Juan Alfonso García, su faceta pedagógica

En los márgenes

Fue cabeza y maestro de la llamada Escuela de compositores de Granada desarrollando una pedagogía propia de gran originalidad e influyendo en diversos sectores musicales

Juan Alfonso García, su faceta pedagógica
Juan Alfonso García, su faceta pedagógica / RF

En el mes de mayo recordamos siempre a Juan Alfonso García. Este año se hace con un concierto en la Catedral el día 11 de mayo a las 20:00 horas en el IX Homenaje: encuentro coral y música para órgano. Pilar Martín es el alma de estos encuentros, en donde se estrenarán tres obras para órgano de este compositor y la Salve final de 1966, para coro y órgano. Preludio de esta actividad será la conferencia en el Centro Cultural Nuevo Inicio, en la Curia metropolitana, el 9 de mayo a las 20:00 horas, que tendré el honor de impartir sobre su figura y su faceta pedagógica.

Juan Alfonso García (Los Santos de Maimona, 14 de agosto de 1935, Granada 17 de mayo de 2015) es una figura muy destacada del panorama cultural contemporáneo. Compositor muy sólido que ha buscado siempre un lenguaje actual dentro de un camino propio, sin renunciar a referencias sobre todo de los grandes polifonistas. Para Juan Alfonso la música es espiritualidad, conciencia estética, destilación del pensamiento sonoro. Como intérprete ha sido organista de la Catedral de Granada y ha dado numerosos conciertos.

Juan Alfonso tenía en gran estima a su maestro Valentín Ruiz Aznar, realizó su biografía y difundió el repertorio vocal del mismo. Él consideraba que su maestro era el vínculo con Manuel de Falla, y de los dos, uno de forma directa y otro por mediación del primero, heredó ese carácter de buscar lo esencial, de la sobriedad en la composición, de meditar cada nota y cada acorde, de que todo tuviera una justificación estética suficiente.

Su faceta pedagógica fue muy destacada. Director y profesor de la Schola Cantorum del Seminario Mayor de Granada, también desde la Cátedra Manuel de Falla de la Universidad de Granada, como secretario y director de la misma de 1970 a 1980, impartiendo cursos de Historia de la Música de 1976 a 1980, y en la Catedral donde atendía a diversos alumnos que se acercaban a él.

Juan Alfonso y Reynaldo .
Juan Alfonso y Reynaldo . / RF

Tuve la suerte de ser su alumno y aunque él no verbalizaba su pedagogía, con el paso del tiempo he podido ir reconstruyendo el puzle que eran sus principios y que quedaban ocultos en el devenir de los días. Cuando terminaba la misa en la Catedral y finalizaba su interpretación al órgano, se reunía con un reducido grupo de artistas, escritores y pintores. El concepto era como el de la academia clásica de Grecia. Se daban un paseo, para tomar un café, y se debatían temas artísticos y también se anunciaban las novedades de los trabajos creativos que cada cual estaba realizando.

Pude disfrutar de su magisterio en tres apartados, la enseñanza del órgano, las lecciones de armonía y principios de composición y la faceta de investigación y análisis de obras musicales.

A nivel general, aunque nunca lo expresó, creo que tenía claras varias cosas, por una parte no iba a ser ni a establecer competencia con las enseñanzas regladas del Conservatorio de Música donde sabía que estudiábamos, tampoco quería que su papel fuera de clases particulares de refuerzo de lo que aprendíamos en otro sitio. Por cierto sus clases eran siempre gratuitas. Entonces, qué papel jugaba en nuestra formación. Él quería abrirnos ventanas nuevas y después dejarnos libres, así sus clases eran muy atípicas y originales.

Recuerdo ir una vez en semana para subir con él al órgano en la misa de la mañana y algunas anécdotas como cuando acompañaba al canto e interpretaba algunas piezas. En el acompañamiento del canto me llamó mucho la atención que en diversas ocasiones el cantor no esperaba a que le diera la nota de entrada para la afinación sino que lo hacía al revés, comenzaba a cantar y era Juan Alfonso el que buscaba en el órgano la nota del tono en que había empezado el canto y lo transportaba todo de forma instantánea. Al final de la misa era cuando podía tocar piezas de mayor duración y envergadura. Me comentaba las obras, sus principales características y me las prestaba para que pudiera poder estudiarlas. Pero él no me tomaba la lección, me había explicado la obra y dejado los materiales, la responsabilidad de estudiarla en ese momento o en el futuro era cosa mía. Algunos días que tenía que hacer diversas gestiones me dejaba tocando el órgano hasta que regresaba. Recuerdo la primera vez que pude tocar el órgano barroco de tres teclados y la emoción que sentí.

En cuanto a la armonía, en esas fechas yo estudiaba 4º de armonía, el último año, con Julio Marabotto Broco, trabajábamos el período de Mozart a Wagner. Juan Alfonso me dio un día la letra de un poema y me dijo: "¡ponle música!". Quería mostrarle todo lo que sabía, cuando se lo llevé recuerdo que me comento: "¡que cosas tan complicadas haces!, mira esta manera tan sencilla y bella" y me mostró la partitura de Juan de la Encina que había puesto música a este poema. Era una nueva ventana que me abría de gran profundidad, además de la armonía clásica existían otras armonías modales y eso entroncaba con el neoclasicismo que tan buenos frutos había logrado con Stravinsky o Manuel de Falla.

Las clases en la Cátedra Manuel de Falla eran de gran interés. Recuerdo que llevaba un tocadiscos portátil y en una cartera una serie de discos de vinilo. Fruto de una selección de esas clases fue el libro Falla y Granada y otros escritos musicales (1991), editado por el Centro de Documentación Musical de Andalucía.

Entre sus alumnos y las personas sobre las que ejerció una notable influencia en el panorama musical del siglo XX y XXI podemos mencionar en el importante aparado de dirección coral, canto, y algunos también en composición vocal, a: Ricardo Rodríguez Palacios, los hermanos Ángel, Elena y Estanislao Peinado, María del Carmen Arroyo, Pilar Martín y Pilar Alva Martín, Juan Ignacio Rodrigo, Héctor Eliel, Pablo Guerrero, Pablo García Miranda y Fernando Aguilá Macías; en la dirección orquestal a Pablo

Heras Casado; en la interpretación del órgano a Concepción Fernández Vivas e Inmaculada Ferro; en el piano a Juan Antonio Higuero; en pedagogía musical a Andrés Palma Valenzuela; en musicología a Antonio Martín Moreno y Reynaldo Fernández Manzano; y la llamada “Escuela de compositores de Granada” de la que Juan Alfonso García fue cabeza y maestro, con figuras como Francisco Guerrero Marín, José García Román, Manuel Hidalgo y José María Sánchez Verdú.

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