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Madrid/Lo que Quevedo no hizo, pese a prometerlo, con Don Pablos de Segovia lo han hecho con una “impertinencia cariñosa y respetuosa” el dibujante granadino Juanjo Guarnido y el guionista francés Alain Ayroles, es decir, poner a éste pícaro de nuevo en el camino de nuevas aventuras, esta vez en el Nuevo Mundo.
Dos amigos y un mismo destino, este podría ser el resumen de la historia de cómo se pergeñó El Buscón en las Indias (Norma editorial), esta “secuela imaginada” de la obra La Vida del Buscón, publicada en 1625, que estos dos artistas han conseguido finalizar de manera rigurosa y real, como si el mismísimo archienemigo de Góngora lo hubiera escrito.
“El libro nació de una buena idea, pero fue un hallazgo que vino de forma casi mágica”, cuenta Guarnido (Granada, 1967) a Efe acerca de cómo las ganas de trabajar con Ayroles les llevó hace 10 años a buscar de manera incansable una historia que a ambos les sedujera lo suficiente como para dejar de lado otros trabajos y centrarse durante tres años en ella.
“Lo que sabía que me iba a inspirar era un texto en el que Alain pudiera explotar su sentido de lo maravilloso porque él es capaz de convertir cualquier cosa en algo increíble”, relata el dibujante ante la atenta mirada del francés, quien no duda en cortarlo para relatar cómo surgió, tras desechar muchas de estas historia.
“La idea la tuve en un viaje a Quito en el lugar donde me alojaba. Allí –recuerda– había un cuadro pintado por el anfitrión de la casa de Don Quijote y me dio la idea de contar las aventuras del hidalgo en el Nuevo Mundo”.
Pero a Guarnido no le gustó porque eso habría sido “hacerle un traje a Cervantes”, así que aprovechó esta oferta de Ayroles para soltar lo que él ya tenía en su mente: volver a darle vida a Pablo de Segovia, su “Pablicos”.
Así fue como la maquinaria se puso a funcionar y el francés, que no había leído El Buscón, aunque sí que era un experto en el siglo XVII, se puso manos a la obra para crear este guión en el que no sólo se relata una historia llena de giros, tramas, aventuras y desventuras, sino también construye un relato fiel a la época en la que Quevedo publicó la obra.
“Me di cuenta –dice– que para el lector moderno podría ser monótono o lineal retomar sin más el libro de Quevedo así que pensé en otras formas de relato con ‘flashback’, aunque me di cuenta de que esta forma ya existía en la época”.
Así que decidió llevar su lógica hasta “sus últimas consecuencias” y escribir una historia “compleja”, y lo es porque está llena de golpes teatrales y giros narrativos que Guarnido ha sabido acompañar como si de un Velázquez viñetista se tratara.
“Me tuve que documentar –reconoce–porque no tenía ni idea del siglo XVII, aunque el conocimiento de Alain me ayudaba y me decía cosas sobre el vestuario, me llegó a corregir hasta las botas”.
Pero más allá de estas indicaciones, lo que Guarnido ha hecho en esta obra es un ejercicio de maestría a la altura de esos a los que de una manera curiosa homenajea, en concreto al mismísimo Albert Uderzo, uno de los padres de Astérix y Obelix.
En concreto, el granadino cuela en su nómina de personajes a actores españoles reconocibles como Alfredo Landa: “Me gustó usar este recurso y aprovecharlo para homenajear a estos actores de este cine español tan entrañable que veíamos de jóvenes”, cuenta el coautor –junto a Juan Díaz Canales– de otros cómics de fama internacional como Blacksad.
Conscientes de que este trabajo les ha abierto las ganas de continuar siendo pareja laboral, ambos concluyen que El Buscón en las Indias ha sido “producto de una simbiosis perfecta” gracias a que la amistad forjada entre ambos no ha permitido que ninguno de sus egos se “impusiera”.
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