Albaicín: crónica de un asombro

Albaicín: crónica de un asombro
Andrea Kaiser Granada

17 de agosto 2014 - 05:00

"La piedra, el aljibe, el rumor del agua. El susurro de las fuentes en un carmen. Contemplar el libro abierto de la naturaleza desde el Mirador de San Nicolás". Miguel Carrascosa habla del Albaicín en el dialecto de los enamorados. Su fascinación sigue intacta tras décadas de idilio: rendido ante el embrujo, el alpujarreño se declara transformado por un barrio en el que afirma fundirse. "El Albaicín forja un carácter distinto", asegura. "Las pendientes y encrucijadas de este lugar producen en el ánimo impresiones distintas a las de los hombres de la llanura, que tienen una mirada más monocorde y unilateral. La mirada del Albaicín está llena de dificultades y riesgo". Su última publicación con la Universidad de Granada, El Albayzín y sus monumentos, propone un paseo por los rincones mas significativos del conjunto patrimonial del singular barrio granadino. Con la excusa del recorrido, Carrascosa repasa también los periodos históricos del Albaicín: desde los restos arqueológicos de la época romana, a los alminares y aljibes del periodo musulmán o las viviendas, conventos y palacios de la época castellano-cristiana. Todo ello con un tono sencillo y divulgativo, en el que también se reconoce la mirada de un poeta perplejo.

A sus 86 años, el entusiasmo de este humanista con sombrero blanco delata la buena salud de su romance con el barrio de los Halconeros. Él mismo apunta las coordenadas de un misterio "que comienza en los altos de San Miguel y baja, escalonado, a besar las húmedas laderas del Darro". Humanista inevitable, Carrascosa goza de reconocido prestigio en la ciudad después de décadas de lucha a favor de la cultura y la justicia social. El investigador consagró gran parte de su vida a preservar un barrio que define, alto y claro, como "el origen, la madre de Granada". El Albayzín, escrito con zeta en un guiño cómplice con una historia que no debe olvidarse, no es un barrio cualquiera, afirma, sino un barrio excepcional del mundo. A sus casas blancas y amontonadas canta también desde su poesía, al tiempo que defiende desde el Centro Unesco de Andalucía, que fundó y presidió hasta el año 2012. El papel del granadino fue decisivo en la declaración del Albaicín como Patrimonio de la Humanidad en el año 1994.

El Albayzín y sus monumentos es el último volumen de una investigación que Carrascosa comenzó hace más de una década y que cierra una colección que caracteriza el rostro del barrio en toda su riqueza. Un encuentro con el pasado que recorre el misterio de sus leyendas o la densa tradición literaria del Albaicín, "un barrio que es producto de los errores y aciertos de la historia", como afirma su autor. El libro es, así, una reconciliación con la memoria y sus espinas. Pero también con el presente.

En su ruta de miradores, rincones y plazas, Carrascosa remite a grandes tesoros ineludibles. Entre ellos distingue la plaza de San Miguel Bajo, que define como "un bello rincón granadino dotado de gracia y garbo" o la diáfana plaza Larga, corazón del barrio "donde tradicionalmente vendían los artículos más variados y los personajes más pintorescos se daban cita". Tampoco evita nombrar la multicantada plaza de San Nicolás, donde el visitante se abre, emocionado, "a una visión total del horizonte y la apoteosis de blancura de Sierra Nevada". La placeta de los Carvajales alberga especial cariño para el autor: "Es uno de los rincones más recoletos, pintorescos y desconocidos del viejo Albaicín". La singularidad de miradores como el de San Cristóbal o el de la Cruz de Quirós son especialmente destacados por Carrascosa. Según él, desde ellos es posible "alzar los ojos a la vega de Granada y vivir una realidad celestial".

El recorrido propuesto por el granadino se detiene también en la ruta de los aljibes, cuyos depósitos de lluvia albergan, según el autor, la mayoría de leyendas del Albaicín. "Cuánto escondido secreto sigue prendido en tus aguas" anota Carrascosa desde su lírica inevitable. El Aljibe del Gato, situado en la calle del mismo nombre, dio origen "a una preciosa leyenda sobre amores contrariados entre una chica de barrio y un noble de Granada". El Aljibe de Trillo, también en la calle del mismo nombre, constituye una de las encrucijadas más típicas y sugerentes del viejo Albaicín. Además, tuvo gran importancia para el abastecimiento de la población durante el siglo XIV. El Aljibe de la Vieja o el Aljibe de Polo también figuran entre los más destacados por el autor.

En su ruta por las casas moriscas, el autor destaca el valor de la casa nazarí de Zafra (que en el siglo XVI fue convertida en el Convento de Santa Catalina), que en época musulmana se halló dentro del barrio de Ajsaris y cuyas columnas y capiteles cúbicos recuerdan a los del Patio del Cuarto Dorado de la Alhambra. La casa de Yanguas es, asimismo, una auténtica reliquia arquitectónica que reúne elementos nazaríes y renacentistas. Este enclave ilustra a la perfección la clásica vivienda morisca de carácter nobiliario.

El poder evocador de Dar al-Horra, el íntimo palacio nazarí donde vivió la madre de Boabdil, figura como parada obligatoria en la ruta de palacios nazaríes. El monumento se sumará, además, a las nuevas rutas de la Alhambra a partir de octubre.

Para Miguel Carrascosa, el Albaicín es una fuente inagotable de inspiración y compromiso. A pesar de los logros conseguidos, el investigador no da por cerrada su labor y alberga aún ciertas espinas respecto al lugar que ocupa el barrio en el contexto de la ciudad. "En la conciencia del granadino está la idea de que el Albaicín es algo hermoso y atractivo", afirma, "pero el concepto de conjunto excepcional del barrio, que motivó su declaración como Patrimonio de la Humanidad, no ha calado en la ciudadanía". Carrascosa insiste en la necesidad de cuidar el conjunto monumental con un interés mayor que el que se ha desplegado hasta ahora. "Hay que restaurar, embellecer y poner a punto ruinosas viviendas, fachadas y miradores que hoy ofrecen un lamentable estado", afirma. El porvenir de este singular barrio renueva el compromiso incondicional de don Miguel, que se mantiene indómito ante la adversidad y con envidiable optimismo existencial afirma: "Yo no me canso de luchar, porque soy joven".

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