Artistas sin género... de dudas
arte
Cuatros creadoras granadinas salidas de la Facultad de Bellas Artes protagonizan la nueva muestra de la sala Pescadería de Jerez
Aunque la justificación de cualquier muestra artística pasa siempre por lo que la misma encierra y por lo que la obra pueda transmitir, no me resisto a comentar de esta que nos ocupa dos aspectos que en la misma subyacen claramente. En primer lugar, el carácter de la selección. Se trata de una exposición colectiva compuesta por seis artistas, autoras de una obra abierta, de muy dispar naturaleza creativa y claramente sustentadas en el espíritu del arte más inmediato. Sin más. Seis artistas que son mujeres; algo que no significa absolutamente nada; pues el género en arte es una cosa accidental que no ejerce influencia alguna en el desenlace creativo y que, por tanto, no mediatiza para nada la dimensión artística que promueven. En este aspecto, el que las seis artistas presentes en la muestra sean mujeres forma parte del criterio selectivo del comisario y que, al igual que cuando son todos hombres, únicamente se ha debido de tener en cuenta la calidad de las piezas y el argumento conceptual que las unifica en el contexto general de la exposición. Y todo porque no existe un arte masculino ni otro típicamente femenino; ni la creación artística posee género; sólo existen obras buenas y obras que no lo son; lo demás entelequias de los que se mueven animados por espurios intereses, ajenos a lo verdaderamente artístico.
El segundo planteamiento que se desprende de esta exposición, titulada Artistas sin género... de dudas, es el lugar de origen de las creadoras, la zona en la que se asienta su creación. En este caso dos espacios geográficos perfectamente diferenciados: Granada y su Facultad de Bellas Artes y el Campo de Gibraltar, que tienen como unidad común el gran dinamismo creativo existente en ambos lugares.
La Ciudad de la Alhambra lleva muchos años siendo uno de los centros artísticos más importantes más importantes de España, allí donde, sin solución de continuidad, más artistas con verdadera proyección de futuro se pueden encontrar; siendo su Facultad de Bellas Artes una auténtica factoría de buenos artistas que, en poco tiempo, ocupan sitios de verdadera trascendencia en el contexto general del Arte Español. Cuatro artistas -Liliana Muñoz, Marisa Mancilla, Belén Mazuecos y Aixa Portero- tienen un vínculo especial con la institución universitaria granadina y en ella se formaron. La primera forma parte de un grupo de investigación en el departamento de Dibujo y las tres últimas pertenecen, en la actualidad, a su claustro de profesores. El Campo de Gibraltar, por su parte, fue, desde los años ochenta, un activo centro impulsor del arte contemporáneo. Desde entonces, constantemente, surgen artistas de solvencia contrastada. Blanca Orozco y Carola Santos son miembros activos de esa importante pléyade de autores que mantienen vivas las expectativas de un arte en abierta expansión.
La exposición de la jerezana sala Pescadería nos convoca para contemplar la realidad creativa de seis artistas, sin más, adscritas al mejor arte contemporáneo, ese que acoge los ilimitados horizontes de una plástica en la que tienen cabida los más apasionantes registros. No hay nada más, seis artistas con mayúsculas, relatoras de un arte sin fronteras que desentraña caminos inesperados de una contemporaneidad en la que las fronteras, además de los equivocados y desinformados, sólo las ponen los pobres resultados de las obras portadoras de poco acierto.
Portero ofrece dos episodios artísticos perfectamente diferenciados; una serie de dibujos muy bien conformados desde la gestualidad de la mancha, que abren las máximas perspectivas evocadoras y, además, una bellísima colección de cajitas contenedoras de unos felicísimos pellizcos de emoción en forma de encajes sabiamente pespunteados.
Mazuecos nos sitúa ante dos magníficas piezas, estructuradas desde un poderoso dibujo que manifiesta una realidad compositiva de gran contundencia y que relata un interesantísimo episodio de formas descontextualizadas, con la imagen y en mensaje potenciando complicidades y situaciones distópicas.
Orozco nos hace transitar por el poder máximo de la pintura abstracta, esa que materializa la forma plástica planteando los gestos supremos de la emoción por una pintura que ella desarrolla lleno de sentido, con los pigmentos abriendo caminos, casi de forma automática, y compartiendo escenas con unas grafías y unos textos que centralizan la referencia final de la obra.
Santos maneja a la perfección los tiempos de la fotografía moderna. Sus piezas van mucho más allá que la simple positivación de un hecho que se quiere representar. Su paisaje se estructura formalizando una realidad que queda absolutamente condicionada por la repetición de su propio sistema ilustrativo.
Muñoz nos hace partícipes de una obra llena de sutileza; sutileza en el continente y en el contenido. Una pintura con unas delicadas y elegantes líneas compositivas que estructuran un espacio, planteado de forma cenital, donde se encuentra una minúscula sillita, llena de sentido plástico, fortaleza constitutiva, belleza formal y absoluta exquisitez.
Mancilla promueve un máximo desarrollo ecléctico con una serie donde se funden distintos elementos representativos sobre un mismo soporte que, a la vez, mantiene un diálogo claro con el conjunto de los esquemas que ilustran y que surgen desde un escenario lleno de referencias y felices perspectivas.
Estamos ante la muestra de una serie de creadoras que no ofrecen dudas, que nos posicionan ante algunos de los muchos aspectos que promueve la plástica actual y en la que ellas dejan constancia de sus muchas y acertadas inquietudes. Una exposición de artistas que, en todos los sentidos, no ofrecen el menor género de dudas.
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