Darth Vader con la OCG

La Orquesta Ciudad de Granada inaugura la temporada en la Plaza de Toros con un concierto emocionante que repasó la memoria en fotogramas de los 12.000 asistentes

G. Cappa/Sara Mendoza /Granada

13 de septiembre 2008 - 09:00

Sólo faltó el rugido del león de la Metro Goldwing Mayer. La Orquesta Ciudad de Granada (OCG) repasó en la Plaza de Toros algunas de las bandas sonoras más famosas de la historia del cine, entre ellas –la que unió a melómanos y frikis recalcitrantes– la de de La guerra de las galaxias, de John Williams. Luces, cámara... y música. Una gran ovación recibió a los músicos; y los aplausos en una plaza de toros suenan de una manera única. Pasadas las diez de la noche, los 120.000 watios de luz y los 90.000 de sonido se juntaron con los 12.000 espectadores que abarrotaban el coso taurino y que se pasaron sin titubear al ‘lado oscuro’ de la música.

Cifras espectaculares para un concierto de cine patrocinado por Granada Hoy. El director invitado, Pablo González, dio la señal para el preámbulo perfecto, la fanfarria de la 20th Century Fox, la misma en la que aparece el logotipo de los estudios de Hollywood con unos focos a los lados, muy parecidos a los que ayer escoltaban a la OCG en el centro del ruedo. Aquí comenzó la superproducción.

En la siguiente canción, aparecieron en la mente de los cinéfilos –y en la arena del coso– los rostros de Gregory Peck, Charlton Heston y Jean Simmons con la banda sonora de Horizontes de grandeza, de Jerome Moss. Y el ‘Martin Scorsese’ de la noche, el director gallego Pablo González, se mostraba cómodo y entusiasta con sus ‘amigos de la OCG’. Para entonces ya había tomado su tradicional bocadillo de jamón, su habitual ‘calentamiento’ antes de los conciertos. Mientras, los percusionistas, normalmente en un segundo plano, ponían espectacularidad a un tipo de música en la que tienen especial protagonismo.

Y si el torero Fran Rivera contó en una de sus últimas corridas con un cuadro flamenco sustituyendo a la habitual banda, la música de El aprendiz de brujo de Paul Dukas podría ser la banda sonora para el gran José Tomás. Qué menos. La melodía, de la película Fantasía Disney, hizo que Micky Mouse transfigurado en mago apareciese en el ruedo a través de las proyecciones. Para Pablo González, es bonito escuchar la música de Dukas porque “es el caso de una composición que el cine ha popularizado pero que no fue concebida para este medio originalmente”.

La velada prosiguió con más dibujos animados de Dysney, en este caso Blancanieves y los siete enanitos, con música de Frank Churchill. La película, estrenada en 1938, es una de esas cintas que los abuelos ven con gusto con sus nietos. Igual que la música. La princesa de tez pálida y los enanitos –incluido el calvito– también aparecieron a través de las proyecciones, hurgando en la infancia perdida de muchos espectadores. “Aibó, aibó, andando a trabajar”, cantaba el público para sus adentros con un tema en las antípodas del Es una lata el trabajar del ínclito Luis Aguilé.

Tampoco podía faltar La bella durmiente, con banda sonora de Pitr I. Chaikovsky, otra lánguida protagonista de cuento que, como el bíblico Adán, comió la manzana que no debía comer. Pero el concierto de ayer era para soñar, no para dormir.

Para entonces, el espectáculo era ya el éxito previsto, más aún que programas anteriores como el Vuelo a Iberoamérica de 2006. Los músicos de la OCG, como estrellas del rock, disfrutaban de su reencuentro tras las vacaciones con el concierto más especial de la formación de la temporada. Todo ello con sensaciones que no estaban en el programa de mano: la emoción del drama, la acción, el amor, las aventuras, el misterio, los viajes insólitos, las risas...

Después del ‘ciclo infantil’ llegó el No, no, Nanette, con música de Shostakovich, y la conmovedora banda sonora de Cinema Paradiso, del gran Ennio Morricone, con los vientos y los violines hurgando en el lado más sentimental de los espectadores. Un homenaje al cine que rescató la imagen de Philippe Noiret en la cinta de Tornatore.

Y tras la calma, La guerra de las galaxias y la música de John Williams. El ‘Imperio Sinfónico’ de la OCG terminó de conquistar a los espectadores. Y con la imagen musical del ‘malo malísimo’ Darth Vader en la retina concluyó un concierto para el recuerdo, para la memoria sentimental. Sólo faltó el ya mítico “Luke, yo soy tu padre”.

Lo que no falfó fue el ‘patriotismo chico’, con la Granada de Agustín Lara, sorpresa ya no tan sorprendente en este evento. Lo que puso los ojos –y los oídos– como platos fue Pablo González cantando con un vozarrón que sorprendió a todos. El gallego es una caja de sorpresas y un tipo excepcional.

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