TERRIFIER 3 | CRÍTICA
Crece el idilio entre Art el payaso y su público
blanca li. bailarina, coreógrafa, cineasta
Granada/"No lo sé. Hasta que no me inviten". Así responde Blanca Li (Granada, 1964) cuando se le pregunta por su vuelta a los escenarios de la ciudad. Desde la última vez han pasado casi 10 años. La artista granadina creó un espectáculo en exclusiva para el Festival Internacional de Música y Danza. Poeta en Nueva York puso en escena a más de 30 bailarines y músicos, combinando flamenco, hip hop y música jazz para evocar el choque cultural que vivió Federico García Lorca cuando aterrizó en Nueva York. Coreógrafa iconoclasta, bailarina inquieta, mente versátil, cineasta, madre, artista asociada al Centre Chorégraphique National de Créteil. Li no para quieta. Concibe su trabajo como un regalo que cada día saborea. Ahora, en su nuevo montaje, Diosas y demonias, reflexiona "sobre cómo es ser bailarina y mujer hoy", resume al otro lado del teléfono en su casa de París, donde lleva afincada décadas. Lo hace en buena compañía: con la estrella del Bolshoï Ballet Maria Alexandrova. Ninguna de las dos hablaba la misma lengua, pero en el año que duró el proceso de creación tuvieron que aprender a comunicarse. "Tuve la sensación de estar hablando todo el día con ella, pero si me preguntas cómo hablamos soy incapaz de contestarte", comenta en tono pícaro. El montaje, que se llevó el aplauso de la crítica y el público neoyorquino hace unas semanas, funde danza clásica y contemporánea aderezadas con una música, un vestuario y un trabajo de videomapping impecable.
-Las dos encarnan durante más de una hora a las diosas de la mitología griega, ¿con qué intención?
-La idea de inspirarme en ellas tiene que ver con mis ganas de hablar sobre la mujer. Es importante hacerlo en un momento así, donde el feminismo ha evolucionado tanto. Hay que reflexionar sobre lo que ha cambiado, lo que hay que cambiar y cuál es la posición de los hombres, muchos de ellos feministas declarados. La imagen del padre ha cambiado mucho. En mi caso tengo un hombre increíble. Reflexiono sobre cómo es ser bailarina y mujer hoy.
-¿Se siente discriminada por ser mujer en pleno siglo XXI?
-Sí, es justo uno de los temas que trató en Diosas y demonias. La razón por la que quise hacer este espectáculo es porque sigue existiendo, a pesar de los cambios, una discriminación brutal hacia la mujer. No tenemos las mismas oportunidades que un hombre. Esto ocurre desde que levantas un palmo del suelo. Vivimos un tiempo en el que hay que seguir hablando de feminismo, de mujeres y de cambio. En España, sin ir más lejos, una mujer muere cada tanto a manos de su marido. Hay que trabajar mucho para que haya igualdad, para que nos lleguen a respetar como es debido. En la mitología primitiva sólo había diosas. Se creía que ellas era el origen de la vida, del mundo, de la creación. Se respetaba y se admiraba a la mujer. Luego llegaron los dioses y ya se empezó a complicar la cosa (ríe).
-¿El mundo de la danza sigue siendo tan machista como lo pintan en las películas?
-Es una excepción. Si te fijas, el hombre casi siempre ostenta la posición de poder. Es curioso ir al cine y fijarte en la imagen estereotipada que proyectan de los hombres coreógrafos. Que se tiran a sus bailarinas... Topicazos que nos hartan a todas las personas que trabajamos en este mundo. Luego, puedes observar algo mucho más sugerente. Las direcciones de los ballets, de las instituciones que tienen que ver con la danza, casi siempre están dirigidas por hombres y mira que en España hay mujeres capacitadas.
-La presencia es minoritaria por desgracia, sí...
-Todavía existe esa dominación del hombre sobre la mujer, y es muy injusta. La gente tiene que ser consciente de la dominación para reflexionar y cambiar las cosas. Hubo un momento que se veía feo ser feminista, parecía como que se hubiera pasado de moda. Es un trabajo de las mujeres y los hombres conseguir la equidad entre ambos.
-Supongo que en su compañía esto que me dice se llevará a la práctica.
-Sí, claro. Somos personas que nos respetamos los unos a los otros. No acepto conductas machistas, pero desgraciadamente en la sociedad no ocurre. El programa de muchos teatros, por ejemplo, tienen que cambiar. Siempre hay más hombres que mujeres.
-¿Ha llegado a cobrar menos que un hombre?
-Sí, sí. Esto pasa también en el mundo del cine, de los negocios. Pero no es sólo por esto por lo que quería hacer este montaje.
-¿En qué o quién se ha inspirado para componer este gran homenaje a la mujer, además de los arquetipos de la mitología griega?
-Me apetecía hablar de todas esas mujeres maravillosas que han hecho que la danza sea lo que es hoy, en aquellas que cambiaron en gran parte la danza y la hicieron evolucionar hacia la danza moderna en momentos donde lo tenían más difícil. Evoco todas esas personalidades sin contar historias, porque yo no soy muy narrativa. Me gusta que el público sienta a su manera.
-La técnica se aprende en la escuela, pero ¿cómo se aprende a emocionar en la danza, donde no hay palabra?
