Let's Dance con Nile Rodgers en Sevilla
Icónica Sevilla Fest
El productor estadounidense convirtió la Plaza de España en una fiesta llena de soul, funk, pop, R&B y disco para más de 2.000 personas
Por encima de cualquier otra consideración, de lo que no cabe duda alguna es de que Icónica Sevilla Fest es un ciclo que, haciendo honor a su nombre, nos permite ver en nuestra ciudad a iconos genuinos, a gigantes infatigables con carreras musicales difíciles de asimilar por mentes que no alcancen a entender el significado de cifras tan enormes como 500 millones, que es la cantidad de discos que se han vendido en los que Nile Rodgers ha tenido una participación significativa como compositor, productor o intérprete, ya fuesen propios o para una cantidad de músicos estelares que es alucinante. A él, al frente de la actual reencarnación de su mítico grupo Chic, lo tuvimos anoche reinando sobre el escenario de la Plaza de España, a la que convirtió en una fiesta llena de R&B, disco, dance, funk, soul, pop; si tienes un catálogo de alta gama del que presumir, ¿por qué no hacerlo? Y aquí lo hizo desde que comenzó directamente con una mezcla de sensuales éxitos de Chic, fragmentos enlazados de clásicos del soul dance: Le Freak, Everybody Dance, Dance Dance Dance, I Want Your Love, para seguir de modo frenético, con himnos disco tropezándose uno tras otros sin aliento, de Diana Ross, Sister Sleedge, Madonna, Sheila & B Devotion, Sugarhill Gang, Modjo, Duran Duran, Beyoncé, Daft Punk, David Bowie, una variedad de clásicos de todas las épocas de las que Rodgers está orgulloso y puede alardear -y, de hecho, no dejó de hacerlo- de su éxito con ellos. Escuchar este repertorio era como tirar los dados con la seguridad de que saliese la suma que saliese, el resultado iba a ser celebrado por los más de 2.000 espectadores presentes, todos con una sonrisa constante, que no desapareció durante las casi dos horas que duró el concierto. Durante la entrevista que nos concedió hace unas semanas, Rodgers prometía que el concierto de Sevilla iba a ser All Killer And No Filler y lo cumplió con creces: todo fue material para matarnos de gusto, sin absolutamente nada de relleno.
En el final de ese primer tramo fue difícil discernir si la recién aparecida luna era más reticente a mostrar su brillo por salir perdiendo en comparación con el de la trompeta de Steve Jankowski o el de la voz de Kimberly Davis, o incluso de las fascinantes líneas de bajo de Jerry Barnes. Cualquiera de las cantantes o los músicos que rodeaban a Rodgers eran imposiblemente buenos, estrictos, divertidos, maravillosos. Imagínese lo que es tener los logros suficientes para incluir que has formado parte de Chic en tu CV; pues todos ellos pueden hacerlo: Audrey Martells, la otra cantante; el saxofonista Dan Moretti, el batería Ralph Rolle, los teclistas Richard Hilton y Russell Graham; todos ellos dejaron claro que anoche era el groove, el funk, la música misma, la verdadera estrella; Chic fue un conjunto en el que todos tocaron y cantaron juntos, no una excusa para que el elenco se entregase a solos largos e innecesarios, aunque por supuesto podrían haberlo hecho perfectamente y dejarnos con la mandíbula descolgada mientras lo hacían.
Voces y metales se repartieron la excelencia; si antes el brillo fue de Jankowski y Davis, ahora el saxo tenor de Moretti era la voz del alma y no podíamos evitar sentirnos conmovidos con un solo que acentuó la manera en la que Audrey Martells se transfiguró en Diana Ross para poner su voz al servicio de I’m Coming Out, que fue licuándose poco a poco en la miel de Upside Down. Quizás Rodgers no sea un guitarrista que se nos venga a la mente al pensar en los grandes killers, pero su inventiva a la hora de construir acordes de séptima menores con su Stratocaster de los 60 está al alcance de muy pocos, y cuando Barnes le relevó dando un paso al frente con su bajo entraron sin aliento en He’s the Greatest Dancer, de Sister Sleedge, para continuar, antes de que entendiésemos siquiera qué estaba pasando, en un monumental We Are Family que hizo que la multitud cambiase a otra marcha superior; rematada con una emocionante voz de góspel de Kimberly Davis que bien pudiese haber hecho volar a los cisnes que rondan por el Pabellón de Alfonso XII.
