Escritoras a sueldo, monjas, aventureras: así eran las literatas granadinas hace siglos
Ana Caro, Emilia Serrano y Ana Verdugo, entre otras, demostraron su valía como poetas, novelistas y dramaturgas
Hoy se celebra el Día de las Escritoras
Granada/La lista de escritoras borradas de la historia de la literatura universal y excluidas -sin motivo alguno, si acaso que son mujeres y no hombres- en los libros de texto es larguísima. Amelina Correa, catedrática de Literatura de la UGR, investigó durante dos años hasta publicar el libro Plumas femeninas en la literatura de Granada (Editorial de la UGR-Diputación, 2002) donde concentra trece siglos de literatura femenina en la capital nazarí. Hoy hablamos de sus protagonistas con motivo del Día de las Escritoras, una iniciativa impulsada por la Biblioteca Nacional de España, la Asociación Clásicas y Modernas y la Federación Española de Mujeres Directivas para compensar la discriminación histórica de las féminas en la literatura. La directora de Granada Hoy, Magdalena Trillo, dará una charla sobre mujer y prensa en la era Google con motivo de la efeméride a las 20:00 en la Biblioteca de Andalucía.
Hafsa bint Alhayy Alrakuniya, María Machuca de Haro, Ana Caro Mallén de Soto, Gabriela Gertrudis de Tapia y Acosta, Enriqueta Lozano y Velázquez, Emilia Serrano García, Margarita Leclerc... Correa reúne en su volumen a decenas granadinas con gran talento para la escritura que representan cada una de las épocas históricas atravesadas desde el siglo VIII hasta el XX. Uno de los casos más inusuales es el de Ana Caro Mallén de Soto, la primera mujer que en el Siglo de Oro ejerció la literatura como un oficio, es decir, cobró por ello -¡Viva!-. "Es rarísimo que una fémina se dedicara a la literatura en esa época, pero vivía de ello y recibía bastantes encargos", recalca la profesora.
La mayor parte de su obra se ha perdido, pero lo poco que se conserva, recalca Correa, es a nivel literario "muy bueno". Caro cultivó distintos géneros, sobre todo la poesía y el teatro. "En el apartado dramático, se dedicó al subgénero de la comedia de capa y espada", señala la catedrática. Una de sus obras más conocidas, Valor, agravio y mujer, cuenta la historia de una fémina que trata de vengar su honra disfrazándose de hombre para conseguirlo. Hace tres años, Herminia Luque publicó Amar tanta belleza, un libro que fue Premio Málaga de Novela donde narra las apasionantes peripecias de Ana Caro Mallén y María de Zayas.
La vida de la escritora y periodista Emilia Serrano, la baronesa de Wilson, también es digna de contar y novelar. Desde temprana edad vivió en París con sus padres, donde estudió a partir de los cinco años en el Colegio del Sagrado Corazón. Enseguida mostró una gran afición por la lectura, por lo que sus compañeras de colegio la apodaron Madame Minerva. Fue una estudiante precoz, que dominaba varios idiomas y poseía una gran cultura.
Tuvo ocasión de conocer personalmente a escritores -que luego colaborarían en sus revistas- como Alfonso de Lamartine, Alejandro Dumas y Francisco Martínez de la Rosa. Tras ser redactora de El Eco Hispano-Americano, fundó la Revista del Nuevo Mundo, apoyada políticamente por el barón de Guilmaud, y dirigió la revista La Caprichosa. "Vive una época, el siglo XIX, en que la mujer estaba subordinada la hombre. Dependía legalmente de su padre hasta que contraía matrimonio. En ese momento pasaba a depender legalmente del marido. El que una mujer se rebelara a esas normas y tuviera una vida autónoma era súper transgresor en el siglo XIX", subraya la profesora.
En 1865 viaja a América por vez primera. La realidad americana la fascinará de tal manera que a este viaje le seguirán muchos más en los que recorre el continente desde Canadá hasta la Patagonia. "Serrano rompió con las convenciones sociales, viajó sola y se recorrió el continente americano seis veces", cuenta entusiasmada la catedrática, que destaca su "valiosa" labor antropológica: "Recogió testimonios de mujeres de todo tipo. Entrevistó a féminas no sólo vinculadas al mundo de la literatura, sino también a científicas, filántropas y artistas". Los interesados pueden leer sus andanzas allí en el libro América y sus mujeres. Crónica del Nuevo Mundo y homenaje a las mujeres que pueblan tan risueño edén (Ediciones Biblok, 2015).
Muchas de las protagonistas de Plumas femeninas en la literatura de Granada compaginaron la creación literaria con alguna otra faceta artística. Ana Verdugo de Castilla, hija de los granadinos condes de Torrepalma, cultivó la poesía y la pintura hasta que se metió en un convento, donde escribió bastantes obras dramáticas -y algunas incluso se representaron-. "Es de nuestras mejores escritoras del siglo XVIII. Lejos del prejuicio que se tiene hoy de las monjas, para las mujeres en aquella época era una vía de escape, una manera de tener una vida intelectual mucho más rica", reflexiona la catedrática, que sentencia: "El sometimiento religioso era menor que el sometimiento masculino fuera de los monasterios".
En esa onda de monjas escritoras y místicas, las intelectuales más olvidadas, destaca también Gabriela Gertrudis de Tapia y Acosta. De carácter fuerte y perfeccionista, y muy aficionada a la lectura, desde los diez años leía ya las obras de Santa Teresa de Jesús. Acabó en el convento de Úbeda donde tomó el hábito carmelita. Allí escribió su propia autobiografía. "En cuanto una monja supuestamente tenía visiones despertaba las sospechas de la Inquisición y el superior le mandaba que escribiera su vida y reflexionara sobre lo ocurrido", explica Correa. Féminas valientes que en su época sortearon prejuicios sobre la mujer escritora e intelectual que a día de hoy, por desgracia, siguen vigentes.
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