullirse de Falito y por detrás apareció Fernández. Amancio lo vio venir, se encogió y probablemente agravó las consecuencias de la embestida.
A Fernández le cayeron quince partidos de sanción y el Granada quiso traspasarlo a Francia, pero la afición lo defendió ante el presidente Candi, que decidió mantenerlo. Amancio volvió a jugar antes que Fernández, que todavía continuó cuatro temporadas más en la plantilla. Hasta su adiós definitivo al fútbol al finalizar la temporada 77-78.
Desde entonces, fue un granadino más, enamorado de la ciudad donde decidió quedarse a vivir, rodeado de amigos y conocidos, hasta su fallecimiento, que le lleva hasta el olimpo de los mitos rojiblancos donde desde este sábado reposa. Descanse en paz.
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