-No veo el interés en bailar para mostrar la técnica. A mí lo que me interesa es la emoción, la interpretación. Hasta que no dominas la técnica no eres libre para sacar las emociones hacia fuera. Para Diosas y demonias buscaba a una mujer muy muy diferente de mí, que hubiera vivido la danza también desde pequeña, pero en otro contexto, en otra cultura, con otras referencias. María y yo contamos lo mismo, pero de manera diferente porque las dos manejamos dos técnicas completamente diferentes. Luego hemos hecho un trabajo para encontrarnos y desencontrarnos, para ser iguales y a la vez diferente. Eso fue lo que me llevo a buscarla.
-¿Qué ha cambiado el hecho de hacerla con ella?
-Muchísimas cosas. No sabía hasta dónde podíamos llegar las dos. Ella es rusa, yo andaluza. Yo he viajado por todo el mundo, he hecho danza contemporánea, africana; ella ha estado 19 años trabajando en el templo de la danza clásica. Ha sido súper bonito porque hemos dado con la manera de encontrarnos. Ella no habla inglés; yo no hablo ruso. Aún así, hemos conseguido pasar días enteros juntas. Tengo la sensación de estar hablando todo el día con ella, pero si me preguntas cómo hablamos soy incapaz de contestarte. Es ahí donde te das cuenta de que el lenguaje de la danza es tan fuerte. Nos comunicamos mucho por gestos. Es súper divertido.
-Ha bailado de todo: clásico, contemporáneo, flamenco, neoclásico, danza urbana. ¿Se atrevería con el twerking?
-Yo con todo. Jajaja. Lo respeto. Todo lo que sea bailar tiene su momento y su lugar. Si están bien hechos y con el corazón.
-El año que viene, si no me equivoco, su compañía cumplirá 25 años. ¿Qué ha tenido que sacrificar para estar en el candelero?
-No tengo esa sensación. He tenido la suerte de que bailar cada día ma ha enriquecido un montón. La danza me ha hecho conocer a tantísima gente interesante y tantísimos lugares. No tengo la sensación de haber sacrificado nada. Tengo mucho amor por mi trabajo. Tienes que ser súper constante y tienes que tener muy paciente con los problemas de cada día.
-Hace poco hablaba con una bailarina de 35 años que no se atreve a quedarse embarazada. Tiene mucho miedo. ¿Usted también lo tuvo antes de tener su primer hijo?
-Claro. A mí me apetecía y decidí, a pesar de todos los miedos, tenerlos. Lo que aprendí es que nueve meses se pasan muy rápido. No tuve que parar de trabajar casi. Estaba trabajando en otro espectáculo, en este caso dirigía, no bailaba. Tu vida se adapta. El cuerpo te vuelve en nada. A los dos o tres meses ya estaba bailando. Yo aconsejo que lo tenga si cree que es el momento. La maternidad es una cosa que cuando la vives es maravillosa.
-Me dijo Rocío Molina en una entrevista hace poco que allí en Francia les tratan como a verdaderos trabajadores y que valoran el tiempo que dedicáis en el montaje. ¿Se antoja imposible vivir de la danza en España?
-¿Por qué te crees que me fui de España? No se puede. Es casi imposible desarollarse como coreógrafa en este país. Nunca se ha respetado la danza en España. Hay muy pocos medios, pocas ayudas, pocas infraestructuras. Siempre hemos recibido muy poco respeto por parte de los gobiernos cuando tenemos maravillosos bailarines, que están por todo el mundo.
-Exiliados...
-Sí, por desgracia. No te dejan ni te ayudan a crear. En Francia te dan los medios. Te ayudan a desarrollarte como artista.
-Molina me contaba a modo de anécdota que los directores de los teatros allí te dan la bienvenida.
-Hay veces que vas a teatros en España y la persona que te ha contratado no está, o no ves a nadie del teatro. A veces pasas por los teatros como si se tratara del alquiler de un garaje.
-¿En Francia se tiene una idea menos mercantilista del arte?
-La danza, en general, de industria tiene poco. Tenemos poco que vender. Francia invierte en arte para que haya vanguardia, para que haya creación. No tengo la responsabilidad de hacer algo comercial. Simplemente creo. Hay una parte de la cultura que es industria y hay otra parte que es puro arte. El arte es algo que sale de las tripas, que puede ser bueno o malo, pero que surje de manera natural, si trabajas. Para que eso exista te tienen que dar los medios.
-Pregunta obligada: ¿cuándo volverá a Granada para bailar?
-No lo sé. Hasta que no me inviten. Tampoco es que en Andalucía la danza sea una prioridad. En Granada dime cuántos teatros tienen la capacidad de acoger un Lago de los cisnes.
-No sabría decirte. Me pillas recién llegada a la ciudad.
-Claro, es que no hay. El único escenario grande es en el Generalife en el Festival de Música y Danza, con todos los problemas técnicos que en eso conlleva. Actuamos al aire libre. Tienes que adaptarte. Poeta en Nueva York lo creé para ese espacio. Hace tiempo que Granada demanda un teatro en condiciones para traer óperas, buenos ballets.
-Justo opta a la Capitalidad Cultural Europea. ¿Qué opina?
-Para empezar deberían empezar a ocuparse de la comunicación. No tenemos AVE y para llegar yo de Francia es una odisea. No hay aviones. Tengo que llegar a Málaga y hacer una hora en el coche. Yo encantada que sea la capital cultural. Pero ¿por qué no se hace un buen teatro en Granada de una vez?
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