Carmelo Trenado, la suprema lucidez creativa
Arte
Granada/He tenido a lo largo de estas más de cuatro décadas dedicadas a lo artístico a una serie de artistas que, por unas cosas u otras, porque empezaron casi cuando yo iniciaba mi carrera en los caminos de la crítica, porque han sido los constructores de lo que hoy ha sido el arte contemporáneo, porque han ofrecido la verdad del arte más abierto, porque, con su obra llena de inquietud, han hecho que en ellos se pudiera confiar... y porque son artistas de contundencia formal, plástica y estética. No son muchos pero los tengo de mi más absoluta cercanía. Han sido esos artistas que en la zona donde me he movido buscando lo mejor del arte para ofrecerlo a mis lectores, han dejado huella y son referencia del arte más comprometido con la plástica del momento. Entre estos, dos granadinos, han sido artistas muy inmediatos y a los que tengo en máxima consideración: Juan Manuel Brazam y Carmelo Trenado. Los dos han dado mucho al arte de Granada y son artistas de referencia para todo el arte y sus autores. Además, estoy seguro de ello, son de una envergadura artística superior y poseedores de una capacidad creativa que ha permanecido intacta a lo largo de los años.
Carmelo Trenado, después de algún tiempo sin aparecer en la escena expositiva granadina nos ofrece dos espléndidas muestras que ponen en evidencia el talante y la potencia pictórica de uno de los artistas que, creo, más claro lo han tenido a los largo de estas décadas. La primera muestra, de gran magnitud expositiva –el Centro Gran Capitán, la iglesia del antiguo convento de las Hermanitas de los Pobres es uno de los espacios con mayores posibilidades museográficas de cuantos existen en Granada– nos lleva a la suprema realidad creativa de un Carmelo Trenado, artista sin fisuras, que deja la impronta de un pintor -también de un fotógrafo importante– que va ganando con el tiempo en entidad y en valores artísticos. El conjunto de la exposición que se presenta en el antiguo recinto eclesial, parte de un cuadro, realizado en 1973, que es el punto de partida de una trayectoria donde todo queda supeditado al poderoso credo de un artista consciente que sabe lo que es el arte en su total magnitud.
La obra nos sitúa en una pintura estructurada en una serie de planos conformados desde unas figuras humanas que miran al espectador. La realidad de la misma, su estática contribución a una figuración de suma contención, se troca en el resto de las obras en unos magníficos espacios horizontales, algunos de más de diez metros, que plantean la disposición visual contraria. Si en la obra iniciática la visión era desde dentro hacia fuera, ahora es la mirada del espectador la que descubre una inmensidad compositiva resuelta con precisión desde el poder contundente de la forma. Dos espacios escénicos distintos pero que se complementan en una disposición parecida que el tiempo ha impuesto su inexorable ley pero que interactúan posibilitando esas miradas contrarias que potencian la realidad de una pintura en abierta expansión.
Los cuadros de Carmelo Trenado estructuran un ejercicio compositivo desde las bases sustentantes que oferta la materia pictórica, con los pigmentos vehementemente esparcidos ejerciendo toda su extrema potestad; rigor en la asunción de esquemas compositivos bien organizados en esos campos donde se desarrolla una abstracción matérica con fuertes elementos evocadores.
Su pintura sintoniza con los postulados de la forma, con los procesos esencialmente pictóricos en los que gestos vehementes de la materia abren las compuertas de la emoción para que aquella expanda todo su impactante poder. La obra de Carmelo Trenado, sin dejar a un lado los acentuados gestos expresionistas, sin bajar la guardia de los marcados desarrollos matéricos, nos conduce por una mayor intensidad pictórica, con la representación levemente insinuada y las sugerencias de una realidad mediata dejando su tenue huella diferenciadora.
Existe un mayor desenlace figurativo, lógicamente sin las manifestaciones desvirtuadoras de lo puramente concreto, pero con la clara de intención de dejar planteado un universo de formas esenciales, directamente diseñadas o sutilmente integradas en un marasmo de gestos cromáticos. Por los cuadros de Carmelo Trenado pasan innumerables desarrollos, desde los impulsivos gestos matéricos que se traducen en un expresionismo poderoso que acentúa los rasgos extremos y matizan las determinantes concreciones de la realidad hasta las marcas imprevistos de un concepto sabiamente estructurado para que plantee múltiples posiciones interpretativas. Y todo bajo un estricto control marcado por el equilibrio, el ritmo interno y los desarrollos de una plástica que no deja indiferente; lo que, también, ocurre en dos poderosísimas fotografías que suscriben parecidos postulados a la de la excelsa pintura. Porque si en la pintura encontramos los esquemas plásticos y significativos de un artista de solvencia y suprema creatividad, en la fotografía nos conduce por un proyecto que, al igual que en la pintura, está poseído por un contundente desarrollo plástico que deja en suspenso el hilo conductor del también potente ejercicio ilustrativo. Observamos que los elementos tienen muchas similitudes con los de la pintura, generando un desenlace visual poderoso, que atrapa en esa maraña de emoción material y suspende la realidad para reconducirla en un misterioso proceso de mediatez significativa. Ahí radica la comprometida historia de su pintura, esa que se puede ver en la Galería de Ceferino Navarro Galería de Ceferino Navarroy que nos sitúa en un escenario dominado por la pasión plástica que acoge una levísima figuración, mera referencia de una realidad que se adivina sin dispendios ilustrativos. Se trata de una pintura de gran contención, un desarrollo controlado, un potente desenlace material pero ajustado a un estricto espacio visual que no manifiesta imposiciones ni exuberancias. Es el gesto riguroso del que sabe lo que hace, lo que quiere y cómo llevarlo a efecto.
Carmelo Trenado es un artista que maneja a la perfección el concepto, que sabe estructurar las posiciones compositivas y que genera un lenguaje personal e intransferible, sin importarle demasiado el momento creativo en el que anda inmerso. Es, por tanto, una obra total, cuyos desenlaces distintivos están al servicio de una misma estructura artística.
Seguimos teniendo a Carmelo Trenado entre nuestras devociones; su credo nos sigue emocionando y manteniéndose en la preclara devoción del principio. Estas dos muestras lo atestiguan. Su pasión creativa está intacta, su infinita lucidez no se detiene ante nada y va generando nuevas posiciones donde la plástica en su más contundente argumento deja el marchamo indiscutible de lo bueno. Es Carmelo Trenado; ahora, más que nunca, en ese estado puro que lo define a lo Carmelo Trenado. Sin trampa ni cartón.
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