Grandes logros y éxitos de la OCG

Crítica musical

La Orquesta Ciudad de Granada, que esta temporada presentó a Lucas Macías como su nuevo director, ha demostrado ser una espléndida incorporación no solo para nuestra orquesta sino también para el panorama cultural granadino

Grandes logros y éxitos de la OCG / María Romero/ Photographers
Gonzalo Roldán

23 de mayo 2021 - 19:28

***** Programa: Programa: Aaron Copland: Fanfarria para un hombre común; Sergei Prokofiev: Sinfonía núm. 1 en R mayor “Clásica” op. 25; Gabriel Fauré, Requiem en Re menor op. 48. Solistas: Natalia Labourdette (soprano) y Gianfranco Montresor (barítono). Director: Lucas Macías. Fecha y lugar: Auditorio Manuel de Falla, 22 de mayo de 2021.

Hace apenas siete meses presentábamos a Lucas Macías Navarro con el titular de “buenas expectativas”, en un concierto reseñable donde el director y oboísta dejaba muy buen sabor de boca. Hoy, cuando clausuramos la primera temporada post-COVID, podemos afirmar sin lugar a dudas que nuestra orquesta ha encontrado a un director dinámico y de profundo conocimiento con el que iniciar una nueva etapa, dentro de la nueva normalidad a la que poco a poco nos iremos acostumbrando. Y es que Lucas Macías es uno de esos artistas integrales, que se ha formado en las cocinas de la música como intérprete y ha desarrollado un agudo sentido de la interpretación que ahora comparte con humildad y conocimiento de causa desde el podio de dirección.

Para cerrar la temporada se interpretaron tres obras de expresividad y sentido estético muy distinto, en un programa heterogéneo que nos recordó a los más veteranos a aquellas veladas sorpresivas y sorprendentes que programaba Josep Pons en la primera década de existencia de la OCG. Y es que Lucas Macías parece tener esa capacidad de aunar un sentido estético maduro con una intencionalidad en lo artístico capaz de estimular tanto al público de siempre como al que ha de llegar. Y frente a él, nuestra orquesta, ese conjunto de profesionales cuya versatilidad y dinamismo afloran con luz propia ante una batuta fresca y versada.

El concierto se abrió con la Fanfarria para un hombre común de Aaron Copland, una pieza escrita en plena la Segunda Guerra Mundial que formaba parte de un homenaje a tanta gente implicada en el desarrollo de la contienda. Musicalmente la interpretación de los vientos y percusión de la OCG desprendió una positividad y emotividad enmarcadas en su intencionalidad original, que sin embargo en estos momentos vuelve a cobrar un significado muy especial. Y es que, si bien sanitarios, comerciantes, docentes y fuerzas del estado han merecido y merecen el reconocimiento de la sociedad por su inestimable labor en tiempos de pandemia, también es digna de reconocer la labor de los profesionales de la cultura que han mantenido vivos, pese a las dificultades y las limitaciones, la esperanza y el optimismo.

Hoy, cuando tímidamente se vuelven a proyectar programaciones y se empieza a hablar de recuperar la actividad cultural con relativa normalidad, es el momento de rendir homenaje a todas esas personas comunes que, como el hombre anónimo al que se dirigía Copland, han estado ahí día a día aportando su granito de arena para que la sociedad que un día conocimos no se convierta en un espejismo o un recuerdo del pasado.

La segunda obra interpretada fue la Sinfonía núm. 1 en Re mayor “Sinfonía Clásica” op. 25 de Sergei Prokofiev, una pieza escrita también en tiempos convulsos, durante la revolución rusa de 1917. La obra inauguraba una tendencia estética, el neoclasicismo, que miraba a formas y estructuras del pasado desde una reinterpretación contemporánea. Así, en lo formal sigue siendo una sinfonía en cuatro movimientos, pero el tratamiento temático, las armonías, incluso la tímbrica, la convierten en una página singular no solo de su tiempo, sino también de la historia de la música universal. La interpretación acometida por Lucas Macías y la OCG fue espléndida, ya que director y orquesta matizaron a la perfección los múltiples juegos tímbricos y motívicos de la obra, desde el alegre movimiento inicial hasta el optimista y vivo final, pasando por un larghetto lleno de expresividad y una Gavota que en sustitución del minuet habitual imprime un toque a la vez irónico y juguetón a la obra. El trabajo meticuloso de las cuerdas, que se mueven en un amplio rango técnico y expresivo, se unió a una limpia y precisa interpretación de los vientos, tan importantes en la partitura. Lucas Macías volcó todo su brío al abordar la obra con unos tempi bien entendidos que la dotaron de dinamismo, limpiando de toda emotividad su dirección para desplegar la perfecta y colorida estructura de la sinfonía de Prokofiev.

Este singular concierto de cierre de temporada concluyó con la interpretación del Requiem en Re menor op. 48 de Gabriel Fauré, sin duda el más espiritual y optimista de los escritos a lo largo del siglo XIX. Desde que Mozart dejara inconcluso su famoso Requiem en 1791, curiosamente también en tonalidad de Re menor, ningún compositor se había acercado al oficio de difuntos con una visión tan particular y preclara. Fauré terminó la partitura un siglo después, y en ella no buscó el dolor y el patetismo por la pérdida, sino mas bien el sentimiento de liberación y la expectativa de trascender a un estado de felicidad plena.

En escena estuvieron, junto a la OCG y Lucas Macías, la soprano Natalia Labourdette y el barítono Gianfranco Montresor, y ocupando la sala B con la debida distancia de seguridad y cantando con mascarilla estuvo el Coro de la OCG, cuya presencia en el programa de clausura de esta temporada hemos de considerar todo un acierto. Verdaderamente, desde su creación este coro ha acompañado a nuestra orquesta en múltiples programas, demostrando siempre mantener unos estándares de calidad y un compromiso indiscutible con la OCG y con la música. Héctor Eliel Márquez, su actual director, realizó una labor encomiable al preparar a la formación para la interpretación del Requiem de Fauré, que por su carácter demanda un cuidado exquisito tanto de las dinámicas como de la emisión, alejado de efectismos y recursos románticos. Las voces puras del coro, de timbre cristalino y precisa dicción en muchas de sus intervenciones, fueron el complemento idóneo a la interpretación contenida y cuidada de la orquesta. Especial mención merece Natalia Labourdette por su emotivo “Pie Jesu”, con un timbre bello y ligero que se adaptó bien a la concepción del autor. Por su parte, el barítono Gianfranco Montresor desplegó una voz potente y timbrada, con un rico color y densidad no siempre adecuados al sentido semántico de la obra pero de una afinación y dicción precisas y de gran calidad, como el inicio del “Libera me”.

El resultado final fue todo un disfrute para los sentidos, un broche de oro que demuestra el buen momento artístico de coro y orquesta y que nos augura grandes expectativas para la próxima temporada.

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