Javier Egea, un temblor en la poesía española
Hablamos con su familia, amigos e investigadores de su legado
La lúcida, comprometida y esperanzadora obra del escritor granadino sigue vigente 20 años después de su muerte el 29 de julio de 1999
Granada/Javier Egea decidía poner fin a su vida un 29 de julio de 1999. Dejaba en tierra una obra lúcida, comprometida, esperanzadora y contra el capital, abrazada a la cotidianidad, al mar, a la ciudad, al amor. Sus musas, "de carne y hueso", eran "personas que van al trabajo, que sufren, que están explotadas, que tienen nombre de mujer y de hombre de la calle", dijo el mismo Egea. Un temblor en la poesía española que, dos décadas después de su muerte, sigue sacudiendo el ánimo y los principios de quienes lo (re)descubren.
Su hermano, Juan Bautista Egea, lo recuerda como "un niño precoz para todo". "Él ya escribía poemas con 12 años. Yo también lo hacía y había cierta rivalidad. Luego éramos uña y carne. Su madurez intelectual y su manera de escribir siempre estuvieron por encima de su edad", destaca. ¿Por qué se acabó dedicando a la literatura? "Él simplemente tenía la necesidad de escribir", afirma.
El autor de Troppo mare publicó su primer poema con 17 años en la revista universitaria Tragaluz, donde Álvaro Salvador ocupaba un lugar privilegiado en el consejo editorial. "Nos conocimos en la primavera de 1969. Yo era amigo de su hermana Mari Carmen Egea. Se acercó para decirme que escribía, que si le podía publicar unos poemas en la revista. Me gustaron mucho los poemas. De hecho, los guardo todavía. Al resto del consejo de redacción no le gustó tanto", cuenta entre risas el doctor en Filología Románica por la UGR.
'Tocadle mucho más'
A Álvaro Salvador
Ellos son los que sueñan la rosa del Estado
sin arrojarla nunca ¡tan mordida!
como Lorca arrojara el clavel a los sapos.
Ellos son los que aprietan un puño de oficinas
y funcionariamente nos prometen
cambiarán estas sábanas, al cabo de los años
sin sacar los colchones al salón de otro sueño.
Y, sobre todo, ellos, ellos, ellos
nunca serán nosotros,
nunca serán los otros en la muerte.
El nacimiento de La otra sentimentalidad
A principios de los 80, Javier Egea, Álvaro Salvador y Luis García Montero coincidieron en la Facultad de Filosofía y Letras donde daba clase el catedrático de Literatura Juan Carlos Rodríguez, una de las figuras más relevantes del pensamiento marxista español. "En esa época empezamos a vernos mucho los tres. Hablábamos de poesía, de esa cuestión que pusimos en marcha con La otra sentimentalidad, una poesía más acorde a los tiempos que corrían, los de la Transición, un momento muy vivo a nivel social y político. Juan Carlos era el que nos orientaba a nivel teórico. La cuestión política nos interesaba. Coincidíamos en reuniones, mitines y manifestaciones. Fue una época agitada. También nos reuníamos para divertirnos. Íbamos mucho a La Tertulia", rememora Salvador.
La escritora Teresa Gómez, adscrita a la corriente poética de La otra sentimentalidad, recuerda aquella época como "un hervidero de experiencias que se desarrollaban entre la Facultad de Letras y su sucursal vital, La Tertulia". Ángeles Mora, Premio Nacional de Literatura, también se vio envuelta en el ambiente de la también llamada Poesía de la experiencia. "Empecé a escribir también queriéndole dar a mi poesía ese sentido, es decir, tratar de escribir una poesía materialista. El materialismo es el deseo de cambiar de sitio las cosas mentalmente, es igualdad, es decir no a la explotación, es defender un mundo más justo. Eso lo quisimos hacer a través de los poemas”, cuenta la autora en referencia al movimiento literario impulsado por Montero, Egea y Salvador en 1983.
La importancia de 'Troppo mare'
La conciencia ideológica del poeta despierta en Troppo Mare (1984) y con ella la de la fuerza de la colectividad. Egea lo explicaba así en una entrevista para TVE: "Intento demostrar que el paisaje interior y exterior siempre están relacionados, eso que llaman sentimientos íntimos no se pueden entender si no están chocando con los sentimientos colectivos". El término que mejor explica esta concepción de la poesía es el de radical historicidad, una idea acuñada por Juan Carlos Rodríguez y que viene a decir que la literatura es un producto del sujeto, y éste no es otra cosa que producto de la historia.
