Javier Egea, "el maestro de la palabra" reconocido por la UGR

Los fondos del escritor ya descansan en el emblemático edificio de Avenida del Hospicio

El legado "gigante" del poeta ocupa ya una sección especial con su nombre en la biblioteca del Hospital Real

La institución académica presenta los fondos del autor en sociedad compañía de la heredera y amigos de Egea

Javier Egea, cigarrillo en mano y con gorra de marinero, posa junto a Rafael Alberti en Granada. / UGR
Isabel Vargas

31 de enero 2019 - 23:16

Granada/Quién hubiera imaginado que aquel joven matriculado en biblioteconomía, con ansias de libertad y don de la palabra escrita, acabaría siendo reconocido por la UGR como "un maestro de la palabra". Javier Egea nunca fue muy amigo de la academia, de los cánones excluyentes de la universidad, de la torpe burocracia que habita en ella, y, en definitiva, de un sistema donde la gente con talento e ideas, díscolos según algunos, no encaja.

El legado del poeta granadino ocupa desde ayer un lugar privilegiado en la biblioteca del Hospital Real. El escritor se convierte así en el "único autor contemporáneo" de la biblioteca, cuyos fondos son anteriores a 1800, con una sección especial a su nombre. "Es un honor que venga a habitar esta casa un maestro de la palabra", recalcó ayer la directora de la biblioteca, María José Ariza, durante el acto de presentación de la donación de los fondos a la UGR. Antes, la institución y la heredera de los derechos, Elena Capetillo, firmaban un acuerdo de cesión.

"Javier Egea hubiera valorado mucho llegar a esta casa, a este edificio. Hablamos de una biblioteca humilde, pero con un legado gigante", destacó Alfonso Salazar, director de Open cultura, empresa encargada de gestionar los fondos del poeta desde hace cinco años. El escritor continuó su discurso señalando la idoneidad del espacio elegido para custodiar los fondos: "Teníamos claro que la universidad era el espacio ideal. Buscamos que su legado sea accesible. Los estudiantes, investigadores y gente interesada tendrán aquí el lugar donde encontrarse con su obra".

Algunos de los documentos de Javier Egea ya están expuestos en el edificio. / Álex Cámara

La relación de Javier con la universidad, relató Salazar, fue "intensa": "Cultivó amistad con personas de esta institución. La visitó para dar recitales o para escucharlos. He encontrado el libro de escolaridad revisando los papeles. Vi el trabajo que le costó sacar la prueba de acceso allá por los años 70. Figuró como apto y se matriculó en biblioteconomía. La UGR habría ganado un gran bibliotecario por el amor que le tenía a los libros. Es un bonito cierre que su legado acabe aquí".

"Elena y yo tenemos la sensación de haber estado escalando una montaña. Ya hemos llegado a la cima", se congratuló el director de Open Cultura. Antes de despedirse, el escritor le dio las gracias "a aquellos que consiguen que la obra de Javier sea ese pequeño pueblo en armas contra la soledad". Acto seguido, recitó un poema de Quisquete publicado en 1976 por la UGR en el libro A boca de parir: "Diciembre en el jardín. / Ésta es mi casa. / Yo vivo en un lugar por encima del humo, / entre una tumba antigua y una palabra nueva / ya convertida en grito. / [...] me sorprende el sol. / Y una gran siembra sueño en los rincones / de luces para ti. / Libres me anuncia el corazón sus alas. / Diciembre en el jardín. Ésta es mi casa. / Ésta es mi casa para ti, mi amor".

Según la directora de la biblioteca del Hospital Real, el legado del poeta será "una fuente riquísima para estudios de la literatura contemporánea", ya sean tesis, investigaciones biográficas o trabajos fin de grado. La primera parte de los fondos se corresponde con sus fondos documentales y personales: unas 20 carpetas con borradores de todas sus obras, diversos cuadernos de trabajo, carteles y folletos, fotografías y grabaciones en cedé. La otra parte, su biblioteca personal con 1.218 libros, fue trasladada hasta aquí hace unos días desde el Museo-Fundación Rafael Alberti que la custodiaba en su sede del Puerto de Santa María desde 2006.

El legado ocupa una sección especial en la biblioteca del Hospital Real. / Álex Cámara

El legado, adelantó Ariza, "se irá poniendo a disposición de la gente a través de nuestro repositorio cuando la legislación y la razón lo vayan permitiendo". El personal de la biblioteca está ahora catalogando de forma minuciosa los documentos, que en un futuro serán digitalizados. "Hay mucha documentación protegida por legislación de derechos de autor", apuntó. Los dos diarios personales del escritor, cuya publicación se canceló, no se encuentran entre el legado donado. "Podría herir la sensibilidad de algunos de sus amigos, que aparecen en ellos", advierte un conocido del poeta.

Joyas de la corona del legado

Entre las tesoros se encuentran varios Raro de luna, definido por Luis García Montero como "un libro de tonos surrealistas, alejado de la estética machadiana por la que habíamos apostado en la otra sentimentalidad"; y seis carpetas con bastantes versiones manuscritas de Troppo mare, obra cumbre del granadino donde despierta su conciencia ideológica y cuestiona el sistema capitalista.

Los interesados en la obra de Egea podrán ver expuesta una de las primeras versiones escritas a máquina del primer poema de Troppo mare. "Extraño tanto mar, raro este cielo / desgranado de luz sobre la Isleta, ajeno a este naufragio que se crece en la orilla / en cabos, / jarcias, / mástiles, / [...] Tanto mar y de golpe, / tanta historia y vencida, / ya corazón mojado sobre el abra, / ya mensaje dormido, preterido, / en la Bahía de los Genoveses".

