Chavela Vargas acusa su "gran esfuerzo" en España y acaba en el hospital

La artista tenía previsto ayer volver el domingo a México, después de que los exámenes no revelaran ninguna patología "reseñable".

Chavela Vargas, en una imagen de archivo, durante un concierto en Ciudad de México en 2006.
Chavela Vargas, en una imagen de archivo, durante un concierto en Ciudad de México en 2006.

Nueve mil kilómetros en avión, una multitudinaria rueda de prensa y un recital de una hora pero, sobre todo, 93 años "entre pecho y espalda" pesaron ayer sobre Chavela Vargas, que tuvo que ingresar en un hospital madrileño para determinar "las causas" del "cansancio" que sufre. Según fuentes de su entorno, la carismática artista se encuentra "bien y consciente", pero los médicos optaron por realizarle "una revisión general" antes de que regrese a México el domingo, como tiene previsto.

Vargas pasó todo el miércoles reponiéndose del "gran esfuerzo" de su emocionante recital con Martirio y Miguel Poveda en el Teatro Real en homenaje a Federico García Lorca en el que había participado la noche anterior, lo que no evitó que ayer continuara "muy ausente", por lo que las dos enfermeras que la acompañan desde México decidieron llamar al servicio de emergencias médicas.

Aunque los facultativos no hallaron ninguna patología "reseñable", informaron las mismas fuentes, se decidió trasladar a Vargas a otro hospital para un examen en profundidad. La intérprete de La Llorona, de hablar trabajoso y con necesidad "de vez en cuando" de oxígeno, debe usar silla de ruedas desde que "una mañana" en su casa de México se levantó de la cama y los pies "no le respondían", como contaba ella misma entre risas durante el recital del martes.

En ese concierto dio muestras de una capacidad de aguante insólito, escuchando atenta y cómplice a Poveda y a Martirio, cantando sola y con ellos. Su voz fue rotunda cuando tenía que serlo, a pesar de que era patente el gran esfuerzo que tenía que hacer para pronunciar cada palabra.

María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano, su nombre real, nacida en Costa Rica en 1919, aprovechó su nueva visita a la capital española para presentar también la versión actualizada de sus memorias, tituladas Dos vidas necesito. Las verdades de Chavela. "Mi nombre es Chavela Vargas y estoy viva. Viva de tanto vivir (...) He vivido todo, todo lo tuve y nada me quedé. Voy a vivir riéndome de la vida el tiempo que me quede sobre la Tierra. Cansada pero en paz", se lee en el primer capítulo.

El libro, con anécdotas rigurosamente inciertas que contribuyen a su mito más que al rigor histórico porque cada vez que recuerda una verdad "la cambia en otra", lo escribió a medias con su amiga la periodista María Cortina en 2009 y ahora, para su edición española, a cargo del sello Montesinos, se han incorporado fotografías y dibujos. Sí cuenta Chavela -"con v y no con b, para joder", precisa- que estuvo atrapada en el infierno del alcohol durante 20 años, empujada por la desesperación que le produjo la muerte de sus grandes amigos Álvaro Carrillo (1969) y José Alfredo (1973), con cuya poesía y música la artista trató de luchar contra un dolor y una tristeza que siempre la han acompañado aunque nunca, como siempre recuerda, la han podido doblegar.

Sin embargo, "pasa" de explicar, por ejemplo, qué razón había para que su padre la "castigara" con una niñez "absurdamente desdichada" o cuál fue el secreto que le dejaron en legado Diego Rivera y Frida Kahlo, "el amor de su vida". Vargas, "yegua sin potrero", pregona que ha vivido siempre como le ha dado su "republicana gana", que ha dicho las verdades del barquero, sobria y "borracha" -porque, sostiene, "el tequila es el mejor invento del hombre"- y que nunca ha escondido su predilección por las mujeres.

La cantante está convencida de que, "igual" que su amigo José Alfredo, ella presentirá con exactitud el momento de su muerte. Ya ha dejado dicho que su deseo es que sus cenizas sean arrojadas al mar frente a la costa de Veracruz, "por la ruta de Quetzalcoatl y hasta la vereda tropical", y que su velorio sea "una gran fiesta". Aunque ella misma ve ese momento muy lejano aún: "Al paso que voy me estaré muriendo a los 105 años", dice desafiante esta mujer que el pasado martes, al cantar los versos "la barca en que me iré lleva una cruz de olvido", empujó a Poveda a un llanto sin consuelo.

stats