Formas de resistencia

La autora, en la oficina en la que sigue trabajando a diario.
Álvaro Salvador

14 de octubre 2011 - 05:00

ME siento muy orgulloso de haber formado parte de un jurado que ha otorgado un premio tan prestigioso como el García Lorca a una poeta tan significativa como Fina García Marruz (La Habana, 1923). En otro lugar he dicho que soy más partidario de una clase de poetas que yo llamo discretos, aquellos que desarrollan su labor y van levantando su obra en silencio, con humildad, sin grandes alharacas, sin convertirse nunca en mercancía de ellos mismos. Esa cualidad de la discrección ha acompañado a Fina García Marruz durante toda su vida, hasta el punto de convertirse en una de las características más valiosas de su personalidad humana y literaria. Desde que publicara sus Poemas en 1942, Fina tuvo que resistirse a dos asedios que la acompañarían también durante toda su trayectoria: de una parte el convertirse en una magnífica poeta y ensayista, rodeada de uno de los grupos más importantes de la cultura hispanoamericana del siglo XX, el grupo Orígenes, grupo constituido fundamentalmente por hombres, hombres de la talla de José Lezama Lima, Eliseo Diego, Gastón Baquero, Virgilio Piñera... De otra, la extraña deriva de su país, tan querido por ella, desde la exagerada esperanza revolucionaria a la vorágine desesperanzada de los últimos años de la dictadura castrista. Nunca, en ningún momento, ni cuando parecia que venían bien dadas daban ni tampoco cuando se transformaron en malas, ni Fina García Marruz ni su marido, el también poeta Cintio Vitier, ni su cuñado Eliseo Diego, estuvieron por debajo de las circunstancias. Desde la discrección, el trabajo gustoso y en silencio o el exilio interior.

La poesía de Fina García Marruz se caracteriza por su amor a las tradiciones de la mejor poesía en lengua castellana. A lo largo de su trayectoria poética, que fue creciendo en tres etapas caracterizadas por los libros que iban englobándolas: Las miradas perdidas (1951), Visitaciones ( 1970) y Habana del centro (1997) y a través de las más variadas formas métricas, incluido un empleo sin recato del versolibrismo, Fina García Marruz trató los distintos temas eternos de la literatura y la poesía con una mezcla de sencillez y transcendentalidad, de coloquialismo e intensidad, de emoción y verdad, ciertamente estremecedoras.

Como ella misma ha señalado en uno de sus poemas, el tiempo nos engaña muchas veces, aunque en algunas ocasiones es ese mismo tiempo en su engaño el que parece burlado. Congratúlemonos de que después de tanto silencio, de tanta "poesía secreta", el tiempo en el que nada ya se espera vaya a restituir con justicia y generosidad los merecimientos de esta poeta excepcional. Las futuras generaciones de lectores lo agradecerán.

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