¿Qué es eso de la Bioética?

Ciencia abierta

Einstein proclamó: "La tecnología desarrollada por el hombre ha superado a la propia humanidad"

Principios de la Bioética.
Francisco González

11 de abril 2023 - 05:08

Granada/LA frase que encabeza nuestro 'Ciencia Abierta' de hoy parece la enunció Albert Einstein o al menos se le atribuye al famoso científico que revolucionó la Física moderna con su teoría acerca de la relación entre el espacio y el tiempo, la teoría de la relatividad establecida a principio del siglo XX. Se refería, probablemente, a la tecnología nuclear desarrollada durante la segunda guerra mundial y que permitió a los Estados Unidos de América el lanzamiento de las dos bombas atómicas sobre Japón y con ello dar fin al conflicto en el Pacífico. La Alemania nazi había sido derrotada meses antes y se especula si los americanos no hubieran terminado por lanzar un artefacto nuclear sobre Europa si Berlín no hubiera caído en manos soviéticas y con ello finalizado el conflicto en Europa. Lo cierto es que los nazis tenían esperanzas puestas en 'armas milagrosas' y andaban detrás de la llamada 'arma definitiva', es decir la bomba nuclear, aunque su capacidad tecnológica estaba lejos de conseguirlo en aquellas fechas.

Se preguntarán ustedes qué tiene que ver toda esta introducción con la palabrita que se ha puesto de moda a partir de la mal llamada maternidad subrogada, en realidad la compra y venta de la capacidad gestante de una mujer y posterior compra y venta de las imágenes de un menor y todo lo demás que ustedes probablemente conocen; en definitiva todo lo que se ha denominado como un conflicto bioético.

Aclaremos que el desarrollo de la bomba atómica supuso un enorme conflicto ético en la comunidad científica de la posguerra, pues aunque tanto Einstein como otros científicos temían que la 'fuerza del átomo' fuera desarrollada por el régimen nazi y ayudaron a los americanos, en el denominado Proyecto Manhattan, a desarrollar la tecnología nuclear, a la vista del enorme poder destructivo de la bomba, surgieron dudas de si realmente habían actuado de forma correcta. Esas dudas aumentaron cuando se comprobó que, al iniciarse la Guerra Fría contra la Unión Soviética, el mundo estaba en peligro de desaparecer pues la capacidad destructiva de las bombas nucleares superaba cualquier cálculo anteriormente previsto.

La comunidad científica se debatía ante un problema, llamémosle moral, ¿deberían haber desarrollado semejante proyecto? La Ciencia había dejado de ser neutra y había ayudado a construir unas armas realmente aterradoras. ¿Era necesario desarrollar la bomba atómica para vencer a los nazis o a los japoneses? Einstein, Oppenheimer y otros científicos, visto lo ocurrido después, se plantearon serias dudas.

Por aquellas mismas fechas, hacia 1946, se celebraban los juicios de Núremberg, por los que se juzgaban a los dirigentes nazis de los crímenes atroces cometidos contra los judíos y otras poblaciones durante la ocupación de los territorios europeos sometidos a su barbarie. En el proceso se dieron a conocer las criminales prácticas que realizaron médicos nazis sobre pacientes y enfermos. Entre noviembre de 1946 y agosto de 1947 se dio el 'Juicio de los Doctores', un proceso contra 23 personas, 20 de ellas médicos, acusadas de planear y llevar a cabo experimentos médicos sin el consentimiento de los afectados, tanto en pacientes de hospitales como en prisioneros en los campos de concentración, experimentos médicos durante los cuales se cometieron asesinatos, torturas, atrocidades y otros actos inhumanos. También fueron acusados de planear y llevar a cabo el asesinato masivo de ancianos, débiles, insanos, enfermos incurables, entre otros, mediante gaseamiento, inyecciones letales, desnutrición y otros medios, en residencias, asilos, hospitales y otras instituciones médicas, durante el Programa de Eutanasia. Siete fueron absueltos, siete condenados a muerte y ocho a diferentes condenas de cárcel.

Algunos de ellos declararon que sus actividades se debían a prácticas clínicas y que eran necesarias para el desarrollo del conocimiento científico, con lo que se ponía el énfasis en donde podemos poner los límites éticos a la investigación.

En el caso de la investigación clínica, básicamente biomédica por entonces, los juicios de Núremberg llevaron a la publicación del Código de Núremberg, 20 de agosto de 1947, en el que se recogen principios orientativos de la experimentación médica en seres humanos, porque durante el juicio varios de los acusados argumentaron que los experimentos diferían poco de los llevados a cabo antes de la guerra, pues no existían leyes que categorizaran de legales o ilegales los experimentos.

Esos principios, entre los que se incluye el consentimiento informado del paciente y ausencia de coerción (autonomía), la experimentación científica fundamentada y la beneficencia del experimento para los sujetos humanos involucrados, entre otros, fueron la base para posteriores declaraciones como la de Helsinki de 1964 que regulan la práctica médica y sus comportamientos éticos en tratamientos e investigaciones, más allá del clásico juramento hipocrático.

Empero y como las ciencias siguen avanzando a altas velocidades, desde que Watson y Crick dieron forma a la molécula del ADN, en 1953, y se inició la era moderna de la biología molecular, nuestra capacidad para 'manipular' el material genético a 'casi' todos los niveles abrió un nuevo debate en la comunidad científica, y en este caso ya teníamos la experiencia de la bomba y de los experimentos médicos nazis y algunas otras barbaridades cometidas en hospitales de los Estados Unidos hasta la década de los años 70 del siglo XX (véase el experimento Tuskegee).

En tal contexto emerge la bioética, de cuya 'paternidad' hay disputas entre diversos investigadores, con un antecedente en el teólogo alemán Fritz Jahr (en 1927) o el bioquímico americano Van Rensselaer Potter (en 1970). Podemos encontrar múltiples definiciones para la bioética, existe desde 2005 la Declaración Internacional sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO y su campo de trabajo y de preocupación no hace sino ampliarse, constituyéndose en un campo interdisciplinar entre la filosofía, las ciencias biomédicas y naturales y el derecho.

Las conductas y actitudes humanas y sus límites éticos o morales frente a situaciones y hechos como la clonación, las múltiples técnicas de reproducción asistida, la eutanasia pasiva, el suicidio asistido, el derecho a morir, la donación de órganos, los trasplantes, el aborto, el sufrimiento y la experimentación con animales e incluso el deterioro global del medio ambiente por la acción antrópica, todo ello es campo de trabajo y discusión de la bioética. Por tanto, la bioética va mucho más allá de la clásica deontología médica, aunque siguen siendo uno de sus núcleos fundamentales, o de las discusiones sobre los avances en biotecnología y sus aplicaciones, cada vez mayores y con límites hasta hace poco insospechados. La bioética es una disciplina que se enfrenta a situaciones en que el reduccionismo científico (si la técnica lo permite se hace), el reduccionismo religioso (confundamos moral con una religión, o con cuál de ellas) y el reduccionismo legal (qué permite la ley, y cuándo se promulga la ley o según qué ley hay en según qué lugar del planeta) dan lugar a múltiples discusiones y posicionamientos en una humanidad que ciertamente se ve superada por sus progresos tecnológicos.

No estaría de más que todos los ciudadanos (y ciudadanas) conocieran algo del tema, más allá del curioseo de las portadas de ciertas revistas.

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