José Ángel Mañas: "Es más importante lo que se habla en el bar que lo que se dice en el Congreso"

Entrevista

El autor madrileño ha publicado una 'Una vida de bar en bar’ (Algaida), una novela sobre la España del pelotazo en la que homenajea el papel de la tasca en la vida social del país

José Ángel Mañas (Madrid, 1971) ha publicado 'Una vida de bar en bar' (Alfaguara) / G. H.
Enrique Abuín

03 de mayo 2021 - 02:07

José Ángel Mañas nació en la capital del reino cuatro años antes de que muriera el dictador Francisco Franco, por lo que su radio de acción ha sido la segunda mitad del siglo XX en la que enmarca Una vida de bar en bar (Algaida). Se confiesa como "madrileño, madrileñista y madridista" –aunque merengue morado por aquello de adherirse al sentir comunero y defender que Madrid es Castilla– este autor conocido por firmar Historias del Kronen, aquella novela y sus secuelas con la que los medios definieron a una generación y que a él le marcaron también hasta el punto de tener que huir de España por esa fama juvenil de ser nada menos que el finalista del Premio Nadal. Acabaría regresando y bebiéndose la noche malasañera para posteriormente desarrollar una carrera literaria rica en géneros, temas y concepto, que a buen seguro la historia acabará dejando en buen lugar.

Es poco de tirarse el pisto, aunque bien podría definirse a sí mismo como escritor en toda regla por su lucha en este oficio aunque prefiere encuadrarse en el término de novelista al igual que sus admirados Stephen King, Philip K. Dick, Georges Simenon o Pío Baroja. Está de actualidad por su última obra, Una vida de bar en bar, que la prensa ha agradecido definiéndola como la breve historia de España a través de un supercuñado o el Cuéntame de la España del pelotazo hecho novela. También hay quien lo sitúa ya como uno de los mejores libros de su carrera.

En el libro dialoga con el ficticio o no tanto Domingo Espinar (personaje en el doble sentido), que desde los bares de menú a diez euros le va contando a la grabadora de Mañas cómo ha funcionado la corrupción municipal en este país, cómo liga y se divorcia varias veces un boomer nacido en los 50 y hasta cómo vivió una denuncia falsa por violencia de género, en una ley que califica como "eficaz en un porcentaje muy alto del 95% porque ha salvado muchas vidas" pero que apostilla como toda norma tiene sus excepciones en carne y hueso. En su casa de Sevilla la Nueva, donde vive desde hace años entre Navalcarnero y Brunete en la madrileña cuenca del Guadarrama, se baja a la parte con cobertura para atender por teléfono esta conversación sobre cómo han subido los precios de la vida, los bares, la política y los libros. Sobre la vida.

–Va a una media de libro por año, ganó el premio Ateneo de Sevilla con La última juergaLa última juerga y ahora está gozando de muy buenas críticas con su última novela. ¿Se siente en una segunda juventud creativa?

–Estoy muy contento la verdad, pero la realidad es que sigues trabajando porque no hay otra cosa que hacer. Me han salido unas cuantas buenas muy seguidas, incluso las históricas no estaban mal. De alguna manera parece que me están saliendo las cosas y estoy en buen momento, algo así como el Woody Allen de los años 90 o los 2000.

–Suele mencionar entre sus referentes a autores muy productivos que a fuerza de cuidar el oficio logran una obra muy compacta.

–Es evidente que con el mercado que tenemos, con la gente viendo series y estando en las redes sociales, solamente les queda ese cuartito de hora antes de acostarse y por ese trozo de atención pequeñísimo estamos pegándonos hostias los autores y los editores. Por otra parte, siempre he entendido que la cantidad acaba generando calidad que es lo que le pasaba a Lope de Vega. A fuerza de ponerse a escribir y escribir pueden acabar saliendo cosas muy buenas. Le pasaba a Simenon. Estoy pensando también en Philip K. Dick, que se dedicó a escribir ciencia ficción y tiene una obra que es desigual, en la que no todas las novelas son buenas pero de la que sacas una buena decena excepcional.

"Siempre he entendido que en lo literario la cantidad acaba generando calidad como le pasó a Lope de Vega"

–A todo esto se junta también el confinamiento y la era Covid.

