Ángel Ganivet el seductor 'typical spanish'
Manuel García presenta el 'Cancionero a Mascha Daikovsky'
Cuando Ángel Ganivet, el sesudo intelectual, quería ligar con alguna joven damisela, a falta de Facebook a finales del siglo XIX, cogía el periódico y señalaba con un círculo a las profesoras de idiomas que se anunciaban en el diario. Así conoció a Mascha Diakovsky, su profesora de sueco en Helsinki durante su etapa como cónsul. Fue una relación breve que dio lugar a más de cincuenta poemas de amor despechado en los que Ganivet maquilló la realidad, presentándose como quien había roto con su profesora cuando, en realidad, fue esta quien cortó todos los lazos con el autor granadino cuando se enteró de que su galán tenía mujer y un hijo. Este conjunto forma el libro Cancionero a Mascha Diakovsky . La poesía en francés de Ángel Ganivet (Point de Lunettes), que cuenta con traducción, edición crítica e introducción a cargo de Manuel García. "Ganivet se la quiere ligar y para seducirla utiliza la única lengua que tienen los dos en común, el francés, que era el idioma de la diplomacia de aquella época", apunta Manuel García, que ayer presentó el libro en el Palacio de la Madraza en un acto que contó con el apoyo de Alianza Francesa en Granada.
La faceta de seductor del autor de Idearium español quedó plasmada en los poemas a Diakovsky, que por otro lado se escapó en cuanto apareció en escena Amelia, la mujer de Ganivet, "una española de Cuba con un fuerte carácter". En ese momento, todo el mundo daba por hecho que Ganivet y Diakovsky eran pareja, por lo que la familia de ella le paga un viaje por Europa porque Amelia, además, tenía fama de ser "de rompe y rasga". "Al volver hay un epistolario entre los dos donde sí se aprecia que entre ambos tuvo que haber una relación más fuerte", señala García.
Ganivet era de los que presumía de sus conquistas con sus amigos, a los que tenía al día de sus numerosos ligues en su correspondencia. "Esto no son suposiciones, sabemos los nombres de sus mujeres, son muchas y da cuenta de ellas en sus epistolarios. En el prólogo se dan datos de algunas mujeres a las que conoció, da detalles de sus gustos y bromea con sus amigos", continúa el editor y traductor de los poemas de amor ganivetianos.
¿Tiene que ver este desengaño con su suicidio dos años después tirándose al Río Dvina de Riga? "No directamente, aunque es cierto que esta aventura le influyó bastante en su estado de ánimo", responde. Estos poemas los escribe en 1896, entre la primavera y el verano, y el mismo Ganivet los traduce al español y los incluye en su novela Los trabajos del infatigable creador Pío Cid, donde Mascha aparece como la duquesa de Armadura. Así que pocos meses antes de morir estaba todavía recreando sus días de vino y rosa con la bella Diakovsky. Y el hecho de que lo disimule en una novela no quiere decir que le invadiera un falso pudor en las postrimerías de su vida. De hecho, sus relatos son "puramente autobiográficas", cuenta todo lo que le pasa, y su aventura con la rusa era algo que no podía dejar pasar. "Uno de los trabajos de Pío Cid es asistir a una enferma de frivolidad, con lo que trata de alguna manea de vengarse de Mascha Diakovsky", explica Manuel García sobre esa manía de decir siempre la última palabra, aunque sea en un libro de ficción y dos años después.
Justo Navarro dijo, con ironía, que gracias a Mascha Diakovsky, Ganivet escribió unos "versos en francés horrorosos". Manuel García reconoce que la métrica no es buena, "porque no tenía buen oído para el verso", pero algunos poemas son "magníficos, espectaculares". "Los pensamientos melancólicos y salvajes son brutales, hay poetas de ahora que en su vida han tenido la capacidad de escribir algo con esta fuerza poética, lo que pasa es que la crítica no quiere alejarse del canon y preservan la imagen de Ganivet de pensador y precursor del 98", señala.
Ganivet también hizo alarde de otro tópico y quiso seducir a su amada traduciendo letras del flamenco, como el español de hoy en día que trata de ligar con la guiri de turno tirando de folclore. Pero él lo vendía como algo moruno, árabe, "porque es algo que a los pueblos del norte les fascina". Con esa excusa, tradujo granaínas, soleares... Incluso hizo un martinete en alemán. "Era la poesía más directa, la que usaba para seducir".
Otra rareza es el poema Pescadora de corazones, de un modernismo inusitado en el escritor granadino: "Corazones de hombres es lo que pesco, son buenos, más ricos que el foie gras". Para Manuel García, la crítica siempre ha defendido que Ganivet no era un escritor modernista y este libro demuestra lo contrario. "En general se da una visión noventayochista, pero en estos poemas se observa la influencia de Verlaine, del modernismo francés que tuvo que conocer durante su estancia en París", afirma para poner a continuación una comparación definitiva: "Es como la poesía que hace un adolescente de instituto para ligarse a una compañera, pero al mismo tiempo tiene la frescura y la espontaneidad, Ganivet era un hombre de ideas fuertes, un intelectual, y sus poemas son redondos", concluye sobre unos versos de amor que demuestran que, bajo ese retrato adusto con el que pasó a la posteridad, se escondía un hombre, con sus grandezas y sus pequeñas miserias.
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