Ibn Zamrak, el gran poeta de la Alhambra
En los márgenes
La Alhambra es un gran libro, en sus páginas de piedra, yeserías y azulejos están escritos fragmentos del Corán y poemas de Ibn Yayyab, Ibn al-Jatib e Ibn Zamrak
Ibn al-Jatib (1313-1374)
Sobre este autor mencionar en primer lugar los estudios e investigaciones de Emilio García Gómez, en sus obras: Cinco poetas musulmanes (1944); Ibn Zamrak el poeta de la Alhambra (1975), y Poemas árabes en los muros y fuentes de la Alhambra (1985). En la Enciclopedia de la cultura andalusí. Biblioteca de al-Andalus (2009) hay una interesante actualización en el término Ibn Zamrak, Abu ‘Abd Allah”, realizado por J. Lirola Delgado, E. Navarro, e I. Ortiz. Otros investigadores se han ocupado de este personaje y su poesía como A. Fernández Puertas, J. Castilla Brazales, A. Morales Delgado, J. Puerta Vílchez y M. J. Rubiera Mata.
El 29 de junio de 1333 nace en el Albayzín Ibn Zamrak y tendrá una auténtica vida de película. Su familia era pobre y venían del Levante español, cuando éste se conquistó por los cristianos. Su padre era herrero y alquilaba burros.
Con 16 años vería inaugurarse la puerta mas emblemática y protocolaria de la Alhambra, la Puerta de la Saria, hoy llamada Puerta de la Justicia (1348). Un año después, en 1349, abriría sus puertas la Madraza granadina, de la que fue uno de sus primeros alumnos, disfrutando del plantel de magníficos sabios que fueron reclutados como profesores. Entre ellos se encontraba Ibn Marzuq, venido de Marruecos, que fue nombrado predicador de la mezquita de la Alhambra y daba lecciones de sufismo (rama mística del islam) teniendo una gran influencia en nuestro joven personaje.
Otra figura clave en la formación de Ibn Zamrak será Ibn al-Jatib (al que le dedicamos un artículo hace poco) literato, historiador y persona de un gran prestigio e influencia, ya que era el gran visir desde 1349. Ibn Marzuq e Ibn al Jatib serán los grandes mecenas de Ibn Zamrak.
Yusuf I muere asesinado mientras rezaba en la mezquita en 1354, le sucede su primogénito Muhammad V. Una sublevación palatina de 1359 lo sustituye por su hermanastro Ismail II. Muhammad V se ve obligado a huir, primero a Guadix, después a Marbella camino de Fez, donde será muy bien recibido en la corte meriní. Él irá acompañado de su séquito, entre otros con Ibn al-Jatib, Ibn Marzuq e Ibn Zamak, que había entrado en la corte de Muhammad V gracias a su maestro Ibn al-Jatib. Precisamente Ibn Zamrak había trabado amistad con el hijo del sultán Abu Salim, en la estancia de éste en Granada. En Fez continuará sus estudios y participará en las fiestas de la corte realizando diversos poemas. Mientras tanto en Granada Ismail II es asesinado por su primo segundo, Muhammad VI “El Bermejo”. Pedro I, llamado “El Cruel” por sus enemigos y “El justiciero” por sus amigos, ayudará a recuperar el trono a Muhammad V. “El Bermejo” se refugiará en Sevilla donde Pedro I lo hace prisionero matándolo con sus propias manos. El pleito dinástico se resolvió en 1362 con la entrada de Muhammad V en la Alhambra. Lo acompaña Ibn Zamrak que ascenderá a secretario particular del sultán y actuará como poeta áulico, porque Ibn al-Jatib se había quedado en Marruecos, regresando después a Granada.
Vendrá una etapa de turbulencias en los reinos vecinos que Muhammad V aprovechará en su beneficio. Castilla se desangra en una guerra fratricida entre Pedro I y su hermanastro Enrique II, quién mata a Pedro I, produciéndose el cambio de dinastía de la Casa de Borgoña a la de Trastámara. El sultán Abu Salim del norte de África es asesinado en 1361, produciéndose una etapa de gran fragilidad.
Ibn Zamrak irá con el monarca a Almuñécar, mientras que Ibn al-Jatib se quedaba en la corte granadina con los asuntos de estado. A Ibn al-Jatib sus enemigos comienzan a acusarlo de todo, “de impostor, desleal, traidor y hereje, por su desmedida forma de autoalabarse, por atribuirse empresas políticas y constructivas que jamás llevó a cabo, por ofender al Profeta, por desviarse del camino recto del Islam, por haber aumentado los impuestos, por su gran preocupación por las cosas mundanas y su afán por acumular riquezas y adquirir bienes materiales”. En 1371 Ibn al-Jatib con la excusa de comprobar el estado de la línea defensiva de las fortalezas se traslada a Gibraltar y embarca para Ceuta, reuniéndose en Tremecén con el sultán meriní ‘Abd al-Aziz. Muhammad V sustituye al fugitivo como primer visir por Ibn Zamrak. En 1372 son quemadas algunas de sus obras en Granada. Finalmente Ibn al Jatib será asesinado en la cárcel y una comisión se encargó de las acusaciones, encabezando la delegación granadina su discípulo predilecto, el mismo Ibn Zamrak, lo que luego sus detractores le reprocharán.
El propio Ibn Zamrak resume así su trayectoria, como la traduce Emilio García Gómez: “Le serví [a Muhammad V] treinta y siete años: tres en el Magrib y el resto en al-Andalus. En ellos compuse para él sesenta y seis qasidas, destinadas a otras tantas fiestas. Todos los versos admirables y las peregrinas alabanzas que hay en sus felices mansiones -tanto en los alcázares y en los jardines [de la Alhambra] como en los Alixares y la Sabica; lo mismo en cúpulas que en taqas, turuz [adornos de estuco en los muros] y otros sitios- son obra mía. […] Me comisionó para hacer la paz con reyes de ambas riberas del Estrecho, y asimismo ajusté paces con los cristianos nueve veces […]”.
Ibn Zamrak será el gran poeta de la Alhambra, con unos 72 versos insertos en su arquitectura, y partícipe directo de la construcción del Palacio del Jardín Feliz o de los Leones (1377-1390), la obra más original del arte nazarí.
A la muerte de Muhammad V (1391) el nuevo soberano Yūsuf II, lo destituye de sus cargos y encarcela en Almería, aunque luego lo vuelve a nombrar (1392). A la muerte del emir, su sucesor Muḥammad VII, nuevamente lo destituirá. Un año después es repuesto, pero al poco tiempo, los esbirros del sultán lo asesinan junto con sus hijos varones, en 1397, aproximadamente.
Como ejemplo, un fragmento de su poema esculpido en la taza de la Fuente de los Leones: ¿No ves cómo el agua se derrama en la taza / pero sus caños la esconden enseguida? / Es un amante cuyos párpados rebosan de lágrimas, / lágrimas que esconde por miedo a un delator. / ¿No es, en realidad, cual blanca nube / que vierte en los leones sus acequias / y parece la mano del califa, que, de mañana, / prodiga a los leones de la guerra sus favores?
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