Abril es el mes más cruel
El miércoles pasado se presentó en la Librería Babel de Granada la novela 'La herida de abril' (Traspiés), el debut en la novela del escritor italiano Vincenzo Consolo
La infancia y la adolescencia suelen dibujarse como una especie de patria común a la especie en virtud a las etapas más o menos afines que cubrimos en estos años: de manera paulatina tomamos el control del propio cuerpo, forjamos nuestro carácter, despertamos al mundo y empezamos a soñar el día en que podremos alzar el vuelo y abandonar el nido. Así es, en líneas generales, aunque nos consta que, aquí y ahora, en todas partes, desde siempre, hay personas que queman rápidamente dichas etapas y nos encontramos con niños sin niñez, adolescentes sin adolescencia, pajarillos que no tienen alas para volar ni nido que abandonar.
La herida de abril (Traspiés) nos transporta a un tiempo y un lugar que no se parecen a otros y evoca, en consecuencia, una niñez y una adolescencia forzosamente singulares, aunque nos identifiquemos con muchas de las ideas y emociones que la recorren. Estamos en Sicilia, corre el año 1948. Italia ha dejado atrás el largo invierno fascista, y una contienda de cinco años, pero algunos hablan de Mussolini como si aún estuviera vivo y siguen sin desescombrarse las ruinas que dejaron los bombardeos. Es el momento de pasar página, pero ciertas páginas son grandes y pesadas como una lápida, y sólo lograremos moverlas después de mucho empujar.
La herida de abril -que toma el título de uno versos del poeta Basilio Reale, inspirados a su vez en el incipit de La tierra baldía: "Abril es el mes más cruel"- es un relato de iniciación en el cual Vincenzo Consolo recuerda su propia adolescencia, allá en su tierra natal, en una Sicilia al mismo tiempo prosaica y legendaria, durante la posguerra.
Al hacer así, al igual que su buen amigo Leonardo Sciascia, el autor se arrogaba el compromiso de indagar en la sicilianità, esos "ser y estar" característicos de las gentes de Sicilia, así como el rol que acomete la isla en el complejo mapa político italiano.
El tapiz resultante es de una gran viveza: el protagonista habla en primera persona de casos y cosas de su tiempo, del paisaje y paisanaje de su tierra, y en el recuerdo se hilvanan las primeras transgresiones de antaño -aquellos cigarrillos fumados a escondidas-, las primeras tentaciones -que se nos antojaban de un tamaño desproporcionado porque ignorábamos que ellas no eran grandes, sino nosotros pequeños-, los primeros amores, los primeros besos, los primeros escarceos lejos de casa... La estructura es episódica, fragmentaria, como si Consolo hubiera dejado la inspiración a merced de los antojos de la memoria.
En La herida de abril nos sorprende una prosa más poética que narrativa, más atenta a los nudos fortuitos entresacados en la maraña del recuerdo que a la nítida ilación de unos hechos. El narrador, que quizás no las tiene todas consigo, reconoce: "Y esta historia que me empecino en escribir, este detenerme a penar, a recordar, ¿no es señal de idiotez, en vez de saltar con arrestos los muros que me quedan por delante?". Una pregunta que no todos los escritores se atreven a hacerse.
Hasta hoy no disponíamos de una versión en nuestro idioma de esta obra de Vincenzo Consolo, una de las voces más personales aparecidas en las letras italianas en el último cuarto del siglo XX, que alcanzó la consagración definitiva con otro hermoso título: La sonrisa del marinero desconocido (1976).
La edición de La herida de abril -su debut como novelista- se debe a la iniciativa conjunta de Miguel Ángel Cuevas, profesor de Literatura Italiana en la Universidad de Sevilla, y el sello granadino Traspiés que, de manera un tanto casual, está creando una especie de "oasis siciliano" en su catálogo: Traspiés ha publicado Cavalleria rusticana y otros cuentos sicilianos de Giovanni Verga, así como dos novelas de Luigi Pirandello, La excluida y Su marido, y en los próximos meses incorporará a su nómina otro volumen de relatos de Verga, Cuentos milaneses, y la obra póstuma de Federico De Roberto, El Imperio...
El hecho sorprende sólo a medias, pues toda editorial que se interese por la literatura italiana, deberá forzosamente fijar su atención en esta tierra de grandes escritores.
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