Una de las primeras versiones mecanografiadas del primer poema de 'Troppo mare'. / Álex Cámara

Fueron aquellos versos los que dejaron "estupefacto" al catedrático Juan Carlos Rodríguez, compañero ideológico y vital de Quisquete. "Comprendí que mi entrañable amigo, mi antiguo compañero de la Agrupación Antonio Gramsci, se había convertido en el poeta que él siempre quiso ser. Había roto al fin con la cárcel del rito y el mito de la palabra poética y había dado el salto a la otra orilla: la poesía como una nueva práctica, como práctica ideológica”, afirmó Rodríguez en las palabras introductorias de la última edición de Troppo mare (Esdrújula, 2018).

El proyecto fallido de Egea

Otras curiosidades, accesibles al público en una de las vitrinas, son algunos de los borradores de Un invierno en Mallorca (Polonesas), un proyecto fallido de libro sobre la música. Inspirado en el cuaderno de viaje de George Sand, que cuenta su viaje y su estancia con Chopin en 1838 a causa de la enfermedad del pianista, Egea escribió tres poemas sobre la tristeza, la soledad y el fracaso del amor.

Las primeras conversaciones entre Capetillo y la longeva institución para traer el legado a casa se mantuvieron en septiembre de 2018. Se barajaron otros lugares como el Centro Lorca y el Centro de Estudios Lorquianos de Fuente Vaqueros para albergar estos fondos, pero "oficialmente" sólo se pusieron en contacto con la UGR.

El trabajo de la empresa cultural Open Cultura, sumado a la colaboración del mayor experto en la obra del granadino Jairo García Jaramillo y de José Antonio García Sánchez El murciano, han sido decisivos para llegar a un acuerdo entre las dos partes.

"El murciano me llamó para decirme que tenía que darme una buena noticia. Cuando me dijo de qué se trataba me quedé en shock. Me emocionó que ellos pensarán en el Rectorado para que se hiciera cargo del depósito de Quisquete", relató la rectora de la UGR, Pilar Aranda, que no olvida "el día que Egea volvió de la Isleta del Moro con Troppo mare".

Presentación de la donación del legado a la UGR, ayer en la biblioteca del Hospital Real. / Álex Cámara

"Lo conocí en el año 1975. Disfruté de su amistad, su especial sentido del humor y su bravuconería. Lo recuerdo con aquella camisa verde desabrochada. Siempre enamorado de la vida, de sus amigos, de la palabra. Siempre dispuesto a beber una copa de vino en alguna taberna", hizo memoria la rectora.

Al acto acudieron la heredera, que se mantuvo en un segundo plano, y amigos del escritor como Ángeles Mora, Teresa Gómez, José Carlos Rosales, Eduardo Castro y Lola Boloix. "Estoy muy feliz. A él le hubiera gustado estar aquí. Él iba muchas veces a las clases de Juan Carlos -sobre sus teorías se fundamenta La otra sentimentalidad-. Le gustaba saber. Leía un montón. Era un tío fabuloso", señaló Mora. La autora, Premio Nacional de Poesía, rescató uno de sus recuerdos más tiernos: "Mi primer libro se tituló Pensando que el camino iba derecho porque él se empeñó. Yo tenía otro nombre. En el libro aparecía una cita de Garcilaso de la Vega. Él me dijo: "Este es el título".

Mientras que Teresa Gómez recalcó que el escritor “"estaría emocionado hasta el límite": "En Javier se daba esa contradicción. Despreciaba os actos académicos, pero por otro lado los respeta y los admira profundamente". Seguramente, "Javier no hubiera acudido al acto. Estaría tomándose un café muy cerca de aquí", dijo entre risas El murciano.

"Estaría muy contento de que su obra tuviera el reconocimiento que en vida no pudo gozar. Él no estaba en contra de la academia, sino en contra del sistema de la academia que impide que personas como él sean reconocidas", añadió el periodista Eduardo Castro, que tuvo tiempo de contar una anécdota sobre su "camarada": "Me costó trabajo que lo dejaran ingresar en la célula Gramsci del PCE. Pusieron muchas pegas por su fama de libertino. Él era un militante muy consciente. Fue muy positivo en el trabajo que hicimos en la célula Gramsci donde coincidimos con Juan de Loxa".

"Las historias se cuentan una vez y se pierden", escribió Egea una vez. Dos décadas después de su muerte, la ciudad recupera un trocito de su historia. El legado del "comunista poeta", cuyas musas fueron "personas que sufren, que están explotadas, que tienen nombre de mujer y de hombre de la calle", sigue vigente. No lo volvamos a olvidar.

Javier Egea , Juan de Loxa y José Heredia Maya, en una foto de archivo. / Archivo 'Poesía 70' de Juan de Loxa

Uno de los poemas de 'Troppo mare' de Javier Egea

Lo que pueda contaros

es todo lo que sé desde el dolor

y eso nunca se inventa.

Porque llegar aquí fue una larga sentina,

un extraño viaje,

una curva de sangre sobre el río,

mientras todo era un grito

y ya se perfilaba resuelto en latigazos

el crepúsculo.

Las historias se cuentan con los ojos del frío

y algún sabor a sal y paso a paso

–lengua y camino–

porque la sangre se nos va despacio,

sin borbotón apenas,

desmadejadamente por los labios.

Las historias se cuentan una vez y se pierden.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Cónclave | Crítica

Tempestad sobre el Vaticano

Lo último