Granada y Málaga planean crear un 'Camino de Fray Leopoldo'
Alpandeire estudia crear una ruta que conecte este municipio, lugar de nacimiento del fraile, con la capital, donde murió
El cíngulo menguante de Fray Leopoldo
La vida de Fray Leopoldo servirá para unir las provincias de Málaga y Granada. Así, Alpandeire está trabajando para crear una ruta que conecte este municipio, donde nació el fraile capuchino, con la ciudad de la Alhambra, donde murió y reposan sus restos mortales. Una misión que cuenta con el apoyo de la Diputación malagueña y que requerirá el apoyo de la granadina.
Se trata de un camino de 224 kilómetros que permitirá la peregrinación de los devotos de Fray Leopoldo, ya sea andando o en bicicleta, y durante el cual se profundizará en el conocimiento de la vida y obra del fraile, ya que transcurrirá por los lugares donde vivió la mayor parte de sus casi 92 años de existencia.
Estará divido en diez etapas, con una distancia entre los 14,7 y los 27 kilómetros, y permitirá a los senderistas visitar cada uno de los municipios por los que discurra y adentrarse en sus iglesias y conventos.
La Diputación malagueña seguirá promocionando la figura de Fray Leopoldo en Alpandeire como foco de atracción turística tras la visita a la localidad del presidente de este organismo, Francisco Salado, para mantener una reunión de trabajo con su alcaldesa, María Dolores Bullón. La institución ha reafirmado su compromiso con Alpandeire y la promoción de Fray Leopoldo como foco de atracción turística para el municipio y las comarcas de Ronda, Guadalhorce y Antequera y se ha comprometido a colaborar en el acondicionamiento y señalización de la ruta.
Fray Leopoldo se llamaba en realidad Francisco Tomás de San Juan Bautista Márquez Sánchez, así que benditos aquellos que le acortaron el nombre y lo llamaron Fray Leopoldo de Alpandeire, porque fue en ese pueblo donde nació. A él, según explicaba Andrés Cárdenas en este periódico, "no le gustaba el nombre y prefería llamarse Fray Francisco Tomás, pero se tuvo que aguantar".
De niño fue poco a la escuela porque su principal dedicación era cuidar el rebaño de su familia. Una tarde, cuando tenía 10 años, aparecieron por el cielo unas nubes negras que presagiaban una enorme tormenta. Él estaba en el campo con otros niños, a los que dijo que conocía un lugar cercano para resguardarse y rezar. Otro de los niños dijo que nada de rezos, que lo mejor sería salir corriendo hacia el pueblo y resguardarse en las casas. Los niños eligieron la opción del futuro beato y el niño disidente salió disparado hacia el pueblo. Cuando iba por mitad del camino, un rayo lo alcanzó y lo dejó fulminado.
Tras esto, en el pueblo empezaron a decir que el pequeño estaba tocado por un don divino. Él también debió creérselo porque a partir de entonces su única idea era la de ser fraile. Después de varias intentonas, tomó el hábito de los capuchinos en Sevilla en noviembre de 1899 y cuatro años más tarde llegó a Granada, donde se dedicó a la huerta que tenía la orden. El fraile creía que Dios estaba también entre las lechugas y los tomates. Estuvo esporádicamente en Sevilla y Antequera, pero en 1914, el año en que comenzó la Primera Guerra Mundial, regresó a Granada para quedarse definitivamente. Recorrió con un borrico gran parte de los pueblos de Andalucía Oriental pidiendo para los pobres. Su templo fue durante años las montañas y los caminos polvorientos que recorría.
Fue sin duda uno de los limoneros más conocidos y lo llamaban el de las Tres Avemarías porque ese era el rezo que proponía a todos los peticionarios después de dar la correspondiente limosna. En todos esos recorridos, fue apedreado, insultado y vejado, sobre todo en la época de la República, donde muchos lo llamaron haragán y le decían que ya estaba bien de pedir limosna, que lo que tenía que hacer era trabajar. Pero él nunca cejó en su empeño de ir por los caminos pidiendo para los pobres. Fue un hombre crédulo, sencillo y discreto que poco a poco fue visto más como un santo que como una persona. Los que viven y que lo conocieron dicen que su mirada, sobre todo, transmitía una serenidad que resultaba balsámica en el clima de incertidumbre por el que pasaba Granada.
Tres años antes de su muerte cayó rodando por unas escaleras y sufrió fractura de fémur, y, tras una convalecencia hospitalaria, consiguió volver a caminar con ayuda de dos bastones. Fray Leopoldo falleció en la mañana del 9 de febrero de 1956. Multitud de fieles acudieron al convento a darle su último adiós. Desde entonces, cada año miles de devotos visitan la cripta en la que descansan sus restos, junto a los Jardines del Triunfo, en Granada capital.
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