La Granada de Fortuny
arte
El artista se instaló en Granada en 1870 para residir en el palacio nazarí
La muestra cuenta con casi doscientas obras de gran interés y atractivo
La privilegiada figura artística de Mariano Fortuny fue, en el siglo XIX, parecida a la que muchos artistas gozaron en la centuria siguiente. Era conocido, respetado, valorado y solicitado por los buenos y ricos aficionados, así como por una parte significativa del pueblo.
Tenía el beneplácito de la crítica del momento -Théophile Gautier, el más importante de entonces, lo admiraba profundamente y el elogio hacia él fue constante- y su obra mantenía la más alta consideración.
También su actitud vital era propia de tiempos posteriores, haciendo todo lo que le venía en gana y mostrando una posición ante la vida absolutamente moderna y lejos de lo que era habitual en una sociedad, todavía, con muy pocos visos de modernidad.
En pleno estrellato como artista, cuando su obra ocupaba espacios de privilegio en las mejores colecciones existentes y los prohombres de la época buscaban su pintura para adquirir un cierto lustre cultural, el pintor de Reus decidió dar un nuevo giro a su existencia y a su estilo pictórico y abandonar la placidez de aquella pintura casocanista, excesiva y decimonónica que tanto le había dado, para buscar nuevos rumbos estéticos y artísticos, alejados de la tibieza y redundancia de su pintura de género.
Granada y la Alhambra bien podría representar el escenario ideal donde poder encontrar los horizontes artísticos y existenciales que necesitaba y anhelaba, aquellos que le aportaran caminos por donde circular hacia nuevos y distintos horizontes. En 1870 se instaló en Granada para residir en el mismo palacio nazarí. Allí, durante dos años iba a encontrar una nueva realidad mucho más abierta y apasionante que la que le ofrecía su pintura costumbrista. Se apasionó con los ambientes orientales, con los impactantes espacios llenos de belleza, con el expresionismo colorista reinante, con las formas, con la sensualidad de un paisaje extremo que le harían abrir sus perspectivas artísticas y gozar con un universo plástico que su pintura anterior no le aportaba.
El tiempo de su estancia granadina permitió a Mariano Fortuny realizar una importante colección de obras, varias significativas pinturas, numerosos dibujos y muchísimos bocetos que son, ahora, elementos conformadores del contenido de una exposición que permite hacernos transitar por uno de los periodos artísticos más apasionantes de la carrera pictórica de uno de los más grandes pintores españoles de la época decimonónica.
"Tiempo de ensoñación. Andalucía en el imaginario de Fortuny" es una buena muestra patrocinada por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía que nos abre las puertas de la producción de Mariano Fortuny realizada en Granada en aquellos 1870 a 1872 cuando el artista decidió variar los esquemas de su pintura antes de su definitiva marcha a Roma.
Una muestra que cuenta con casi doscientas obras provenientes de colecciones particulares y de importantes instituciones museísticas nacionales e internacionales. La misma está comisariada por Francesc Quílez, conservador de dibujos y grabados del Museo Nacional de Arte de Cataluña, entidad organizadora junto con el Patronato de la Alhambra y la Obra Social de la Caixa.
Su contenido ha sido estructurado en varios órdenes que agrupan otros tantos planteamientos temáticos en los que podemos encontrar la soberbia línea dibujística del artista; ese dibujo valiente, pasional y determinante capaz de los mejores registros; así como con una pintura altamente expresiva que abre sus esquemas a la fuerza de una plástica poderosa, con la vehemencia de la luz granadina incidiendo contundentemente sobre los paisajes, los objetos y las personas y con los solventes argumentos de una pincelada expresionista, con mínimas sujeciones representativas, sólo las absolutamente necesarias para ilustrar escuetamente una realidad matizada por la plasticidad y pureza de los ambientes.
En la muestra del Palacio de Carlos V, el espectador puede transitar por un paisaje de Granada visto por la apasionada mirada de un artista profundo y lleno de energía, con la Alhambra de telón de fondo como protagonista idílica de una ciudad envolvente, misteriosa, llena de espiritualidad; por un realismo que acerca, también, a personajes y a escenas costumbristas y con el patrimonio de un artista feliz que encontró en la ciudad un mundo distinto, maravilloso y por el que le valía la pena vivir.
Estamos ante una exposición que, además, nos presenta imágenes íntimas de la vida de Mariano Fortuny, con episodios de su existencia alambreña y, sobre todo, de sus perspectivas como pintor distinto, sabio, único y con vocación de futuro.
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