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Granada/Somos los granadinos un pueblo orgulloso de sus tesoros y a todos nos vienen a la mente algunos de los más emblemáticos de ellos, decir "Graná" es transportarse inmediatamente a nuestra Alhambra o a nuestra Sierra Nevada "La Sierra". Pero tenemos tesoros de los que no somos los granadinos muy conscientes y entre estos tesoros están nuestros hospitales, si amigos, esos dos edificios, que seguro no formaran parte de la historia de las bellezas arquitectónicas que la humanidad ha tenido a bien construir, pero esos edificios y en particular el Hospital San Cecilio "nuestro Clínico" guarda un tesoro de incontable valor y ese tesoro es la historia de unos profesionales que con pocos medios y muchas dificultades pero con una vocación y con un amor a su profesión tan enorme, que consiguieron que los granadinos pudieran ser, no ya tratados, sino tratados con los medios médicos más innovadores a los que podían acceder. Siendo este el mes internacional del cáncer, he querido dedicar este artículo a aquellos profesionales que contra viento y marea lucharon para que Granada tuviera lo que ahora conocemos como la unidad integral de oncología.
Aunque esta historia comience en 1953, tras la inauguración de nuestro hospital Clínico, no hay que olvidar que ya antes, personajes tan importantes como el doctor Alejandro Otero, introdujeron importantes cambios en la forma de tratar al paciente oncológico. En efecto, el Dr. Otero, incluyó el uso de la radioterapia ginecológica allá por 1925. La historia del Hospital Clínico y de sus profesionales va unida irremediable y afortunadamente a la historia de doña Julia del Castillo. Afortunadamente, porque Doña Julia fue una señora con una especial sensibilidad a las personas más desfavorecidas y haciendo gala de esa especial sensibilidad en 1940, ante notario, resolvió con la mayor humildad y el mayor de los sigilos, destinar el remanente de sus bienes al mantenimiento de una sala en el Hospital Clínico destinada a la asistencia y tratamiento de enfermos pobres de cáncer, creando también la fundación San Francisco Javier y Santa Cándida, que contó con el consejo y colaboración de los doctores Emilio Muñoz y Miguel Guirao Gea.
En años posteriores, el dinero de la herencia de Doña Julia, permitió que el Hospital Clínico adquiriese la primera bomba de cobalto para Granada, un acelerador lineal, varios equipos de radioterapia e instrumental médico. Además y bajo el auspicio de la fundación, en 1953 se creó el instituto de oncología. Aunque fue a partir de 1965 cuando se comienza a crear una verdadera unidad de investigación oncológica asistencial, bajo la dirección de los doctores D. Emilio Muñoz Fernández y D. Antonio Mundo Fuertes. Podría seguir con fechas y nombres hasta el final del artículo, pero no es mi intención aburrirles.
Tendrán mis lectores que saber que yo por aquellos años no tenía la dicha de pertenecer aún a la raza humana y que para escribir este artículo tuve que esmerarme mucho para encontrar información. Como suele pasar en las hemerotecas, todo cuando se puede encontrar hace referencia a múltiples nombres y fechas, que realmente no reflejan la historia real de como surgen y se desarrollan las vidas de las personas que permitieron, en este caso, el desarrollo de un proyecto como fue el de la unidad integral de oncología. ¿Quién mejor para conocer esta historia que quien la vivió de primera mano y desde el inicio? Y yo conocía a esa persona y a él le pregunte, al DOCTOR (con mayúsculas) José Luis García Puche.
El doctor Puche es un hombre enjuto, elegante y con un sentido del humor del que le gusta hacer gala y que te saca la sonrisa cuando menos te lo esperas, pero además es una fuente inagotable de historias sobre los comienzo de la oncología en Granada. Tuve la suerte de que el Dr. Puche comenzara a hablarme de aquellos primeros años. Me cuenta D. José Luis, que tras la muerte de su querida abuela, que fue matrona y mano derecha de D. Alejandro Otero, y tras graduarse en Medicina con la más altas calificaciones (era un verdadero empollón), empezó a interesarse por la existencia de unos fármacos nuevos, llamados citostáticos que combatían el cáncer.
