Conversaciones al aire
Antonio Córdoba expone en la Galería Toro la muestra 'Susurros al silencio' en la que, mediante la técnica del grabado, hace una serie de reflexiones artísticas sobre aquellos lugares que más le impresionaron
Antonio Córdoba se siente como un alquimista cuando maneja las pócimas del grabado. Hay un momento crucial, mágico incluso, cuando levanta el papel de la plancha y ve el resultado. "Es el misterio del grabado", dice. El artista expone en la Galería Toro hasta el próximo 29 de junio Susurros al silencio, instantes de una conversación privilegiada que comenzó frente a un quiosco de música en Pamplona.
En sus obras cobran protagonismo el aire y las ausencias, la huella de un tiempo perdido que renace en la monumentalidad de imperios, la elegancia de líneas arquitectónicas o el bullicioso hábitat de un paso de peatones.
Es el tema central porque entra en juego la imaginación en su estado más puro: no hay rostros pero se adivinan, no hay historias pero se cuentan.
En la exposición se pueden ver veinte obras realizadas en aguatinta, aguafuerte, punta seca y a la manera negra, una de las técnicas más curiosas del grabado porque parte de una superficie negra que se consigue mediante una textura producida en la plancha por un graneador.
El artista debe raspar la plancha con bruñidores para sacar las mediastintas y las luces. Córdoba explica que es algo así como "borrar" para ir creando determinadas sensaciones.
"La sutileza, la magia y la atmósfera que aparecen y se crean con el grabado no ocurre con ninguna otra técnica de la pintura. El grabado me lo ha dado todo". Un programa de radio, cuenta, despertó su interés por Libia hasta tal punto que sigue documentándose y dedicando grabados a su Teatro de Sabratha en Cirene, al Pórtico de Cesareo y al Santuario de Zeus representándolo en un tríptico que simboliza a la vez ruina y perfección.
Se trata de un grabado hecho en tres partes independientes pero que se complementan. Sin embargo, no le hace falta irse tan lejos porque también acude a la intrigante curva de un camino en la Alfaguara, a las aparentes líneas frías de la catedral en medio de Gran Vía o la profunfidad de planos que consigue en una paisaje del Albaicín.
Pasado y presente se entremezclan en lugares que comparten el misterio y se convierten en atemporales. Y entró allí donde estaba ella es el título de una de las obras más susurrantes, un espacio en la Alfaguara que habla de una búsqueda esperanzadora entre árboles y piedras.
En otra, unas escaleras del Carmen de los Mártires parecen contar una historia interminable en la oscuridad de la noche. Convierte en una obra de arte una obra de esas que tanto abundan en la ciudad con Y ahora qué, donde habla de la crisis económica y sus consecuencias.
Arcaica pero contemporánea, Susurros al silencio camina también por dos pasos de peatones en los que parece escucharse el ruido de unos zapatos de tacón e incluso las conversaciones de los que pasan sobre ellos, aunque el artista no dé más pistas que sus pies.
Susurros al silencio es una exposición que se convierte al mismo tiempo en una conversación en sí misma. También es el retrato de ciertas charlas ausentes y calladas que tuvieron o tienen lugar en espacios y zonas que Córdoba ha convertido en eternos gracias a la forma de tratar el mundo del grabado.
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