–En mi caso se junta la necesidad y la creencia estética de que es bueno hacer cosas. Es bueno escribir, es bueno sacar historias e ir tecleando. Las circunstancias sociales con el confinamiento, si ya se había venido abajo el mercado, esto es el caos. En ese caos cada cual reacciona como quiere o como puede. Están los que abandonan el barco que son muchos, hay muchos cadáveres literarios, y yo he optado por disfrutarlo. Por un lado, es un momento horrible y tremendo, pero también algo euforizante. Hay un mundo grande ecológico limitado y otro pequeño que yo he optado por disfrutarlo. Vivimos un momento muy interesante y estoy a tope con ello.

–Decía que ahora no se lee tanto, pero paradójicamente nos pasamos el día leyendo el WhatsApp, sobre todo los jóvenes.

–Me refería a la lectura de libro. Que los chavales jóvenes no leen es relativo, leen un montón de texto. Están constantemente metiéndose en páginas de internet y leen mucho. Procesan mucha información y muy bien.

–Es curioso porque antes era caro llamar por teléfono y ahora que las tarifas son más bajas apenas se habla, sino que la gente prefiere escribir y leer en el móvil.

–Hay un momento que empezamos a escribir mucho más cuando llegaron los email. El género epistolar estaba muerto y de repente nos pusimos todos como locos. Con guasap yo utilizo mucho el mensaje de voz porque es más cómodo y estoy dejando de escribir email y mensajes.

–Un poco el 'mensaje magnetofón', aquella expresión con la que denostaron sus primeras novelas.

–Para mí es muy cómodo, le das emoción y un matiz que en escrito puede ser muy seco. De alguna manera, descubrir el mensaje de voz del Whatsapp me ha enganchado (risas). A mí me gusta. En general en mi obra el diálogo lo cuido, lo aprecio y me gusta hacer entrevistas.

'Una vida de bar en bar' (Algaida) / G. H.

–Yendo al personaje de su novela. ¿Cómo vive ahora un tipo así, su colega Domingo Espinar, en un mundo sin bares por el Covid?

–(Risas) En Madrid sí que hay bares (más risas): a veces con mascarilla y a veces sin ella. Estamos en un espacio en el que dentro de la Península nos dejan todavía más o menos. Él está contento con ese estado de excepción que le permite más o menos sobrevivir. Pero está por ver si el bar como institución, tal y como lo hemos conocido, lo recuperaremos o va a quedar tocado. Muchísimos hosteleros han tenido que cerrar, por eso el pequeño guiño que le hago en la dedicatoria del libro, ya que somos muchos los que hemos vivido en los bares porque en España es un espacio de socialización fundamental. Sin los bares no se puede entender este país.

–Las estadísticas insinuaban que la juventud ya estaba olvidando el bar antes del Covid entre la comida a domicilio, las series, internet y otros espacios de socialización.

–Hay varios bares. Están las discotecas que ya sufrían mucho antes de la pandemia. Están los garitos de música que también sufrían y que ahora muchos que yo conocía se han convertido en lugares de tapas. Y luego está el bar de siempre, el de barrio, el de la esquina. Ese bar sigue funcionando y es la institución más española que conozco, una especie de ágora. Es más importante lo que se habla en el bar que lo que se dice en el Congreso. Todas las ideas de aquí y de fuera se discuten en esos bares.

"Sin bares no se puede entender España, es un espacio de socialización fundamental"

–Pero sin los jóvenes en los bares se pierde esa cuestión intergeneracional, ¿no?

–Claro, los jóvenes están muy pegada a la pantalla. Comparados con nosotros les falta calle. Nosotros veníamos del colegio, te tomabas el bocadillo y te bajabas a callejear y ya no volvías hasta la noche. Mi juventud es muy de calle y de bares. Ellos no tienen esa calle. Eso da otro tipo de personalidad. Está claro que están muy informados, nos desbordan a la gente mayor, pero da otro tipo de sensibilidad, de personalidades, de valores y de virtudes. Cuestiones diferentes que las iremos descubriendo poco a poco que darán una serie de valores culturales estéticos y políticos.

–Cuándo pasó este país de ser de bares, de menú de gambón a la plancha, a país de gastrobares con esos críticos de salón que dicen cosas como "la pasta no está bien cocinada". ¿Será por Masterchef?