Con la intención de especializarse e investigar sobre el cáncer, solicitó su ingreso en el instituto de oncología, sonreía D. José Luis cuando recordaba esta época. Trabajan en un área del Clínico formada por una doble sala con dos pabellones, con 16 camas y 8 habitaciones de pago, 4 primera y 4 de segunda y allí en aquellas salas y con aquellos enfermos trabajaban sus maestros, D. Manuel Sastre Gallegos, los profesores Ignacio García Valdecasas y D. Federico Garrido Márquez que le introdujeron en el mundo de la oncología y la radioterapia y con quien empezó a usar los primeros tratamientos con infusión de mostaza nitrogenada mediante catéter para tratar a los pacientes. Una excelente formación, retribuida con ¡3.000 pesetas! No era una época fácil aquella, y con su especial sentido del humor, recuerda realizar las traqueotomías junto con su cirujano de guardia a las tres de la mañana bajo la luz de una linterna que sostenía, comenta, Sor María (imaginándome la escena, me pregunto cómo reaccionarían ante esta situación nuestros jóvenes MIR, ahora).
Ya hacia 1970, se constituye la unidad de oncología y D. José Luis propone celebrar su inauguración cada 14 de abril (la cabra tira para el monte, un pillastre D. José Luis). Tras la enfermedad de su jefe, el Dr. Mundo Fuertes, queda entonces como responsable único de la unidad. No fue precisamente un regalo porque el trabajo era mucho y el personal poco; recuerda con especial cariño a las tres enfermeras que con ahínco y profesionalidad sacaron el trabajo adelante y según me remarca muy dignamente.
Fue un tiempo de descubrimiento y estudio donde se empezaba a trabajar con los primeros esquemas de quimioterapia con enfermos que durante ese tratamiento permanecían en el hospital encamados. Empezaron por aquel entonces a incorporarse los primeros alumnos internos, menciona D. José Luis, especialmente, a Nicolás Pérez Alférez, Elena Pita, la doctora Talavera o al Dr. Pedro Rodríguez Rubio, vuelve a sonreír socarronamente y recuerda también a más alumnos que vinieron y que autodenominaban "los Traidores", entre ellos Verpor y Poyasques y su primer residente Pedro Ballesteros. Se establecieron las primeras sesiones clínicas, sesiones que se organizaban donde se reunían también miembros del Partido Comunista, de aquí que a aquel servicio le llamara "las oncologías obreras".
Por aquel entonces ejercía como catedrático de radioterapia el Dr. Francisco López Lara que junto con el Dr. Ignacio Arcelus y el Dr. Vara López fueron los verdaderos impulsores de la oncología y los maestros de aquellos primeros especialistas en oncología de nuestro hospital. Aquella hornada nueva de médicos se caracterizaba por un curiosidad innata y una necesidad de saber ilimitada y esto llevo a que los más osados decidieran hacer, por aquel entonces algo poco habitual, estancias en el extranjero, como la que hizo nuestro protagonista que marchó a Italia nada más y nada menos que al Instituto di Tumori, que era referente en investigación oncológica asistencial, por aquel entonces una ciencia en expansión, pero, en el caso del Dr. Puche, su estancia, no implicó un alejamiento del hospital, al contrario, cuanto aprendía lo hacía aplicar en nuestro Clínico.
A instancias de él y gracias a la Dra. María del Carmen Talavera y a los doctores Pedro Rodríguez Rubio y Pedro Ballesteros, se creóel primer hospital de día para pacientes oncológicos de Andalucía (y probablemente de España) de tal forma que los pacientes bajo tratamiento radioterapéutico no tendrían que permanecer hospitalizados durante el tratamiento, tal y como se hacía en Milán (un buena noticia para los pacientes y para el hospital). Fue tras su vuelta de Milán, que la unidad de oncología se convirtió, gracias al Dr. Pedraza, en una unidad mixta donde la oncología médica y radioterápica estaban vinculadas, aunque el concepto de unidad mixta no fue al principio muy bien aceptado, ellos consiguieron que la Unidad integral se consolidara de forma única en España. Esto permitió, y así permanece, una estrecha colaboración entre ambas especialidades y una sintonía de especial interés con enfermería. Y siguieron llegando residentes y se afianzó la unidad de oncología como una de las mejores de España.
He querido hacer un humilde pero sentido homenaje a todos estos profesionales que han permitido que decir eso de "me están tratando en el Clínico" sea una realidad. Con total seguridad no están todos, pero he querido reflejar las vivencias profesionales de aquellas personas, a través de una figura en particular, el Dr. José Luis García Puche, porque en una sociedad donde la honestidad, el culto al esfuerzo y la capacidad de tolerancia al fracaso no son las virtudes más comunes, él las representa todas. D. José Luis, nuestro Puche, es y será siempre el maestro y referente de la oncología granadina. Gracias don José Luis.
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