Apperley, el 'rubio' de Granada
Arte
Una casa de subastas londinense ha sacado a la venta varios cuadros del pintor, inspirados por los paisajes de los provincia y la ciudad que tanto amó
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La casa de subastas Dreweatts, en Londres, va a sacar a subasta a final de mes catorce pinturas de George Owen Wynne Apperley (1884-1960), el pintor británico que se enamoró de Andalucía y concretamente de Granada, cuyos pueblos y paisajes dan nombre a varios de los cuadros que estarán pronto a disposición del público.
Entre las obras que se podrán ver, están el dúo de cuadros titulados Mirando hacia Viznar (1920), en el que se muestran los colores terrosos de las colinas que rodean la localidad homónima y a la venta en un precio estimado de 700 a 1.000 libras (entre 820 y 1.170 euros); y también se pondrán a disposición del público el paisaje Arcoiris sobre la Alhambra (1953), al mismo precio estimado que el anterior y el retrato del torero Moreno de Granada, con un valor de entre 1.000 y 1.500 euros (unos 1.170 y 1.750 euros).
En un comunicado recogido por Efe, el responsable del departamento de antiguos maestros de arte británico y europeo en Dreweatts, Brandon Lindberg, calificó de "privilegio" la posibilidad de trabajar junto a la familia del artista para seleccionar las obras a subasta. "Hemos escogido pinturas que reflejan tanto su talento como la riqueza y diversidad de sus temas", destacó.
Con apenas 20 años, Apperley ya exponía en las mejores galerías de arte de Europa y viajó por varios países europeos, y vivió, hasta la primera década del siglo XX, en Lugano, Londres y Bushey. Luego estuvo en Madrid y en 1916 viene a Granada, ya divorciado de la mujer con la que se había casado en Inglaterra y con la que había tenido dos hijos. Antes había pintado acuarelas en Sevilla, Ronda y Cádiz, así que le faltaba tener entre su colección a la ciudad de la Alhambra. "Vine en plan visita. No era mi intención quedarme en Granada para siempre, pero creo que aquí estaba mi destino", le escribe a un amigo.
José Carlos Brasas, que tiene publicada una extensa biografía sobre el pintor, dice que además del bellísimo y pintoresco paisaje granadino, le interesaban cada vez los tipos populares y, en especial, las gitanas del Albaicín y del Sacromonte, temas que compaginaba en estos primeros años con sus característicos cuadros de ninfas y sátiros, centauros y náyades.
Apperley vino prácticamente sin un duro en el bolsillo y empieza a ganarse el sustento vendiendo sus cuadros. Se convierte en un bohemio y soporta un sinfín de privaciones. Al llegar, vive primero en un viejo molino de la Cuesta de los Chinos con un escenógrafo alemán y cuando se muda a un piso de la Cuesta de los Infantes es cuando conoce a una vecina de 14 años de la que queda prendado. Se llamaba Enriqueta Contreras y era hija de un albañil. Él le pide que pose para sus cuadros, pero ella se niega por ese recato propio de la niña, "que le horroriza posar desnuda ante unos ojos extraños, aún cuando estos fueran los de un artista familiarizado con el desnudo", dice Brasas. Pero él insiste una y otra vez y unos meses la joven al fin acepta y desde entonces se convertirá primero en modelo y musa y después en su esposa, con la que vivirá el resto de sus días.
La defensa de la monarquía
El gran éxito de Apperley en España llega con la exposición que se celebra en el Palace de Madrid, donde llegaría a vender todos los cuadros a un precio estimable. A su regreso a Granada, con el dinero obtenido, compra dos pequeñas casas junto a la plaza de San Nicolás y las convierte en un bonito carmen, desde donde ve en primer plano la Alhambra y el subyugante decorado de Sierra Nevada al fondo. Allí monta su estudio por donde pasan las gitanas, bailaoras, cantaoras, guitarristas, mendigos… convirtiéndose en en el pintor que mejor refleja la diversidad y el pintoresquismo del Albaicín, como lo definió hace unos años en este mismo periódico Andrés Cárdenas.
Por entonces, subraya Brasas, Apperley está totalmente enamorado de Granada y se convierte en un defensor infatigable del Albaicín. Son numerosas las cartas al director que escribe para La Publicidad y El Defensor de Granada, con el consiguiente sentido del humor, en las que denuncia los atentados contra el patrimonio urbano y monumental, clamando sobre todo porque se respetasen las costumbres y el tipismo del barrio.
Apperley, también, es un monárquico convencido y en vísperas de la proclamación de la II República le envía una carta a Alfonso XIII declarándole su adhesión y simpatía. Por eso no es de extrañar que los primeros años de la República el pintor lo pasara realmente mal en su carmen, donde llegaron a colocarle una bomba casera. Finalmente, a los dos años de instaurarse la República, el pintor decide llevar a su familiar a Tánger, donde murió de una hemorragia cerebral en 1960.
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