–(Risas) Sí, Masterchef ha ayudado. Ha pasado en los últimos 15 o 20 años. Pero también es muy interesante, lo hemos ido conociendo y ha calado porque ha dado muy buenos cocineros. Antes cualquier joven quería ser futbolista y ahora cocinero. Ha hecho que de repente hemos subido a ese nivel y yo lo disfruto mucho. Se pueden combinar los dos mundos: el sofisticado y el del día a día del menú. Esa es una evolución que ha habido y es positivo porque coexiste con el mundo popular, está la cocina de altura y la popular. Efectivamente, a mucha gente le gusta el gastrobar y la delicatessen y el bar toda la vida donde te hacen una tortilla de patatas maravillosa. Yo creo que se pueden combinar las cosas, desde unas patatas bravas siempre que no sean congeladas sino caseras y estén hechas con cariño hasta lo más elevado. El espacio del cada uno es el que es, uno tiene los gastrobares y otro el de toda la vida. Son espacios importantes. Lo que sí va desapareciendo es el bar de música, donde lo importante era el menú musical más que las tapas. Importaba la música y la estética. Bares que creaban una educación musical.

-Quizá los festivales han sido el detonante, ¿no?

-Eso es, el festival se lo comió. Tienes razón.

"Creo que Ayuso va a arrasar por el tema de la hostelería"

José Ángel Mañas cuando recibió el Ateneo de Sevilla / Juan Carlos Vázquez

-En la novela se habla de corrupción, de la historia política de los últimos 50 años de este país y se mencionan nombres como el de Rosa Díez o Zapatero, pero la monarquía apenas se toca o si se hace muy de soslayo. ¿Domingo Espinar es republicano, es de los Austrias o es borbónico?

-Vive un poco al margen. Esa generación son más bien 23-F y tienen una imagen más bien positiva de que el Rey hizo lo que tenía que hacer y permitió la Transición. Los más jóvenes están o estamos en otro rollo más 'republicanote'. Se nota en gente muy progre de esa época que te hacen un discurso monárquico, es algo que me ha sorprendido siempre. Y ya es cuando bajas los 40 hacia abajo empieza el universo podemita que es absolutamente republicano. En mi caso, por ejemplo, lo que pasa es que tengo una influencia muy francesa y tengo esa tendencia republicana que te parece lo natural. Digamos que democracia y monarquía siempre han casado mal.

-Vaya, que en el 2 de mayo hubiera estado con el otro bando...

-A lo mejor, quizás, quién sabe (risas). Siempre hay quien dice si nos llega a invadir Napoleón... La verdad, no lo sé. Sí que tengo los conceptos y lo más natural si entras en el universo francés es ser jacobino, centralista, republicano, se juntan las tres cosas.

-En cualquier caso, ¿es el momento de abrir un melón tan grande como el de Monarquía o República?

-A mí me parece que siempre es buen momento. La jugada brillante de la Transición fue juntar democracia y monarquía en el mismo lote, todo junto. Creo que sí correspondería en algún momento. Sería correcto que se actualice y lo veo bien. Tampoco es una cosa que me obsesione. Es una cuestión de que la esencia de la democracia es que los principales cargos son electivos y temporales y está claro que el puesto del Rey no lo es. La Jefatura de Estado monárquica no lo es. Parece lógico por coherencia que la Jefatura de Estado responda al mismo patrón, que no lo es. A partir de ahí, tienes republicanismos de mucho tipo, de centros o de izquierdas. El concepto republicano para mí es transideológico. Para mí las cosas tienen que hacerse con un cierto orden y corresponde que se hagan bien, desde luego es más natural y coherente que el Jefe de Estado sea un cargo electo. La República no tiene porque acabar en hatillo. No me da miedo, pero los principios que validan la monarquía no los veo mucho, estamos en una ley sálica… En un momento en el que estamos tan igualitarios y todavía existe tal cosas. Hay unas cosas que hacen que el contraste es tan fuerte y tan brutal que es una institución anacrónica. Dicho esto, sí que es cierto que Felipe me parece una persona más sensata y que el padre tenía una historia digamos que muy peculiar.

"La jugada brillante de la Transición fue juntar Monarquía y democracia en el mismo lote"

–Como madrileño de tomo y lomo. ¿Ve una ola de madrileñofobia?

–No, eso fue al principio cuando empezaban a salir hacia otras regiones cuando el Covid. Fue circunstancial. Pero Madrid es todo, aquí ha entrado todo el mundo en el sentido de que España es Madrid, aquí más de la mitad de la gente ha venido de fuera.

-Puede que el recelo sea más por cómo Madrid absorbe mucho poder económico y laboral y descarga poco lastre...