En la presentación de Troppo mare en Granada en noviembre de 1980, Rodríguez definió a Egea como "un poeta situado en un horizonte materialista, un poeta otro. Que no se mueve ya en la consciencia de que la palabra no es nunca inocente, que la poesía es siempre ideológica, que la ideología es siempre insconsciente y que el inconsciente no hace otra cosa que trabajarnos y producirnos como explotación y muerte".
El autor escribió este poemario recién salido de una ruptura en la Isleta del Moro (Almería), "un precioso pueblo por la costa almeriense que tiene unas 15 casas y una cala de pescadores. No está ni señalizado". Su hermano le puso en la pista del idílico retiro en mayo de 1980 y lo acabó llevando en coche. Una semana más tarde, le acabaría llevando ropa y libros, entre ellos Teoría de la expresión poética de Carlos Bousoño, a la pensión donde se hospedaría un par de meses-. El poeta quedó "maravillado" por las playas vírgenes y cristalinas del paraje natural.
"La visita a aquel lugar me había llevado a mí mismo a una transformación interior. Es un lugar mágico. Tiene algo especial, una energía positiva muy poderosa. Aquel dios del mar lo captó y dejó de beber. Fue el periodo más fructífero de su carrera literaria. Si hubiera durado aquello se hubiera convertido en el número uno", reconoce Juan Bautista. Él habla abiertamente de la adicción al alcohol de su hermano, una enfermedad que marcó para siempre su vida. "Entonces en aquella época bebíamos todos demasiado. Conspirábamos contra Franco en los bares. Imagínate. Algunos más jóvenes o débiles físicamente que se iniciaban tan pronto en la bebida les hacía daño. No podía culparlo. Tenía una enfermedad", se sincera.
El alcoholismo y las contradicciones que habitaban en él, como haber nacido en el seno de una familia acomodada y erigirse un defensor del comunismo en la adultez, no impidieron su desarrollo como poeta. Él pasó largas horas escribiendo, atendiendo a su oficio de escritor, tomándoselo en serio. Su genio, creatividad y trabajo se materializó en una obra atemporal, vitalista y necesaria en tiempos de neoliberalismo salvaje.
La vigencia de su obra, 20 años después
La vigencia de su obra, 20 años después de su muerte, es total. "Al tocar temas universales como el poder, la libertad, la esperanza y el compromiso político no envejece. Es un poeta verdadero. Su figura respira verdad vital y literaria. Algo así como lo que le ocurre a poetas consagrados como Antonio Machado", sostiene el investigador literario Jairo García Jaramillo, autor de Javier Egea: la búsqueda de una poesía materialista (2005).
"Su mensaje revolucionario, transformador y hasta filosófico no es apto para todos los públicos. Su poesía luchaba contra un estado de cosas. Su poesía no se podía domesticar. Su poesía tambalea tus principios y hace cuestionártelos", continúa uno de los mayores expertos en la obra del poeta, que a día de hoy se sigue sorprendiendo por el "compromiso doble" de Egea: su compromiso con un mensaje, un compromiso político, y un compromiso con la palabra, la estética.
"Él nunca renunció a ser poeta, a manejar las palabras, el estilo, a la técnica de la poesía. En esto fue insuperable. Su mensaje, con una carga política muy importante, fue fundamental en un momento como la Transición y los primeros años de la democracia", recalca Jaramillo.
Para Gómez, "dado que los versos de Javier Egea, lúcidos y hermosos, nos ofrecen claves sin fin para ahondar en lo humano -amor, celos, odio, vanidad- no sólo sigue teniendo vigencia sino que creo que cuanto más se conozca y más se estudie, más vigencia tendrá "porque nuestro enemigo está en el mar, con la niebla a sus órdenes" como él mismo nos ha dicho en Raro de Luna citando a Bram Stoker.
