"Muchos emigran porque aquí no tienen un trabajo digno, no es un capricho juvenil"

Álex Chico | Escritor

El autor retrata en su nueva novela la traumática experiencia de su abuelo cuando marchó a Francia a finales de los 60 y la de todo un país de emigrantes

Chico presentará este martes la novela a caballo entre el ensayo, la poesía y el diario personal en Ubú Libros a las 20:00

El escritor Álex Chico (Plasencia, 1980), en una imagen de archivo. / G. J.
Isabel Vargas

27 de enero 2020 - 22:14

Granada/Álex Chico (Plasencia, 1980) llevaba 20 años rumiando las historias que le contaron sobre su abuelo, uno de los tantos españoles que emigró a finales de los 60 por necesidad. La curiosidad por conocer el pasado de Nicolás Chico Palma -el nombre de su abuelo, natural de Belicena- le empujó a escribir un nuevo libro. Los cuerpos partidos (Candaya, 2019) retrata no sólo la traumática experiencia de aquel granadino en tierra lejana, sino la de todo un país de emigrantes. El autor aprovecha para reflexionar sobre cuestiones de plena actualidad como la memoria y los dolorosos procesos migratorios que ha vivido España en su historia reciente. Acompañado de Alejandro Pedregosa, el escritor presentará la novela a caballo entre el ensayo, la poesía y el diario personal este martes a las 20:00 en Ubú Libros.

-¿Qué motivos le empujaron a escribir este libro?

-La primera razón que me empuja a escribirlo era intentar llegar a una persona que no conocí y, sin embargo, forma parte de mi vida. Hablo de mi abuelo, que murió años antes de que yo naciera. Como suele ocurrir en casi todos mis libros, esa primera narración se va bifurcando. Me di cuenta que no sólo hablaba de mi abuelo, sino de todo un país de emigrantes.

-Su abuelo representa a una generación de españoles que tuvo que emigrar para sobrevivir. ¿Queda mucho que contar sobre el exilio español?

-Creo que queda mucho por decir. La historia está hecha de historias en minúscula y que pasan desapercibidas en los manuales de historia. Parece que las ciudades se construyen como por arte de magia y se nos olvida que detrás hubo auténticos constructores: peones de obra, trabajadores de todas partes. Hace mucha más falta recordar y no olvidar quiénes son los verdaderos constructores de una ciudad. Conocemos a los que han pagado las obras, los grandes mecenas, pero se nos olvida que detrás hay muchos trabajadores de todos lados construyendo los lugares. Hace falta más historia con nombres y apellidos, aunque sean anónimos como el caso de mi abuelo.

Portada del libro 'Los cuerpos partidos' de Álex Chico. / G. H.

-Habla de algunos de los obstáculos que tuvieron que sortear: el idioma, el racismo, los prejuicios, la distancia que los separaba de sus seres queridos. ¿Qué cree que fue lo peor?

-Hay varias cosas que fueron muy traumáticas como el lenguaje. El verte imposibilitado a la hora de hablar en tu propia lengua cambia tu forma de ser. Yo tengo una tía que le pasó eso. Era una persona muy alegre y parlanchina. Cuando se marcha a Francia y pierde el idioma en el que ironizaba y hacía humor se le agria su carácter. Luego, se vieron expuesto a una forma de violencia o racismo mucho más sibilino. Y luego esa sensación de felicidad paradójica. Podían optar a más cosas porque estaban en un lugar con más posibilidades, pero no podían acceder a ello por falta de tiempo y de dinero. Esa frustración es devastadora. Sin olvidar lo terrible que es renunciar a todo durante un tiempo, incluido tu familia.

-Recuerdo algunas de las vivencias que cuenta en la novela, como la de una emigrante extremeña que, mientras paseaba por la ciudad donde vivía, en Alemania, vio cómo varias mujeres se tapaban la nariz cuando se cruzaban con ella. Esos comportamientos se siguen repitiendo hoy día.

-Sí, por desgracia sigue ocurriendo. El libro tiene una lectura donde uno ahonda y reflexiona sobre el pasado para plantearnos el presente. El aire de sospecha con el que miramos a determinados colectivos es una forma sutil de racismo. Creemos que son los que delinquen, los que bajan el nivel educativo.

-Y los que supuestamente violan según un partido que miente y se apoya en datos falsos.

-Efectivamente. Es el gran caballo de batalla o la gran excusa que utilizan muchos partidos xenófobos cuando se les olvida de dónde venimos. Esa es una de las lecturas que me planteaba en el libro. Venimos de dónde venimos. Mi familia es de un pueblo de la Vega de Granada y de Extremadura. Cómo nos trataron. Intentemos tratar a estos nuevos migrantes como no nos hubiera gustado que nos trataran hace 40, 50 o 60 años. Las cosas se están repitiendo con una similitud bastante perversa.

-¿No percibe una falta de empatía brutal respecto a estas personas?

-Si no somos capaces de recordar de donde venimos no habremos entendido nada. España es un país desmemoriado que recuerda una parte. Recordar sólo una parte hace que la otra se olvide por vergüenza, por pudor o por interés. Somos eslabones de una misma cadena. ¿Qué diferencia hay entre un emigrante de Cúllar Vega que fue al norte de Francia a otro que va desde Malí a Tarifa? Da igual. El movimiento es el mismo.

-Ahora, muchos de los españoles que marchan están cualificados. ¿No le parece lamentable que el Gobierno deje marchar a jóvenes con talento y formación?

-Sí. Encima lo revisten como si fuera una especie de capricho juvenil. "Viajan para formarse fuera", se excusan. Hay mucha gente que se va porque le da la gana, pero hay otra mucha que emigra porque no tiene un trabajo o no consigue un trabajo digno. Esto como cuando en el NO-DO (un noticiero semanal del régimen franquista) presentaban a los emigrantes españoles como si vivieran de puta madre. La gente se va porque aquí no tiene un trabajo digno o acorde con lo que ha estudiado. Es muy difícil, casi imposible, ponerle barreras al hambre. Da igual que sea en España en 2020 que en España en los 60. O en Senegal o en Malí en la actualidad. Se trata de una cuestión de ricos y pobres, del dinero que dispongas. Esa perspectiva de clase no podemos perderla de vista.

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