Garciarias y su mundo en flor
El pintor afincado en Granada muestra en la Fundación Rodríguez Acosta 'Los vasos azules', su última creación
Una visita al Museo L'Orangerie de París lo dejó petrificado. Todavía lo recuerda. Fue en 1997 cuando, de pronto, se vio frente a frente con el cuadro Los gladiolos del pintor rudo Chaim Soutine. "Ni siquiera era un cuadro grande... más bien mediano", recuerda ahora. El caso es que decidió que acababa de encontrar su camino en la pintura. "Fue ahí cuando decidí que debía emplear la técnica del óleo", comenta. Ahora, tanto tiempo después, exhibe en la Fundación Rodríguez Acosta el resultado de un largo proceso de creación que se caracteriza por un tremendo colorido y una visión personal del arte. Pedro Garciarias (La Habana, 1947) da un buen golpe de mano.
La muestra se llama Los vasos azules y consiste en más de una treintena de cuadros y objetos, además de apuntes de trabajo que expresan su reflexión en torno al arte y la pintura. El título de la exposición tiene también su curiosidad. "En 1997", cuenta ahora este pintor afincado en la Alpujarra granadina, "yo estaba leyendo las Confesiones de San Agustín y me quedé con la imagen que narra en torno a un niño que quería meter todo el océano en un vaso. Esa imagen tenía mucha magia, como todos los sueños y fantasías que se inventan los niños". Luego añade: "Entre eso, y que los gladiolos en el mar se agitan, que me recordó mucho al Nacimiento de Venus, se fue organizando todo".
Pedro Garciarias escogió la Fundación Rodríguez Acosta porque era el sitio ideal para su muestra. "Allí, en la Fundación, está el Estanque de Venus. Se daban todos los ingredientes".
La muestra de Los vasos azules es la continuación de otra exposición que ya montó hace unos años en el hotel Ladrón del Agua, con cuadros de gran formato, y el paso intermedio hacia otra que realizará en Alcalá la Real y posteriormente en Bélgica.
Pedro Garciarias no sólo muestra cuadros de un profundo colorido y una gran belleza. También pueblan la exposición objetos artísticos, como los que él denomina "mensajes para náufragos", botellas pintadas con mensajes dentro. "Todo se basa en la idea de que siempre puede haber una mano que salve a un náufrago".
Hay también un homenaje implícito en esta exposición a la madre de Federico García Lorca, a quien Garciarias atribuye todas las inquietudes artísticas y poéticas del autor granadino. "Juan Ramón Jiménez solía decir que toda su poesía se la debía a su madre. Creo que el caso de Federico García Lorca es bastante similar. Tuvo que ser ella, maestra de escuela, mujer culta, la que introdujo a su hijo en el mundo de las letras y de la creación". El homenaje consiste en dos violines reales, uno pintado por Garciarias, y otro sin pintar, que simboliza aquellas tardes de verano en la Vega granadina. "El cuadro se llama Música para acompañar los sueños de un niño dormido", explica el pintor cubano.
Una de las ideas del artista cubano era unir en esta muestra conceptos como el del sonido y el del color. Tomó una partitura de Debussy, un autor que encaja perfectamente con los cuadros de Chaim Soutine, y trabajo visualmente sobre ella.
"Yo siempre me he aplicado a la hora de pintar las tres reglas de oro de las que hablaba María Zambrano, que decía que un artista debía trabajar en soledad, con independencia y mostrar sustantividad", dice. "Creo que son las cosas que siempre tengo de manera inconsciente. Quiero que se sienta lo que se está dibujando".
Otra de las intervenciones que el artista ha realizado en la Fundación Rodríguez Acosta es la de ir colocando por los rincones ramos de flores atados. "Es algo que oí que se solía hacer en la Alhambra. Yo lo hago en mi casa de la Alpujarra: dejar ramos de flores apoyados en la pared". De ese modo, Garciarias convierte toda la Fundación en un pequeño fragmento de su mundo creador.
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