Rodgers estuvo charlando entre algunas de las canciones sobre sus logros, el reciente Grammy con Beyoncé, la innovación de hace diez años con Daft Punk, y contando algunas cosas sobre su larga vida profesional; de las más divertidas fue la historia con la que presentó el bloque de Madonna. Nos recordó cómo él quería darle el beneficio de su experiencia a la hora de abordar el segundo disco de ella, diciéndole que debían sacar Material Girl como primer single, a lo que ella le respondió con la frase equivalente que tengan allí a bésame el culo, e insistió en que había que sacar Like a Virgin. Rodgers reconoció que tras veintitantos millones de singles vendidos era ella quien tenía razón, pero que como el concierto de esta noche era suyo iban a interpretar las dos; eso sí, en el orden preferido de Madonna y solo en sus fragmentos más reconocibles, con el protagonismo en la voz de Martells, roto por los acordes de Modern Love, en la que la voz pasó a ser de Graham que, bueno, no es David Bowie -¿y quién lo es?-, pero se las apañó muy bien lanzándola desde detrás de su teclado. Siguieron irreconocibles versiones funkies, aunque muy bien recibidas, de Cuff It, de Beyoncé, y Get Lucky, de Daft Punk, enlazadas a través del bombo de Rolle; Graham le metió un poco de Vocoder y Talkvox para las partes en que suena como un robot y mientras todos estábamos ocupados cantando sobre levantar nuestras copas a las estrellas, Rodgers nos habló de cómo este disco del dúo francés cambió su vida hace diez años y le llenó de premios, como el Grammy al Album of the Year, así que todavía quiso glorificarlo con otra de las canciones que contenía, Lose Yourself to Dance, fantástica y bailable a más no poder. No tanta gloria tuvo en su momento la canción que presentó después, Spacer, una de las producciones menos conocidas de las que hizo con su colega Bernard Edwards, para la francesa Sheila & B. Devotion en 1979 -qué gran ocasión perdió para haber interpretado en España, en vez de esta, el Soldados del amor, que también la compuso él para los Olé Olé de Marta Sánchez-. Aunque Spacer es tan buena, sin embargo, como cualquiera de sus canciones más famosas y esta interpretación en directo nos sirvió para confirmar lo increíble que Rodgers es como guitarrista. Sin descanso iniciaron Soup For One, otro de los clásicos de Chic y, a estas alturas, entre el baile y el calor algunos ya nos preguntábamos si la organización estaría esta noche bien surtida de camillas y desfibriladores. A disipar la duda no ayudó en absoluto que la enlazaran, convertida la pieza en un mash-up, con unas estrofas de Lady (Hear Me Tonight), la gran canción del año 2000 de Modjo, el dúo francés de house que metió en ella un sample de la guitarra que Rodgers había tocado en el Soup For One original, y ahora lo hacía en vivo.
Volvió el recuerdo a Sister Sleedge con el atemporal Lost In Music y el paseo por la nostalgia, en forma de una multitud de fotos -ay, esas tres maravillosas con Bowie- con todos aquellos con los que Rodgers ha trabajado, que fue Thinking of You, separados por una revisión en clave funky del Notorious de Duran Duran, canción que Rodgers no solo produjo a mediados de los 80, sino en la que también participó como guitarrista, toda vez que Andy Taylor había abandonado al grupo británico. La recta final se inició con otro medley de tres canciones de Chic para mantener nuestros pies bailando, como anunciaba la primera de ellas, My Feet Keep Dancing, a la que siguieron Chic Cheer y My Forbiden Lover. Dieron en el clavo y sin espacio para respirar volvió de nuevo a sonar en primer plano el bombo de Rolle mientras él mismo, improvisando con mucho groove, nos exhortó a que fuésemos el público más funky del mundo antes de atacar el Let’s Dance de Bowie, canción en la que la suya fue la voz principal, además de servirle para animarnos a gritar y saltar. Respondíamos que sí a las preguntas que lanzaba Rodgers sobre si estábamos pasando un buen rato cuando comenzó a sonar precisamente la canción de Chic que nos decía que dejásemos atrás las preocupaciones y pasásemos buenos momentos, Good Times, en la que tras un gran duelo de guitarra y bajo Rodgers se adentró en el hip hop con el Rapper’s Delight de Sugarhill Gang que las grandes audiencias españolas descubrieron cuando se dieron cuenta de que de ahí había salido el Aserejé, transformándola de nuevo en Good Times para una floritura final. Mientras el público no cesaba de aplaudir, los músicos le daban las gracias a Sevilla desde la pantalla y a través de los besos que lanzaban desde el escenario, no queriendo abandonarlo sin terminar como empezaron, con Le Freak, ahora sí completa, en una versión extendida que convirtió a la audiencia en una masa constante de cantos, bailes, brazos agitados y más aplausos entusiastas. La maestría musical, dinámica, sin esfuerzo y la familiaridad con la obra bailable de Rodgers confeccionaron una receta potente para garantizar buenos momentos en la Plaza de España. La banda sonora que se ofreció fomentó la diversión, la alegría y la celebración de, simplemente, estar vivos.
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