Belén Mazuecos: los procelosos modos de lo artístico
Arte
Granada/La figura de Belén Mazuecos en el mundo del arte, no sólo en el de Granada, es tremendamente significativa. Lo tengo muy claro. Es más, estoy convencido de que ella debería estar mucho más arriba de lo que está. Su obra tiene importancia para ello; mucha importancia. Además, observamos con mucha frustración y desencanto que hay muchos que, con muy poco, están en un olimpo que, a juzgar por lo que ofrecen, no les corresponde ni por asomo y, también, vemos cómo, debido a las incongruencias existentes en lo artístico, se posicionan erróneamente a ciertos activos de poca clarividencia creativa, pero con potentes actuaciones esquivas y mentirosas, y se les hace infinitamente más grandes de lo que, en realidad, son. Belén Mazuecos es trabajadora nata por el arte y sus circunstancias –su tiempo como gestora en el Vicerrectorado de Extensión Universitaria donde dejó mucha huella y abrió caminos de mucha envergadura, lo atestigua-; es, también, artista convencida que se pelea diariamente con la obra, generando un estatus de creación de máxima jerarquía actuante.
En los primeros meses del año 2019, su obra La Impostora, consiguió el Premio de Dibujo Gregorio Prieto; Premio de Dibujo Gregorio Prieto;uno de los más importantes de la modalidad. Además de la dotación económica, el mismo llevaba implícito una exposición individual del artista ganador. Llegaron los tristes desenlaces de la Pandemia y esto quedó en suspenso. La muestra debía esperar a que las aguas de la normalidad volvieran claras y se retomara una existencia que estuvo muy comprometida. Ahora en el Museo de Valdepeñas que lleva el nombre del artista y escritor, se ha podido completar los esquemas de aquella edición, la vigésima quinta, donde la obra de Belén fue la acertada ganadora.
Así, nos encontramos con una exposición importante, con un catálogo importante, un comisario importante y una muy buena puesta en escena en el remodelado Museo Gregorio Prieto de Valdepeñas, la ciudad manchega volcada con el arte y que, además de este certamen de dibujo, cuenta con uno de los Premios más importantes de España, a los que anualmente acuden artistas de todo el mundo. Todo muy bien acondicionado para celebrar una muestra tremendamente significativa de una autora que está alcanzando, con su obra, posiciones de máxima envergadura artística.
Francisco Carpio, el conocido crítico de arte, una de las plumas más certeras y lúcidas del arte español, ha sido el encargado de comisariar una exposición muy bien acondicionada en fondo y forma. Con el título de El paño invisible, Belén Mazuecos continúa aquel trabajo iniciado en el año 2016, Apuntes para una etnografía del mundo del arte, que surge como punto iniciático desde los planteamientos llevados a cabo por el historiador Juan Antonio Ramírez sobre lo que él llamaba “el ecosistema del arte”; es decir, la supervivencia de unas acciones artísticas; incluso de lo que unos autores puedan llevar a cabo, está supeditada a lo que otros realicen.
Las circunstancias del arte son tan determinantes, sus intervenciones son tan fundamentales, que el artista y su obra subsisten, se hacen realidad, llegan a considerarse porque una serie de factores intervienen para que ello sea posible. Dicho de otro modo, la creación artística está en manos de agentes extra artísticos que imponen una ley casi depredadora. Belén Mazuecos realiza una sabia metáfora de estos planteamientos. Recrea, con un moderado, pero poderoso y solvente lujo de detalles pictóricos, un paisaje, el artístico, donde se desarrolla la creación. En él actúan todos los factores que intervienen en su desarrollo, son los salvadores del arte, los genios protectores de los artistas que asumen, además, un papel más definitivo, el mover los hilos que ellos quieran para que el sistema funcione.
A estos valedores de lo artístico Belén Mazuecos los ha travestido con disfraces de osos panda, aludiendo a como los cuidadores de estos animales actúan, vestidos como ellos, para proporcionarles una mayor tranquilidad. El desenlace de la metáfora es clara: el arte está manejado por espíritus malignos, manipuladores y embaucadores que, con trajes de feliz apariencia, imponen sus criterios interesados, una realidad que los artistas, en su indefensión y hasta inocencia, no dejan de acatar. En este paisaje creado por la artista granadina, los frágiles creadores son llevados de un lado para otro por estos cuidadores impostores que actúan en medio de un teatro que ofrece las infinitas circunstancias espurias que acontecen en lo artístico.
El paño invisible parte, como no podía ser de menos, de La impostora y otras obras realizadas en los últimos años que completan aquellas muestras realizadas en Jerez, Sala Pescadería Vieja y Cádiz, Sala Rivadavía y que viajó, posteriormente, a Krakovia. En ellas, la artista granadina, se introduce en la más aplastante realidad del arte; ese circo artístico, espectáculo de vanidades, donde lo más fundamental, el artista y su obra , se ve reducido a pura mercancía -esas cajas de embalaje con "frágil contenido"- en manos de los manipuladores del arte -galeristas, curadores, directores de Centros de Arte, conservadores de museos y críticos estrellas- que relegan a los artistas a un simple objeto o, como dice la propia artista, a "categoría de producto-obra de arte".
La exposición es importante, además de por la potencia plástica que desprende, por la fuerza del dibujo y por su claridad ilustrativa, por la dimensión conceptual que ofrece; ese verdadero cuestionamiento del mundo del Arte, de sus actuantes, de sus interesadas acciones y de una problemática difícil de solucionar por la propia dinámica existente.
Los espacios del remozado Museo Gregorio Prieto se llenan de una figuración excelsa; con unos componentes dibujísticos muy claros que son el alma sustentante de una pintura que no deja indiferente. Porque Belén Mazuecos es una artista con mucho oficio clarificador, con un dominio muy acentuado de la escena plástica, sabiendo cómo construir escenas que no son fáciles de llevar a la práctica y que ella solventa con claridad, sapiencia y suma trascendencia creativa. Además, sabe positivar escenas que tienen como principio generador aquel conocido cuento, El traje del emperador de Hans Christian Andersen y que a ella le sirve de base para desarrollar ese máximo concepto sobre las etnografías de lo artístico, sus componentes y sus derivas.
Una comparecencia importante, de una artista lúcida que deja, con entusiasmo creativo, los postulados de una pintura fortalecida desde el más amplio conocimiento.
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