El sentido de lo humano

Ayala siempre miraba hacia adelante. Su gran lección fue encontrar su lugar propio en la vida y realizar su proyecto de manera implacable, con generosidad y entrega

Manuel Ángel Vázquez Medel

04 de noviembre 2009 - 07:06

FRANCISCO Ayala se nos ha ido una clara mañana de otoño, con la misma sencillez, con la misma dignidad con la que siempre vivió… Sin viscerales miedos a la muerte que bien sabía -por propia y amarga experiencia- que forma parte de la vida. Es difícil que alguien pueda culminar su existencia con esa rara perfección que el maestro Antonio Machado -a quien tanto admiraba y sobre el que tan hermosas y sabias páginas escribió- pedía para marcharse en silencio y con discreción de la vida, ligero de equipaje. Creo que, cuando hace algo más de una semana, nos despedimos en Madrid con un entrañable abrazo, ambos sabíamos que tal vez no volveríamos a vernos de nuevo. Y esa imagen de su dignidad e integridad ante la muerte quedará grabada en mi corazón.

Ayala, que siempre partió de la consideración del ser humano concreto, de carne y hueso, inserto en el mundo a través de los sentidos, entendía que su tarea fundamental era contribuir a encontrar un sentido razonable a la vida, a la sociedad. Cuando explicaba el mensaje de sus dos grandes novelas, Muertes de perro y El fondo del vaso, decía: "El verdadero tema de esas novelas, lo que en ellas me propongo sustancialmente, es una exploración del sentido de la vida dentro de circunstancias variables". Por ello titulé mi monografía sobre su vida y su obra Francisco Ayala: el sentido y los sentidos.

De su extensa y riquísima obra narrativa y ensayística nos queda el alto ejemplo de su profunda moralidad, de un estilo único y riquísimo, de una voluntad de seguir iluminando la existencia humana en la hora presente. En una de nuestras conversaciones me decía: "Hay que contribuir a crear un nuevo proyecto desde la perspectiva de la universalidad, sin cerrarnos en nacionalismos excluyentes. En este sentido, Andalucía debe profundizar en esa dirección, porque la gran tradición de Andalucía es la universalidad. Sin embargo, la mayor parte de las ideas políticas del momento son vanas, llenas de prejuicios... se siguen creyendo cosas falsas, que no tienen contacto alguno con la realidad de los hechos sociales... para no hablar de ningún más allá, sino de lo inmediato".

Ayala siempre miraba hacia adelante, aunque sabía que ya estaba frente al muro o frente al abismo, que le quedaba muy poco tiempo. Pero aseguraba que no quería vivir en otra época, sino en el presente… Y esta es su gran lección: haber encontrado su lugar propio en la vida, realizar su proyecto de manera implacable, y hacerlo, además, con generosidad y entrega, enriqueciendo el mundo de los otros.

Ayala ha comentado en alguna ocasión el profundo impacto que le causó la lectura de la obra de Schopenhauer El mundo como voluntad y representación. Bastante alejado de las bambalinas del "gran teatro del mundo" en tanto que actor, Francisco Ayala ha dedicado una parte importante de su voluntad a exponernos, precisamente, como observador privilegiado, esos complejos escenarios de la representación social.

No encuentro mejores palabras para concluir este homenaje a la integridad ante la vida y la muerte, a la visión del mundo y de la realidad de Ayala que esta palabras que escribí hace algunos años para explicar en qué consistía el Glorioso triunfo del Príncipe Arjuna (título de uno de sus relatos esenciales): aceptar su destino; actuar con ecuanimidad; buscar un orden pacífico y justo... superar los engaños de los sentidos, la avidez de placeres, el miedo al dolor... aceptar la muerte para vivir con dignidad y reconocer que sólo es invulnerable quien ya está muerto. Pero que, tal vez, en esa total extinción, en esa nada, se alcance la felicidad prometida del nirvana. Ayala es, por encima de toda consideración, un escritor ejemplar: un clásico, un modelo digno de imitación. La aceptación de sus circunstancias vitales, la sabia distancia que adopta ante una felicidad que sabe efímera y un dolor que proclama inevitable, la capacidad de indicarnos el camino desde nuestra situación histórica hacia la radical pregunta por el Ser (y hacerlo de manera tan hermosa)... su conformidad ante la fatalidad de la muerte le han hecho ya, de alguna manera, inmortal... En ello consiste el glorioso triunfo de Francisco Ayala. Y su propia muerte rubrica y confirma la coherencia profunda entre su pensamiento y su acción, entre su vida y su obra.

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