"Manuel Bello fue capaz de encontrar la poesía en las cosas más marginales"

FRANCISCO BAENA. Director del Centro José Guerrero

Libros de Autoengaño publica esta semana la nueva novela del escritor granadino

'Avery Jones' está inspirada en "artistas que viven ajenos al mercado, en especial en el fotógrafo accitano"

Francisco Baena posa en el interior de su casa.
Francisco Baena posa en el interior de su casa. / María Del Mar F. Agis
Isabel Vargas

04 de abril 2017 - 06:00

Granada/La sensibilidad, decía el fotógrafo Manuel Bello (Guadix, 1957- Granada, 2009), es "como un músculo": si no se ejercita se queda fofo. En el caso de Francisco Baena parece estar en plena forma. Lo demuestra al mando del Centro José Guerrero, donde el jueves se inaugurará una muestra inédita en España sobre el artista Louis Faurer en colaboración con la fundación Cartier-Bresson de París, y también cuando escribe literatura. Esta semana la editorial Libros de Autoengaño publica su nueva novela. Avery Jones es un homenaje a Bello, a quien admira muchísimo, y a todos aquellos artistas ajenos al mercado, a la exposición mediática, a las instituciones y a las las palmaditas en la espalda. "A los outsiders", concreta. El libro además no se despega de la condición de filósofo del autor y por eso en él aparecen pequeñas reflexiones sobre el mundo que nos rodea. Tomen nota: Avery Jones.

-La protagonista se obsesiona por un fotógrafo al ver una instantánea suya en un fanzine. Es entonces cuando emprende una búsqueda para encontrarlo. ¿A quién representa este tipo?

–Hay una primera referencia para mí que es el fotógrafo granadino Manuel Bello, ya fallecido. Buena parte del libro está inspirado en él. Es un tipo de creador que vive ajeno a los circuitos más comerciales, ya sea por decisión propia o por avatares de la vida, y sin embargo desarrolla un trabajo muy interesante.

–¿Habla la escena underground, de los artistas que se quedan al margen de la industria?

–Sí, esos mismos. La pregunta que se hace la chica protagonista es porqué está fuera de los circuitos artísticos de primera línea. Ese es el motor de la historia. En primer lugar, quiero localizarlo y luego saber qué le ha llevado a vivir ajeno a eso.

–Manu Ferrón dijo hace unos días que "la calidad artística de cualquier obra de arte está alejada de la repercusión".

–Estoy de acuerdo con la frase. Esa calidad tampoco necesita una sanción social del sector, o de los especialistas. En este caso, al artista le da un poco igual. Lo que quiere mi protagonista es emocionar a quien le llegue eso. Le da igual si es a una multitud o a una sola persona. Uno de los personajes intenta montarle una exposición, pero parece que al final resulta imposible hacerla.

–Estaríamos hablando de un Javier Egea en toda regla.

–Exacto. De hecho, Manuel Bello llegó a conocerlo. Pertenecían a la misma generación.

–Usted es también crítico de arte. ¿Cree que viven ajenas a la creación subterránea?

–Hay de todo. Tampoco se puede generalizar. Hay críticos que están más pendiente de lo que está más de moda o de lo que demanda el mercado, las instituciones, y otras que no, que están pendientes de lo que se queda fuera, buscando lo interesante.

–"Es una sensación extraña ser testigo de cómo un material que ha sido seña de identidad del mundo y la cultura en los que uno se ha formado pasa a ser súbitamente un vestigio del pasado. Toda una serie de valores asociados a lo que inesperadamente desaparece a nuestra vista, se derrumban. Ha pasado con otras industrias, levantadas a partir de la producción de soportes con más historia o más recientes: el libro, el vinilo, el vídeo, el cedé", se lee en su libro. ¿Vivimos en una sociedad efímera, frágil?

