Crónica de un despido anunciado

Granada CF

La estancia de Guille Abascal en el Nuevo Los Cármenes, una de las más breves de la historia reciente de la entidad y de la que otros también deberían ser responsables

Rueda de prensa de Guille Abascal
Rueda de prensa de Guille Abascal / Photographerssports

En el fútbol de hoy en día, la paciencia se agota pronto y como se suele decir, lo que mal empieza, mal acaba. Si ya el día de su llegada cogieron vuelo rumores, dudas e incertidumbre sobre si la inexperiencia en la élite iba a ser un factor de peso, el fulminante despido de Guillermo Abascal tras el empate contra el Málaga (la gota que colmó un vaso que ha tardado poco en llenarse) termina de certificar que para experimentos está el 'Quimicefa', no el fútbol. Y mucho menos la Segunda División.

Es justo, y cierto, admitir que al técnico sevillano no le ha salido bien casi nada, y su modelo de trabajo o idea de juego no han calado en la idiosincrasia del Granada, aunque tampoco ha tenido demasiado tiempo para hacerlo. En la pretemporada, los empates ante Orlando Pirates, Al-Wehda en el Trofeo de Granada (solo maquillado por los penaltis y la parada de Fran Árbol), o que la única victoria fuera un 1-0 frente al Al-Nassr sin la mitad de sus estrellas, ya presagiaban lo que se confirmó anoche. Ha acabado fuera el entrenador antes de que se estableciera un modelo claro y se pudiera percibir a que jugaba este Granada.

Las ideas

No le fueron bien las primeras tres jornadas a la zaga nazarí, liderada por Insua y Miguel Rubio, siendo este último el central que ha jugado los seis partidos bajo el mando de Abascal, tanto en pareja de zagueros como en el trío. En esas tres jornadas el Albacete metió dos y el Huesca tres, siendo el Racing de Ferrol el único incapaz de perforar la portería granadinista. La fragilidad defensiva del curso pasado ha seguido presente en cierta medida (el Granada es el único que equipo que a día de hoy llega a los 10 goles encajados), y ninguna de las combinaciones de centrales que ha probado Abascal terminó de asentarse. Ni el 4-4-2, ni el 3-4-3, ni el 3-5-2 le han funcionado al técnico sevillano, flexible en algunas decisiones pero demasiado rígido en otras, siendo la portería el ejemplo más notable.

Desde su debut el curso pasado son evidentes las carencias de Marc Martínez para ser el portero titular del Granada. En tres partidos en Primera encajó once goles, pero es inútil hablar del pasado si a nadie le ha servido para cambiar, y es evidente que el Granada y sus dirigentes siguen en la misma onda. Este curso, la titularidad del meta ha sido muy debatida porque ha cometido errores que han costado goles, y especialmente puntos. El 1-1 de Antoñito es un ejemplo, y es que un tiro cruzado ese palo debe estar mejor cubierto. También ha hecho algunas buenas paradas y transmitido cierto liderazgo al equipo todo hay que decirlo, pero el balance del catalán está lejos de lo debido, muy lejos. Por otro lado, si está al 80% y el lo ve oportuno, Myrto Uzuni debe ser titular siempre en este equipo, más de 35 goles en dos años y medio le avalan. A un hombre que juega lesionado por los suyos no puede quitarle el puesto otro en dos días.

La comunicación

Otro factor de peso para este triste desenlace se ha dado en las salas de prensa. La ligera falta de autocrítica, y la poca similitud entre el discurso del sevillano y lo que cualquier aficionado (Al Granada, o al mero fútbol) podía ver tras observar el juego de los nazaríes era muy notable. La "eterna" pero invisible mejoría de la que hablaba Abascal cada partido era muy difícil de entender, excluyendo momentos puntuales de buenas combinaciones que pueden deberse también a un bajón físico del equipo rival. El problema es que a una plantilla con jugones como Gonzalo Villar, Manu Trigueros o Lucas Boyé no se le espera una mejoría del 1% cada fin de semana, se le espera un fútbol superior al resto porque para eso cobran más que el resto, por sus cualidades y lo que aportan en el verde. Y más aun después de arrastrar un escudo durante gran parte de la temporada pasada, ya se convertía en una cuestión de orgullo que parece no ser suficiente.

Si a este cóctel se le añade la sensación de "canallería" de no agachar la cabeza después de que te remonten dos equipos inferiores en tu estadio, con la afición animando como puede sin una grada que los dirija y estando ya al borde del colapso tras un año vergonzoso, al pitorro de la olla le faltaba poco para estallar. Es cierto que demasiado poco le salpica a Tognozzi y compañía, porque tienen la misma culpa o más del desastre de temporada que está cuajando "una de las mejores plantillas de la categoría". De lo que no se ha enterado el italiano que la Segunda no va de plantillas, sino de equipos.

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