El escritor Alfonso Salazar, director de Open Cultura, empresa encargada de gestionar el legado del escritor desde hace un lustro, cree que los textos de Javier "no ha perdido un ápice de frescura, y eso es muy complicado en la poesía. "La variedad de temáticas, de formas poéticas y en cómo está contada su poesía actúan como un muro de contención frente al tiempo. La importancia de su reside en su atemporalidad. Atemporal para desgracia nuestra. Porque muchas de las cosas que cuenta Egea en su obra sobre la explotación sigue estando muy vigente", subraya.
La poesía de Egea se caracteriza por "uncuidado muy exquisito de las formas poéticas pasadas por el filtro de la modernidad sin renunciar a la tradición; metes eso en un cóctel poético en el que conjuguen el respeto al prójimo, una consideración muy específica de la libertad de la mujer y un compromiso materialista en el sentido del materalismo desde el punto de vista filosófico y si se me apura con el compromiso comunista", explica el doctor en Filología Hispánica José Rienda, primera persona en investigar la obra del escritor, quien tiene pruebas empíricas de la vigencia de sus versos en el ámbito académico. "Cada vez se acercan más alumnos de la UGR para investigar su obra", zanja.
Sus seres queridos lo definen como una persona auténtica, curiosa, con un gran sentido del humor y generosa con las cosas que de verdad importan. "No aceptaba nada que fuese contra sus principios. Aunque fuera una cuestión de diplomacia. A veces, Luis y yo le regañábamos porque había que ser más diplomático o no ser tan agresivo con la gente que pensaba de otra manera", reconoce Salvador, amigo íntimo y compañero infatigable de aventuras.
Egea también era muy exigente y ambicioso. "Le costaba transigir consigo mismo. Si no tenía la repercusión que él creía que debía de tener se molestaba. Tenía poca paciencia en ese sentido. No era consciente de la transcendencia de su poesía y de lo que llegaba con sus versos. Hoy en día sería distinto. Los medios que tenemos te hacen ver con más rapidez aquello", reflexiona el escritor, quien opina que "Javier "sabía manejar muy bien las palabras para provocar emociones". Como escribió un día Egea, "[...] es posible que no nos conociéramos / aunque fuimos viviendo el mismo frío, / la misma explotación, / el mismo compromiso de seguir adelante / a pesar del dolor”.
Anecdotario de Javier Egea
Ángeles Mora
"Quedamos para hablar un día. Le dije que estaba escribiendo mi primer libro y que tenía un título provisional en mente, Donde da la vuelta el corazón. Mi primer libro se tituló Pensando que el camino iba derecho porque él se empeñó. Yo tenía otro nombre. En el libro aparecía una cita de Garcilaso de la Vega. Él me dijo: "Este es el título". Le hice caso.
"Mi despertó un Año Nuevo con una llamada. Le encantaba hablar por teléfono. Me llamó temprano, sobre las 9:30. Oí el teléfono y me desperté sonámbula. "Yo sabía que serías la única capaz de coger el teléfono en este día", me dijo".
Álvaro Salvador
"Necesité dinero en cantidad en 1983. Era urgente. Me había separado de mi mujer y me había metido en una historia de teatro que me costó el dinero. Él acababa de ganar un premio de un millón de pesetas -se refiere al Premio de Poesía Juan Ramón Jiménez-. Me lo prestó en seguida. A él no le importó. Yo se lo fui devolviendo poco a poco".
Teresa Gómez
"Tratándose de Quisquete, y dado el momento histórico de conquista frenética -y no siempre sobria- de la libertad, la mayoría de las anécdotas que me viene a la mente son algo inconfesables. Pero te contaré el día en que yo iba a leer mis versos por primera vez en público (presentada por él), en la Tertulia, por supuesto, junto a Ángeles Mora y Luís García Montero. Los nervios no me dejaban respirar y acudí a su casa un buen rato antes de la presentación para que me diese los últimos consejos de maestro. Me miró, y sin mediar palabra, me hizo sentarme en un sillón, me colocó los auriculares con Claro de luna de Beethoven y se fue. En un primer momento, quería matarlo. ¡Para escuchar musiquitas que estaba yo! Pero ya que no podía hacer otra cosa, me fui tranquilizando y llegué a La Tertulia en un estado razonablemente relajado. Desde entonces, cada vez que quiero tranquilizarme, escucho Claro de luna con auriculares y claro, no puedo evitar acordarme de su jugarreta.
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