–Lo que es curioso es que este mundo va a una velocidad de vértigo. Aplicaciones tipo Instagram están acabando con los blogs donde tanta gente antes archivaba fotografías. En Instagram la gente mira lo último. Dudo mucho que llegue a la primera foto publicada. Inspirada en ésta hay otras como Snapchat, que la utilizan gente muy joven. Mis hijos la utilizan. Aquí se da lo que yo llamo la imagen fantasma, que no dura nada. Al cabo de un día desaparece. El puro presente inmediato. Eso es lo que tenemos ahora. Hay una serie de soportes asociados a tiempos más lentos que están desfasados. Es una tendencia.

–¿Qué aconseja

–Estar alerta, no dejarnos avasallar y trabajar con ello. Vivimos en el siglo XXI.

–La novela se compone de una serie de textos de distinta naturaleza, que van alternándose y trazando conjuntamente la historia. Esto ya lo ha hecho antes. ¿Qué le lleva a eso?

–Llego a la narrativa, a la literatura, de forma natural, poco premeditada. Antes había escrito crítica, ensayo, tesis. Una escritura más académica o periodística. Tenía tendencia a narrativizar lo que contaba. Eso me ha ido llevando de una manera natural a esto. Tampoco puede deshacerme de lo que soy. No hay un planteamiento, un proyecto muy estudiado, me dejo llevar. Toda esa parte si la incorporo. En esos artículos que va escribiendo ella, que funcionan como artículos, tienen una cierta autonomía. Son ejercicios de écfrasis, descripción de imágenes. La mayoría están basados en fotografías de Manuel Bello. Hay una parte que la protagonista escribe lo que a ella le sugiere cada foto de Bello.

–¿Qué es lo que tanto le impactó de este fotógrafo?

–Es un tío muy sensible. Fue capaz de ver la poesía en las cosas más marginales. Hay muchos así, pero él tiene su propio pulso a la hora de reproducirlo. Es una cuestión muy emocional. Compone muy bien. Me gusta mucho cómo utilizaba la luz. Él cometía muchas veces errores, desde el punto de vista académico, como desenfoques, pero les daba un carácter expresivo.

–La fotografía es precisamente una de las líneas de trabajo del espacio que dirige.

–Cuando llegué al Centro Guerrero ya estaba eso planteado. Encima hice mi tesis sobre teoría de la fotografía. Ahí confluyeron los intereses. Pensamos que la fotografía es uno de los medios artísticos más influyentes a la hora de representa nuestra imagen del mundo. Más que la pintura incluso.

–Han pasado como cinco meses desde su nombramiento oficial como director del Centro José Guerrero. ¿Qué tal han ido?

–He tenido la suerte de que me toque esta responsabilidad en un momento dulce de mi relación entre la familia Guerrero, diputación y el equipo, con quien tengo muy buena sintonía. Lo único que estamos en un contexto de crisis y cuesta más conseguir los recursos. Prueba del interés de la diputación es que nos ha mantenido el presupuesto.

'Un camino de migas en el bosque'

Sigo recibiendo fotos que atribuyen a Avery. Con cuentagotas. Dos jpgs reproducen sendas imágenes sucias provenientes de fanzines y escaneadas de fotocopias. Otro, todavía peor, procede de un artículo de prensa. Poco a poco voy conociendo su obra, aunque sea a través de ecos que la deforman. No me defrauda, al contrario. Cada vez me atrae más. ¿Por qué no es popular? Es cierto que no me había preocupado antes de ese mundo, así que no es extraño que fuera para mí un perfecto desconocido. Pero llevo unas semanas en las que no me dedico a otra cosa que a rastrear su pista en todos los sitios web especializados, blogs, foros, redes. Y nada. Creo que es muy bueno, y sin embargo no consigo apenas noticias de él. Eso, claro, hace el caso mucho más interesante. ¿Es que nadie lo ve? ¿Acaso porque se oculta o repudia los protocolos de actuación habituales? ¿Por no ser suficientemente profesional? Quizá rechace los estandars profesionales por puro amateurismo, por convicción ideológica. Puede que no quiera salir de los guetos underground, en los que tal vez se sienta protegido. No sé muy bien si realmente ha querido formar parte de la escena del arte. Algo me dice que no, o que no con la decisión necesaria. ¿Qué hiciste, Avery? ¿Dónde te escondiste?

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