-Ha chupado mucho poder. Siempre he dicho que Madrid es Castilla, pero claro hicieron esta comunidad… Es inevitable, cuando hay un movimiento así chupa recursos de todo tipo, chupa talento, en la cultura cualquiera que escriba en castellano se viene aquí a Madrid. Los que están en la periferia es normal que piensen que en vez de tanto centrifugar está bien centripetar un poco. Madrid está en ese vórtice, en ese debate. Igual que una capital de provincias chupa por ser centro. Pero ahora con internet ha pasado otro fenómeno y lo mismo la pandemia. Se vive mucho mejor en otros sitios si en Madrid no puedes ir a los bares o a los conciertos no conviene mucho.

-¿Para estar tieso de dinero mejor cualquier otra parte, no?

-Efectivamente, qué haces hay metido cuando estás mucho mejor en cualquier sitio. Madrid es monstruo que chupa recursos. Es normal que provoque ese recelo y es lógico. Pero Madrid no es Londres o París, que lo chupan todo. Aquí tienes Valencia, Bilbao o Sevilla que son grandes ciudades, la diferencia entre Madrid y estas ciudades es mucho menor. Se vive de otra manera en España pero es lógico que haya siempre este recelo.

"Se vive mucho mejor en otros sitios si en Madrid no puedes o no tienes dinero para ir a bares o a conciertos"

–¿Es verdad que en Madrid se vive a lo libertad o comunismo...?

–Ha sido salvaje la campaña, pero creo que va arrasar Ayuso con todo el tema de la hostelería ha acogido a mucha gente. Además, le han hecho ese recorte a Inés Arrimadas en Cs, que no puede levantar la cabeza. Ahora veremos, da la impresión de que le ha salido bien la jugada. Ojo, que todavía la gente tiene que ir a votar, pero las sensaciones que yo percibo aquí es que hay mucha gente, muchos negocios que tienen que votarle o tienen la sensación de que tienen votarle a Ayuso. Esa idea ha calado, pero dicho esto hay que esperar a las urnas porque a veces hay sorpresas. El tema de Pablo Iglesias no lo entiendo, el movimiento suyo alguien me lo tiene que explicar.

-Hace unos años ya me comentaba que tras haberse ilusionado le parecía decepcionante la trayectoria de Pablo Iglesias.

–Ahora ya más. Es cierto que tenía y todavía tiene cosas muy buenas como su formación, un discurso sólido y le veía muchas virtudes pero ahora se le están viendo todas las carencias. Has llegado a algo como vicepresidente y ¿no aguanta hasta al final? ¿Es que se va a ir en seis meses o qué? ¿Lo próximo qué es, presentarse a las elecciones de Leganés? Me gustaría entenderlo, supongo que me falta información para entenderlo.

-En su libro la política es el telón de fondo de un país podrido de corruptelas a todos los niveles. ¿Seguimos igual?

-Sí, creo que es la parte más sorprendente del libro. La corrupción avanza mucho a partir del momento del pelotazo de los años 80, que es una cosa que parece que nadie la quiere pero se juntan las circunstancias y se estructura una maquinaria perfectamente lubricada que funciona tremendamente bien. Pero claro, la corrupción tiene muchos niveles y muchos matices. ¿Qué es corrupción? Es un tema que empiezas a mirarlo de cerca y dices corrupto somos todos a nivel micro.

"Me aburre mucho la autoficción"

Mañas en una imagen de archivo / Andre Dalmau / Efe

-Y en la literatura, ¿sigue habiendo corrupción?

-Hay núcleos influyentes siempre, pero al literatura se ha deshecho mucho, está todo muy perdido. La prensa se ha atomizado y la literatura también, van parejas las dos cosas. Ha pasado la época en la que el Grupo Prisa y El País dictaban cátedra con su grupo de escritores y cortaban el bacalao, pero ya nadie tiene esa influencia. Al estar todo tan atomizado hay mucha más libertad. Es la parte bonita del caos que no conocemos nada. Al final quedan dos o tres escritores solamente que conoce la gente. El gran escritor de esta época será un fulano que esté por ahí y ni conocemos. Hay que disfrutar esta libertad.

-¿Cómo ve la moda literaria de la autoficción?

-A mí me aburre mucho.

-¿Por pudor?

