Sahara Occidental, la piedra de toque de la política exterior marroquí

Rabat celebra el apoyo de sus principales socios a su propuesta de autonomía para la excolonia española aunque Naciones Unidas sigue oficialmente trabajando para la celebración de un referéndum imposible

El presidente español, Pedro Sánchez, saluda al rey Mohamed VI durante un encuentro el pasado febrero en Rabat.
El presidente español, Pedro Sánchez, saluda al rey Mohamed VI durante un encuentro el pasado febrero en Rabat. / Moncloa
Antonio Navarro Amuedo

17 de agosto 2024 - 07:00

Rabat/No hay causa para el Estado marroquí –ni doméstica ni exterior– más relevante que la del Sahara Occidental. Toda acción diplomática del Reino queda supeditada a la causa sacrosanta de la soberanía del territorio que fuera colonia española hasta 1976 y que Rabat controla en un 80% de su superficie. Hoy gran parte de las comunicaciones públicas del Ministerio de Exteriores marroquí son la constatación del apoyo, más o menos matizado, de distintos países de los cinco continentes a las tesis marroquíes sobre el Sahara. Una y otra vez a lo largo de los años, el rey Mohamed VI –al tiempo Jefe de Estado y líder religioso de los marroquíes– ha subrayado que el “Sahara no es negociable” porque su marroquinidad es “una verdad inmutable”. “El Sahara será marroquí hasta el final de los tiempos”, afirmó el soberano alauí en un reciente discurso.

Desde 2007, la de una “autonomía avanzada” como propuesta para poner fin al larguísimo conflicto con el Frente Polisario –que la parte reconocida por la ONU como representante del pueblo del Sahara Occidental, rechaza–, con el que Marruecos libró una guerra durante más de 15 años que costó la vida a al menos 7.000 personas. 

Y en poco más de 15 meses Marruecos celebrará el medio siglo de la Marcha Verde, epopeya fundacional del actual régimen. Previsiblemente no habrá cambios sustanciales ni en el estatus del territorio, considerado como no autónomo –pendiente de descolonización– para Naciones Unidas, ni sobre el terreno, donde se vive una calma tensa –no exenta de cruce de fuego esporádico– a pesar de que el 14 de noviembre de 2020 el Polisario diera por roto el alto el fuego vigente con Rabat desde 1991. Hace 33 años y, con el cese de las hostilidades, Naciones Unidas estableció una misión para la celebración de un referéndum de autodeterminación que ni ha tenido lugar ni Marruecos permitirá nunca. 

Estados Unidos, Francia, Israel, España y Alemania, aliados

Mientras el conflicto se acerca al medio siglo sin que las partes sean capaces de sentarse a una mesa a negociar, Marruecos puede presumir de haber logrado en los últimos cuatro años el apoyo explícito a su soberanía sobre el territorio que administra desde 1975 de sus principales socios y aliados: Estados Unidos, Francia, Israel, España y Alemania. La asertiva diplomacia marroquí fue consiguiendo desde 2020 el apoyo –en distintos grados– a la propuesta de autonomía con una estrategia similar: apertura de crisis bilaterales que se acabaron solucionando con un respaldo a la marroquinidad del Sahara. 

Todo cambió en diciembre de 2020, cuando el entonces presidente de EEUU Donald Trump anunciaba de manera sui géneris –a punto de expirar su mandato y a través de Twitter– el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental. La Casa Blanca exigió entonces a Marruecos la normalización de relaciones con Israel. En noviembre de 2021, con motivo del 46º aniversario de la Marcha Verde, Mohamed VI pedía a sus socios posturas "más atrevidas y claras" en relación al conflicto del Sahara.

Así las cosas, menos de cinco meses después, crisis diplomática mediante –Marruecos enfureció al descubrir que las autoridades españolas permitieron la acogida del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en un hospital de Logroño en la primavera de 2021–, España había sucumbido a la presión marroquí: en una carta, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, defendía la propuesta de autonomía como la “base más seria, creíble y realista” para la resolución del diferendo. Una decisión que, a pesar de romper con la tradicional neutralidad española, la antigua potencia colonial, y de que tuvo enfrente a todo el Parlamento salvo al PSOE, el Gobierno no ha explicado ni mucho menos rectificado. 

El último triunfo de la desinhibida y eficaz diplomacia marroquí se producía apenas unas semanas. El presidente francés, Emmanuel Macron –que preside un Gobierno interino–, iba más allá de Sánchez al asegurar que la propuesta autonómica de Rabat es la “única base para una solución política, justa, sostenible y negociada”. Francia, la antigua potencia colonial y socio económico clave de Marruecos, rompía su juego de equilibrios para virar en favor de Rabat y en contra de Argelia, el gran patrón del Polisario. 

Malviviendo en los campos saharauis

Entretanto, casi 175.000 personas malviven en los campamentos saharauis de Tinduf, en Argelia, la resolución, hoy por hoy imposible, del conflicto. Aunque la situación de tensión que se vive a un lado y otro del muro de defensa que atraviesa de norte a sur el territorio de la que fuera colonia española, no parece que, a día de hoy, el estado de guerra técnico entre las partes vaya a degenerar en un conflicto abierto en el futuro próximo. 

Con todo, una de las consecuencias más palpables del reforzamiento de la alianza militar entre Marruecos, Estados Unidos e Israel es la carrera militar abierta entre las dos principales potencias del Magreb. En 2023, Argelia incrementó su presupuesto militar un 130% hasta alcanzar los 22.700 millones de dólares (desde los 9.800 del ejercicio 2022). En aquel ejercicio, Marruecos hizo lo propio hasta llegar a los 12.000 millones de dólares. Ambos países han comprado en los últimos años a las principales potencias fabricantes drones, misiles anticarro, satélites espía y misiles. En agosto de 2021, Argel había roto –y hasta hoy– toda relación diplomática con Rabat empujada por el supuesto espionaje marroquí con Pegasus y la normalización de relaciones con Israel.

A pesar de los logros diplomáticos de Marruecos, sin negociación entre las partes y cada vez más olvidado por las grandes potencias, el languideciente conflicto está lejos de haberse resuelto. No en vano, en septiembre de 2021 el Tribunal General de Justicia de la UE estimó un recurso presentado por el Frente Polisario y anuló los acuerdos de pesca y comerciales firmados entre Bruselas y Rabat por incluir el Sahara Occidental. Tras el recurso del Consejo y la Comisión y transcurrido el período de gracia, el 17 de julio de 2023 el acuerdo pesquero de 2019 expiró. En marzo de 2024, la abogada de la UE dio un nuevo varapalo al acuerdo al pedir su anulación por vulnerar el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. A falta de sentencia firma, las partes han decidido suspender las negociaciones para la renovación del acuerdo.

Lo que, sin embargo, puede afirmarse sin riesgo de error es que el Sahara Occidental seguirá siendo la piedra de toque de la política exterior de Marruecos. Con la mención expresa en el reciente agradecimiento a Macron de que aguardan suculentos proyectos para ambos países, el rey Mohamed VI muestra el camino a sus socios y aliados. Casualidad o causalidad, tres días después de oficializarse el giro francés en el Sahara la empresa francesa Egis –en consorcio con la también firma gala Systra y la marroquí Novec– se hacía con el contrato de asistencia al operador ferroviario marroquí ONCF en las obras de ampliación de la línea de alta velocidad entre las ciudades de Kenitra y Marrakech por valor de unos 130 millones de euros.

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