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Historia a golpe de regates y ascensos

Ighalo, que hoy puede debutar en un Mundial, marcó los goles que llevaron al Granada a Segunda y a Primera

Odion Ighalo corre con el balón tras marcar un gol con su selección en un partido amistoso reciente. / @ighalojude
Juan José Medina

16 de junio 2018 - 02:35

Granada/Apenas tenía 20 años recién cumplidos cuando, en una agradable tarde de mediados de octubre, llegó a Granada el jugador más importante de los últimos 40 años en el club. Odion Jude Ighalo aterrizó en Chauchina y se fue directo a entrenar con su nuevo equipo, un Granada que estaba en los albores de un viaje que muchos eran incapaces de saber que les iba a llevar a donde siempre habían soñado. Y que el futbolista que iba a sellar el pasaporte a la élite era aquel nigeriano que seguramente nunca supo de la existencia del Granada hasta que Gino Pozzo le dijo que se viniera para acá.

Odion Ighalo tiene poca presentación. Seguirá sin hacerle falta, por lo menos, en los siguientes 40 años. "¿Dónde estabais cuando marcó el gol contra el Alcorcón? ¿Y el de Elche?" Preguntas que siempre se hacen los granadinistas que tiran de nostalgia. El delantero de Lagos fue un consumado goleador, eso sí, con sus rachas mejores y peores, pero estuvo tres veces donde debía estar un '9' cuando se le precisa: en dos ascensos y una permanencia.

Nada más aterrizar en Granada se lo llevaron a entrenar... A los campos de Antonio Sánchez22 goles en año y medio en China le han servido para ser convocado a su primer Mundial

El primero, para subir a Segunda B. El Granada había quedado campeón y el proyecto de Pozzo y Pina tenía su primer asalto ante un Alcorcón que meses antes le había metido un 4-0 al Real Madrid en la Copa del Rey. El partido iba mal. Los amarillos estaban siendo mejores y a veinte minutos del final estaban volcados sobre la meta de José Juan. Fue ahí cuando el equipo recuperó la pelota e inició una contra centelleante de Dani Benítez, quien centró para Ighalo. Sólo tenía que empalmar el balón para meterlo. Pero no. Se paró, recortó a un defensa y la puso al palo más alejado en una acción de tres segundos que parecieron centurias. Aquel gol desarboló al rival. Luego Amaya hizo el segundo. El 1-0 de la vuelta para los alfareros fue insuficiente. El gol que lo empezó todo.

Volvió a Udinese con la intención de quedarse y triunfar, pero este lo cedió al Cesena, un Primera italiano que le dio poco bombo. En invierno regresó a Granada para volver a ser feliz y hacerle granadinista para los restos. Hizo el gol que todos anhelaron ver alguna vez: el del ascenso a Primera. 35 años de sequía que se acabaron en Elche. Un calor sofocante aquel junio de 2011. Un estadio hostil que elevó la temperatura. Y un nigeriano, nacido cerca del trópico, en cuyas venas circulaba líquido anticongelante. Un año después se repetían los protagonistas. Pérdida ilicitana, pared con Benítez que se la devuelve al espacio a Ighalo para que se plante solo ante Jaime, que abandona su arco entre alarmas de emergencia. Odion le supera con un toque. Solo hacía falta dirigirla a una meta vacía. Pero de nuevo, entre la temeridad y la seguridad de una estrella, decidió avanzar hacia la portería. Cinco segundos, 50 años parecieron. La defensa del Elche estaba llegando casi a su línea de gol cuando al fin decidió meterla, casi sin ángulo. 0-1. El rival tenía que meter dos y quedaba más de una hora de partido. Solo metieron uno. El Granada estaba en Primera. Ighalo, otra vez.

También marcó un gol clave en Anoeta para firmar el 1-1 que prácticamente dejaba al equipo en Primera División en 2014. Fue el último que marcó con la rojiblanca en su peor año en el club que le lanzó al estrellato. Pudo hacer otro en el partido definitivo en Valladolid, pero Jaime, el mismo de Elche, se lo evitó, empujando al Granada a dos minutos más de sufrimiento.

Su carrera posterior le llevó a ser figura en la Premier League, a donde Gino Pozzo se lo llevó para hacer grande a su Watford. Descapitalizaba al Granada para engordar a la gallina de los huevos de oro que es tener un equipo inglés. 33 goles en tres temporadas, la mayoría concentrados en la primera, y otro gol para la historia de un club: el que deshizo el 1-1 contra el Arsenal y que llevó a los Hornets por primera vez en nueve años a las semifinales de la Copa de Inglaterra.

Su último viaje le llevó en enero de 2017 al económicamente emergente fútbol chino. 20 millones de euros pagó el Changchun Yàtài por el nigeriano para llevarlo a un fútbol que le queda pequeño. En un año ha marcado 22 goles, una cantidad tan grande imposible de ignorar para un seleccionador. Por eso Gernot Rohr se lo ha llevado a Rusia.

Nueve años más tarde, aquel chico atlético, habilidoso y tímido que se presentó en los campos de Antonio Sánchez una tarde cualquiera del otoño de la vega granadina, jugará un Mundial de fútbol. ¿Marcará otro gol para la leyenda?

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