Goya, testigo de excepción del levantamiento del Dos de Mayo
El artista plasmó el acontecimiento, del que se celebran hoy 203 años, en dos pinturas consideradas obras maestras que se conservan en el Museo del Prado
Francisco de Goya fue testigo de excepción del levantamiento del Dos de Mayo en Madrid, del que hoy se cumplen 203 años, acontecimiento que el artista plasmó en sendos emblemáticos cuadros El dos de mayo de 1808. La lucha con los mamelucos y El tres de mayo de 1808. Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío.
Las pinturas que representan la revuelta popular contra el ejercito de Napoleón se conservan en el Museo del Prado, donde se exhiben en la Sala 64.
En 1814 Goya propuso al regente, el cardenal don Luis de Borbón, la realización de obras que rememoraran hechos de la Guerra de la Independencia (1808-1812) con el fin de "perpetuar por medio del pincel las más notables y heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa".
La pintura El dos de mayo de 1808 representa la revuelta del pueblo de Madrid que atacó con navajas y cuchillos a los mamelucos, soldados turcos del ejército francés de Napoleón, que se llevaban a Francia a los hijos menores de Carlos IV y María Luisa, lo que determinó el comienzo de la Guerra de Independencia ese mismo día. Por su parte, El tres de mayo de 1808. Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío es una de las obras más emblemáticas históricamente de Goya y se ha convertido, junto con el Guernica de Picasso, en referente de las guerras sufridas en España.
La pintura refleja los fusilamientos de los patriotas de Madrid por miembros del ejercito de Napoleón, como represalia al levantamiento del día anterior contra la ocupación francesa.
Los soldados franceses, de espaldas a la derecha de la composición, apuntan a los madrileños que han de morir. El dramatismo y la tensión de la escena quedan subrayados por el uso de la luz, que ilumina a los héroes permitiendo diferenciar sus caracteres y actitudes.
Según los documentos existentes, ambas obras pudieron servir para decorar un arco de triunfo durante la entrada de Fernando VII en su retorno a Madrid o como conmemoración en las celebraciones del 2 de mayo.
Desde que en 1763 un joven Goya viajó a Madrid, su relación con la ciudad fue continua y de su mano han salido algunas de los mejores paisajes y representaciones de la vida popular madrileña, que se han convertido en símbolos de la capital.
Entre sus obras maestras figuran los frescos que pintó a finales del siglo XVIII para la Ermita de San Antonio de la Florida, uno de los templos más populares de Madrid en el que se encuentra enterrado el maestro aragonés.
Gran conocedor y aficionado a las fiestas y tradiciones madrileñas, Goya convirtió su obra en una magnífica galería de diferentes personajes del siglo XVIII y los vistió ataviados con vestidos típicos de la época de la reina María Luisa.
El cartón para tapiz de La merienda es otra de las obras que ha marcado la relación del artista con la ciudad. En ella aparecen una serie de majos y majas a orillas del río Manzanares y a la derecha de la composición se aprecia la Ermita de la Virgen del Puerto.
En otro cartón, el de La riña en la Venta Nueva, el artista refleja un paisaje de Madrid, conocido en la actualidad como Ventas y entonces como Ventas del Espíritu Santo.
Otros cartones de escenas madrileñas son, entre otros, Baile a orillas del Manzanares, El quitasol, La cometa, Las lavanderas, La ermita de San Isidro el día de la fiesta, La gallina ciega o La feria de Madrid, desarrollado en el entorno de la plaza de la Cebada.
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