-A mí no me gusta, prefiero crear personajes y que nos cuenten la vida desde dentro. La autenticidad, que es otra cosa, sí me parece bien. Lo de contar tus cosas da para un libro, ese libro estoy pensando en Ordesa de Manuel Vilas que quedó bien, pero lo siguiente qué, ya se pierde. Es un tema que da un buen libro y ya está. A mí me gusta una ficción con componente de autenticidad, de un mundo que yo me crea. Digamos que es una cuestión de personalidad centrifugada o centrípeta, a mí me gusta centrifugar con personajes y romperme. Si fuera yo sería meno rico el personaje. Además, luego hay una cosa de quedarse en una especie de monólogo Umbral, con una parte que son ellos y otra que son la vida de los otros que han pasado por mucha gente. Hay un punto muy narcisista que a mí se hace cansado.

-A mí su novela me ha recordado un poco en el tono a Últimas tardes con Teresa y el mundo del Pijoaparte. ¿Con quién se queda con Juan Marsé o con Francisco Umbral?

-Son diferentes, uno tira a prosa y otro es la ficción. De Umbral ningún libro suyo es redondo, pero moralmente me atrae más Marsé. También se entiende que Umbral tuvo que sobrevivir en el mundo de la prensa. Hace poco leí que Phillip K. Dick vendía 200.000 o 300.000 ejemplares de sus libros en el mercado norteamericano y, claro, eso da te da para vivir. El circuito de cuentos en Estados Unidos te da para vivir. Pero en España el mercado está pegado a la prensa y es Umbral el escritor que fabrica a España. Podemos pasar de ahí a Gistau o Jabois que siguen su estela. Es el tipo de escritores que fabrica España. A mí me gusta, le tengo respeto, pero no le tengo una añoranza. Hay muchas más cosas. Por ejemplo yo prefiero a Camba o Jardiel Poncela, que me parece un tío con elegancia en un momento dado si abrimos el prisma. Entre Umbral y Larra me quedo con Larra o con Ruano que son más de mi estilo, más crudos, mientras qu Umbral es el juego de palabra, chispazos con los que se deleita y están muy bien pero no es lo mío. En cualquier caso, es el tipo de escritor que da España, ya que si quieres vivir de la escritura, de las novelas y la poesía te mueres de asco, y por eso se van a la prensa pero yo me siento más más americano como Stephen King o Philip K. Dick, que son escritores de ficción pura y dura.

-Ahora se le ve muy metido en Pardo Bazán.

-Es una vida curiosa la suya. Me parece mejor Galdós y me tira más pero es muy interesante. Me han gustado mucho algunas de las novelas realistas, incluso las madrileñas que son menos conocidas. Es una mujer que en su día luchó contra todo, tiene mérito y tiró para adelante. Pero entre ella y Rosalía de Castro, prefiero a Rosalía. Pero tiene interés su vida porque llegó hasta más allá de donde podía una mujer, más allá de donde le dejaban. Le he cogido cariño. Se va a publicar en mayo una conversación, un librito con Emilia Pardo Bazán que ha quedado muy majo.

"Es muy curiosa la vida de Emilia Pardo Bazán"

-Bueno, para acabar hace poco decía que Historias del Kronen te la habrían censurado hoy por homofóbica y machista, y ahora te atreves con las denuncias falsas en la ley de violencia de género y además muy bien hilado. Le atrae la polémica definitivamente.

-(Risas). A ver, es una ley que ha funcionado en la mayoría de los casos, pero estamos hablando para uno de esos casos de abusos al revés. La eficacia ha sido buena y ha funcionado diría que al 90 o 95%. Está claro que Domingo Espinar lo siente más como una cosa personal, una cruzada, a mí me interesaba más su vida pero no está mal darle voz porque este tipo de casos existen y es importante. Todos nos hemos educado y tomado conciencia de lo que ha sucedido, pero también se da este tipo de circunstancias con estos hombres. Es importante también conocerlas. Que luego la ley ha salvado muchas vidas, por poner un ejemplo la boxeadora Miriam Gutiérrez. Pero ya te digo que no lo he buscado hablar de este tema, puede que tenga cierta tendencia a meter el dedo en el ojo

-Debería haber estudiado Derecho en vez de Historia.

-Sí, puede ser. Tengo esa capacidad de meter el dedo en el ojo, pero te juro que no es voluntario, pero es que el dedo que acaba en el ojo, que me atrae. Pero ya te digo sin darle más trascendencia, sin buscar más polémica (carcajada y despedida).

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