Almas gemelas Cuerpos contradictorios

Beauvoir y Sartre compartieron "amores contingentes", libres e intencionadamente pacíficos. Sin embargo, según la leyenda sobre la pareja, no faltaron las lágrimas

Simone de Beauvoir, según Cartier-Bresson.
Manuela De La Corte / Granada

20 de enero 2008 - 05:00

Antes de Sartre, Beauvoir había nacido Beauvoir. Su proverbial mirada era suficiente para llenar cualquier calle en una fotografía; su cuerpo de espaldas también lo era frente al espejo de un baño en 1952, fotografiada por el escritor Arthur Shay. A solas. También ella es hoy símbolo de la mujer libre, sin Sartre, por cuestiones obvias. Sin embargo, hoy es imposible hablar de ella sin hablar de él. Quizás fueran una pareja de almas gemelas y cuerpos contradictorios bajo el común denominador de la libertad. Se habían conocido en 1929 mientras preparaban un duro examen de Filosofía en la École Normale Supérieure de París .

Para la profesora de Literatura Francesa Ilda Tomas, "chocaba a la sociedad ver a esa mujer tan femenina y tan feminista siendo compañera de Sartre, con su manera de ser feo, ser raro...". Quizás por eso, siempre vivieron "bajo la aureola del escándalo", como destaca Ana María Muñoz, profesora del Instituto de Estudios de las Mujer de la Universidad de Granada.

No obstante, cada uno poseía una fuerte personalidad. "La fidelidad a sus propias ideas, su coraje femenino. Además de haber sido luchadora por la liberación de la mujer y haber defendido la importante tesis de la filósofa/o comprometida" es lo que, a juicio de Muñoz, hacía a Simone de Beauvoir diferente.

Se cumplen cien años del nacimiento de la autora del Segundo sexo y la libertad de la mujer que siempre defendió -a ultranza en esta obra principalmente- contrasta con la esclavitud a la que a veces se somete a una pareja hoy legendaria que despierta en ocasiones más entusiasmo morboso que de otro tipo. Mal vista en su momento, la revolucionaria suma sufre hoy el paso del tiempo: ni tan libre, ni tan revolucionaria o quizás demasiado. Hoy es la abanderada de la mujer libre pero, para serlo, Beauvoir tuvo que ser antes una mujer liberada. Para algunos es un ejemplo a seguir. Admirada. Para otros, ninguna santa de su devoción.

Separar, como Beauvoir y Sartre hicieron, lo intelectual de lo sentimental resulta difícil, porque a pesar de que en lo concerniente a lo primero dijeran cosas absolutas, sobre lo segundo, hubo demasiadas contradicciones. Entre ellos existió un grado de dependencia distinto al de parejas convencionales, pero la hubo. Se comprometieron a contarse el uno al otro todo cuanto sucediese en sus vidas privadas -lo que llamaron "amores contingentes"-, explica Muñoz. De este modo, "el autor de La náusea le confiaba a la autora su pasión por las jovencitas que caían entre sus brazos, y por algunas de las cuales sufrió intensamente. Simone hacía lo mismo y desvelaba a Sartre su intimidad, pero la verdad es que, en más de una ocasión, se sumergió en un mar de lágrimas. Cierto es que, también, compartieron amantes como Bianca Bienenfeld. La cuestión es que los dos vivieron bajo la aureola del escándalo".

Explica la miembro del Instituto de Estudios de la Mujer que, tras escribir este ensayo "y recibir multitud de cartas escritas por mujeres diciendo que ahora comprendían mejor sus vidas, la filósofa se dio cuenta de que hacía falta un cambio social y político, por lo que se hizo feminista". El segundo sexo, asegura la profesora, "es considerado hoy la 'Biblia del feminismo', la obra de referencia, especialmente de la corriente denominada 'feminismo de la igualdad".

Si hay una frase repetida de la filósofa es la que escribió en Segundo Sexo. "No se nace mujer, se hace". Thomas subraya la denuncia que hace Beauvoir de lo que mantiene a la mujer en una línea de inferioridad (los colores, los tópicos del casamientoý). Define lo que es la emancipación hablando de independencia económica cuando la mujer libre estaba apenas naciendo. Son casi 800 páginas en las que habla del gozo femenino, de la homosexualidad, de la vejez, del aborto, sin tabús...".

Según Muñoz, "provocó un gran escándalo en todo el abanico ideológico: la iglesia católica lo puso en el tapete, en la España de Franco y en la Unión Soviética comunista figuró en la lista de libros prohibidos; en la Alemania Oriental comunista recién pudo ser leído tras la caída del muro de Berlín".

En este sentido, Le Deuxième Sexe es un análisis político sin precedentes sobre la cuestión femenina. "Beauvoir demuestra que la inferioridad femenina no es natural, sino una construcción social, lo que Françoise Héritier considera "una primera manera de hablar de género". Ella siempre afirmó, subraya Thomas, que quería comunicar el gusto de su propia vida, de la vida a través de la suya propia". En este sentido, lo consiguió.

En sus últimos quince años de vida dijo encontrar en las mujeres del 'movimiento' una radicalidad y una exigencia de transparencia a su medida y se comprometió, entusiasta, a su lado, "porque eran feministas no para ocupar el lugar de los hombres sino para cambiar el mundo", según declaró al diario Le Monde en 1978. En él también diría: "Mantengo mi teoría: la mujer no nace, se hace. Todo lo que he leído, visto y aprendido en estos treinta años me han confirmado esta idea. La feminidad se fabrica, como también se fabrica la masculinidad y la virilidad". Simone de Beauvoir abrió los ojos a muchas mujeres, pero a cien años de su nacimiento, lamenta Muñoz, todavía muchas mujeres estamos librando esa batalla.

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