La vida pictoria de Juan entre amigos
Artistas de Granada
El artista granadino expone hasta el 19 de junio en Condes de Gabia una muestra muy especial que no es una antológica al uso
Granada/Juan Vida ha sido uno de los primeros grandes artistas que conocí en la Granada de aquellos ilusionantes años setenta de la anterior centuria. Era la Granada donde lo mejor que se podía ver llegaba al Banco de Granada -allí nos curtimos en un arte desconocido para casi todos: Darío de Regoyos, Manuel Ángeles Ortiz, Eduardo Sanz, Alberto Sánchez, Eusebio Sempere, Luis García Ochoa, Ismael de la Serna, Martín Chirino, Pablo Palazuelo, Joan Miró, entre otros muchos-. Juan Vida era de los jóvenes considerados, ya, auténticos valores y referencias a tener en cuenta. Desde aquel tiempo lo he tenido como artista grande, lúcido, sensato y con un lenguaje pictórico personal y lleno de entusiasmo creativo. El último encuentro con su pintura pudo ser, hace unos meses, en la Fundación Antonio Gala de Córdoba; algo que no llegó a cumplirse por el excesivo celo de un trabajador de la institución que no permitió entrar al crítico -que se había desplazado doscientos y pico kilómetros- porque la muestra se inauguraba varias horas después.
Anécdotas aparte, Juan Vida es un pintor ilustre para mí y para casi todos -el “casi” agrupa a muchos de esa cuota de envidiosos que tanto abunda en el mundo del arte-que ocupa el lugar que ocupa por mantener un estatus valiente, riguroso y con una serenidad artística que no ofrece duda.
La muestra
La exposición del Palacio de los Condes de Gabia supone todo un compendio de vida artística. En ella se presenta esa realidad artística personal que supone la historia amplia de unas obras, probablemente de las piezas de mayor cariño del artista, que no se encuentran colgadas en las frías paredes de un museo o de una institución artística sino en los entrañables espacios de los hogares de los amigos. Siempre han sido los verdaderos amigos los consumidores primeros de la producción del amigo creador. Los libros son comprados y leídos por los que están cerca del escritor; lo mismo ocurre con otras expresiones. En este caso, obras muy importantes de Juan Vida fueron encargos de amigos especiales o amigos especiales se quedaron con obras significativas del amigo pintor. Esa es, básicamente, la historia de esta exposición.
La muestra no es una antológica al uso -pudiera serlo porque abarca un amplio segmento creativo en la pintura de Juan Vida- porque abre ciertas perspectivas emocionales de mayor dimensión que cualquier otra exposición. En Vida entre amigos, sugerente título con un claro doble sentido, se recoge, asimismo, parte de la historia personal de Juan Vida con sus amigos a lo largo de muchos años. Amigos de épocas distintas que fueron cómplices de una existencia con muchos perfiles, muchos registros y mucha ansia de vivir un tiempo mejor. Cuadros que están en los hogares de Joan Manuel Serrat y Candela Tiffón, de Miguel Ríos y Regina Hillmer, de Elvira Lindo y Antonio Muñoz Molina, de Joaquín Sabina y Jimena Coronado, de Almudena Grandes y Luis García Montero, de Celina Alegre y Pere Rovira, de Ramón Repiso e Isabel Ródenas, de Blanca Romero y Luis María de la Higuera, de Pilar Fernández del Moral y Juan Antonio Roca, de Pepa Merlo y Álvaro Salvador, de Paloma Planelles y José Ignacio Salmerón, así como de Shan Vida Lara, la hija de Juan.
Son obras que recogen el amplio historial pictórico de un artista que ofrece una figuración entusiasta, abierta, sin cortapisas, con vastos recursos de una pintura clásica -decía El Guerra, el gran torero cordobés, que clásico es lo que no se puede hacer mejor- donde la realidad no sólo no pierde su identidad sino que la magnifica con más recursos que se abren a posiciones mediatas e inmediatas y referencias concretas pero con contundentes cargas metafóricas que suscriben una realidad de expectante inquietud.
Juan Vida es un artista en quien siempre se ha confiado porque es pintor pintor; un creador total alejado de los esquivos postulados de un arte demasiado mediatizado por posturas a contracorriente, efectistas y a la búsqueda de posiciones llenas de coheterías poco serias. En los Condes de Gabia se nos aparecen los poderosos planteamientos de un artista defensor de la pintura pura; la que surge de un oficio bien definido por una técnica sin imposturas, con un sabio desarrollo conceptual y una estructura pictórica que sustenta una realidad con fuerte carga distópica.
La muestra nos sitúa en los medios de esa pintura grande, seria, lúcida y veraz de Juan Vida; esa que se ha podido contemplar, sin fisuras, a lo largo de los años, y que sus amigos tienen la oportunidad de tenerla en los espacios íntimos de sus hogares. Es, sin duda, la vida de Juan en casa de sus amigos.
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