Wicked | Crítica
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Charli Domínguez. Bajista de Los Suaves
Vive alejado del extasiante mundo moderno. Los Suaves tienen ya poco que demostrar, pero Charli Domínguez es la prueba de que el rock'nroll, tal y como él lo ha conocido, está dando sus últimos coletazos. Es ahora un gato domado. Sin pelos en la lengua. De esos que vivirán eternamente en el surco de un vinilo del rock más puro mientras el mundo les adelanta por el interior.
-¿Cree que los jóvenes han cambiado los conciertos por la Play Station?
-Seguramente. Yo creo que han cambiado todo en su vida. El mayor error de la historia ha sido el mando a distancia. Ahora no se escuchan las canciones enteras porque se le da al botón. Antes, con el vinilo, te comías todos los temas que incluía una cara con tal de no levantarte. Los jóvenes se están individualizando de tanto hablar con las máquinas. Yo, de niño, tenía una habitación compartida con mis hermanos que era un asco, y callejeaba.
-¿Esto ha afectado a la música?
-Claro. Antes solo había un filtro. Ahora con internet hay muchos grupos, pero la gente no se para a escuchar con detenimiento la mayoría de las canciones porque tiene que escuchar muchas cosas más. Tengo amigos a los que conocí en tiendas de discos. Todo eso se ha perdido.
-¿Cómo ve el panorama nacional de rock?
-Yo lo veo de maravilla. Hay grupos buenísimos con grandes filosofías que se esfuerzan por aprender y se desviven en el directo. Los zorros son las discográficas. Y eso de que internet ayuda es una falacia. A las bandas les cuesta cada día más darse a conocer.
-¿Sigue sintiendo la música como cuando empezó?
-Sí, porque a mí la música siempre me ha apasionado. El hecho de que yo no tenga ni ropa, ni coche, ni muchas comodidades me ha permitido consumir mucha música. Tengo 11.000 discos comprados con mi sueldo. Además, yo siempre he estado muy ligado a la música: trabajé en RNE, tuve una tienda de discos, abrí un pub... Lo que sí estoy notando es que cada vez me pongo más nervioso cuando tengo que tocar con el grupo. Por lo demás, yo sigo disfrutando con nuestros temas. Y el directo, cuando hay una buena respuesta del público, es una pasada. Es lo más hermoso del mundo. La gente te hace sentir dios cuando estás ahí arriba.
-A usted que ha trabajado y trabaja en la radio, ¿qué le parecen los cambios que se están produciendo en Radio 3?
-En los años 80, Radio 3 fue grandioso. Yo me nutría de la información que daban. Ojalá hubiese continuado el núcleo de aquel tiempo. El problema fue que quisieron ser 40 Principales. Y ahora hay cosas que me resultan muy extrañas. Hay muchos programas snobs. Se van a buscar grupos perdidos de Tailandia cuando tienen uno mejor a tres metros de su casa. Wikipedia fue el desastre porque ahora todo el mundo puede saber de música. Además, para mí muchos programas actuales no tienen un gran gusto musical, aunque yo sigo escuchando algunos.
-¿Qué revistas suele comprar?
-Heavy Rock, Rockdeluxe... Hay que tener mucho cuidado con lo que se publica. Yo he leído muchas contradicciones de un mismo autor refiriéndose a un mismo grupo. A nosotros Ordovás nos llamó dinosaurios, y ahora él es el dinosaurio.
-Después de treinta años tocando con Los Suaves, ¿se arrepiente de haberse dedicado a la música?
-Jamás. En absoluto. Pero tuvimos que tomar decisiones duras. España no es Inglaterra o Estados Unidos. Aquí se le tiene miedo a las guitarras. Es difícil salir del hoyo haciendo música como la nuestra. En este país si tienes cuarenta años y escuchas rock te preguntan qué musica estás escuchando. Pero esas guitarritas que no molestan, sí. A nosotros nos pudo ir mal, aunque nos haya ido bien. Pudo ser al revés.
-Oiga, ¿y qué fue de Hermes Alogo, mítico componente de Los Suaves?
-Nos enteramos el otro día de que murió en 2003, en Guinea. Tocando cerca de La Coruña, vinieron a vernos su ex mujer y sus hijos, que fueron los que nos lo contaron. Fue un guitarra importante en la historia de Los Suaves. Le dio una parálisis parcial y se volvió a su país. Lo cierto es que España no se portó bien con él. Cuando íbamos a Madrid a tocar, Hermes iba como loco a algunos organismos oficiales para pedirles que fuesen a nuestros conciertos y así demostrarles que trabajaba. Su historia es demoledora. La vida no le dio facilidades.
-¿Cuál ha sido el concierto ajeno que más le ha sorprendido?
-Fue el de un guitarrista canadiense: Pat Travers. Nos invitaron a Yosi, a Alberto y a mí. Tocaba en un entresuelo de Madrid. Me encantó. Lo más impresionante que he visto en mi vida.
-¿Y con qué actuación de Los Suaves se queda?
-El de Los Ramones es fundamental. De aquella actuación de teloneros vienen estos lodos. Nada sería lo mismo sin esos treinta minutos. Los críticos hablaron muy bien de nosotros, y una cosa llevó a la otra hasta para aquí. También me encatan los conciertos en sitios pequeños. Eso es la esencia del rock'n'roll.
-¿Cuántos conciertos tenéis a vuestras espaldas?
-Más de mil. Lo que queríamos era tocar y lo hemos conseguido. Nosotros hemos actuado en remolques de tractores, pero también hemos compartido escenario con grupos de la talla de los Rolling Stones o Ramones. Lo fuimos todos.
-Los Suaves tienen poco de suaves...
-¡Eramos una salvajada! Deberíamos habernos llamado Los Ásperos. Los años 80 fueron tremendos. Rompíamos nuestras guitarras en los conciertos. Eran otros tiempos. Se compraban las portadas de las revistas. Y también el puesto número uno en los 40 Principales, por el que me pidieron 500.000 pesetas.
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