El enamorado y el mapache
La colmena
Aprovechando el 1 de mayo, media cafetería estaba pensando en “hacerse un Sánchez” hasta el lunes
Primero me debatí entre el bulo y el meme. Estaba en un acto público cuando saltó la noticia y pocos se atrevían a aventurar el desenlace: qué habrá detrás, será lo de su mujer o será lo de Pegasus, tendrá ya algo atado en Europa… Era todo muy Pedro Sánchez: giro de guion, entre maquiavélico y provocador, y desconcierto hacia dentro y hacia fuera. En clave institucional, sociopolítica y de barra de bar.
¿Pero qué político tiene la capacidad de hacernos contener a todos la respiración? Admitamos que la historia de Pedro Sánchez no será una historia cualquiera; no una anodina. Cinco días después, unos lamentan que no haya dado el portazo y otros están medio enfadados: ¿hacía falta tanto? Que si a la política se llega llorado, que si todos tenemos derecho a sentirnos vulnerables...
En cuestión de horas, los mejores analistas han buceado en la historia de España, han conectado personajes y circunstancias y han ayudado a construir decenas de informaciones con todos los escenarios posibles. Al final nos hemos quedado con el más aburrido: se queda.
¿Todo para nada? Pues no. Como todavía me estremezco al pensar que mi lectura apresurada coincidió con la de la fachosfera, voy a compensar ahora sacando lecciones en positivo. En primer lugar, la del relato que ha escrito el propio protagonista: esto no es un punto y seguido sino un punto y aparte. Tenemos la obligación de afrontar, de una vez, una regeneración profunda de la esfera pública que entre de lleno en la justicia y los medios. Son poderes del Estado, no lo olvidemos, y vivimos de las rentas con unas actualizaciones sin calado que no son sino parches y secuelas del franquismo.
En segundo lugar, mientras vemos qué pasa con el “fango”, creo que no somos conscientes de lo mucho que Pedro Sánchez ha hecho por las parejas de este país. Lo que se nos ha quedado a todos en la retina de su famosa carta es que está “profundamente enamorado”. ¡No mucho ni poco! Y lo ha puesto por escrito y lo ha pregonado a los cuatro vientos. Después la gente, en este storytelling colaborativo, con ese ingenio carnavalero que sobrevuela la espuma de la ola, lo ha hecho balada, rumba, bolero y reggaeton.
Esta mañana, en la cafetería, en víspera del 1 de mayo, he oído decir a más de uno que iba a “hacerse un Sánchez” hasta el lunes. Es entonces cuando he visto al mapache. Dando vueltas infinitas al ritmo del Pedro, Pedro, Pedro de Raffaella Carrà... ¡Yo también me quedo!
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