"La política debe acompañarse de hechos; no podemos quedarnos sólo en el relato"

Juanjo Ibáñez 'Bomarzo' | Entrevista al asesor político y escritor

El comunicador ve cumplido su sueño de publicar un libro de poemas en 'Maneras de conjugar el tiempo' donde salda deudas con su pasado, despliega una mirada social y defiende las raíces

El asesor político y escritor Juanjo Ibáñez (Granada, 1975) posa en el interior del Ayuntamiento con su libro / Antonio L. Juárez / Photographerssports
Isabel Vargas

16 de abril 2021 - 05:00

Granada/La vocación literaria de Juanjo Ibáñez (Granada, 1975) despertó hace mucho tiempo cuando estaba en el instituto Pedro Soto de Rojas del Zaidín. Aquel anhelo del joven machadiano nunca llegó a cristalizar por las circunstancias y su falta de autoestima. Hasta hoy. El asesor político del PSOE en el Ayuntamiento ha visto cumplido su sueño con la publicación de Maneras de conjugar el tiempo (Esdrújula Ediciones). En el poemario, el comunicador defiende sus raíces, salda deudas con el pasado y despliega su mirada social hacia temas de actualidad como la espinosa cuestión migratoria y el feminismo. "El libro obedece a un momento personal de mucha tranquilidad, paz y aceptación", reconoce el autor al otro lado del teléfono mientras llueve en la ciudad. El también licenciado en Derecho por la UGR no olvida antes de colgar darle un recadito a sus contricantes políticos: "Lorca ha desaparecido de las estrategias públicas del Ayuntamiento y de la Junta. Para la Junta, Granada culturalmente no es prioritaria y no para de evidenciarlo. La estrategia de sumisión absoluta a la Junta ha borrado el legado de Lorca del discurso".

-¿El talento no entiende de edad?

-No, en absoluto. Hay escritores que con mi edad ya han escrito todo lo que podían. Y luego nos encontramos con obras maduras de gente de mi edad, que sacan lo mejor de sí mismos. Hay muchos escritores, grandes poetas, y la tradición literaria española está llena de esos ejemplos, que con 20 años han revolucionado la escena literaria. El talento no tiene edad. Es una cuestión de que tengas algo que decir y eso que tengas que decir sorprenda.

-Cita a Rosa Berbel, una poeta sevillana afincada aquí, al inicio de su libro. ¿Por qué Granada reúne, atrae y produce tantos escritores?

-Eso pasa como con la música. Se dice que es por el agua que se bebe aquí (ríe). Granada es una ciudad especialmente sensible con cualquier tipo de manifestación artística: poesía, literaria, prosa, música, teatro, pintura. Es una ciudad que invita a la creatividad, que hace que el genio se despierte y que reúne los condicionantes necesarios como para que la inspiración aquí tenga un recorrido bastante largo. Es una ciudad muy singular en lo bueno y en lo malo.

-La primera parte del poemario alude a los tesoros perdidos de la juventud. ¿Concibe la poesía como un ejercicio de nostalgia o huye precisamente de esto?

-La poesía es un ejercicio de nostalgia que también a veces es una huida de la nostalgia. En mi caso, mi poesía se alimenta de ella. En esa primera parte del libro tenía la necesidad de saldar deudas conmigo mismo, de intentar romper dinámicas mías de las que yo no estaba muy satisfecho u orgulloso. Esa nostalgia está ahí. Le digo al tiempo: "Reconozco lo que has hecho en mí, he cometido errores, pero esos errores son los que me están conduciendo a un presente más tranquilo y esperanzador".

-Su poemario es también una celebración del amor. ¿Cuan importante es el amor en un sistema que aplaude constantemente el individualismo y el narcisismo?

-El amor es fundamental. No sólo el amor de pareja. Me refiero al amor en cualquiera de sus facetas: el amor paternofilial, el amor a un amigo, el amor a una ciudad, el amor a una pareja, el desamor como otra cara del amor. Es un sentimiento eterno que nos mueve, que nos hace dinámicos. En estos tiempos es bueno recordarlo como contrapeso a una época de excesivo egoísmo, de excesivo onanismo sentimental. Es muy bueno recordar que somos seres que amamos porque nos damos y porque compartimos. El amor a un libro, a un disco. Es fundamental recordarlo. Si se olvida pintamos de gris todo lo que tenemos a nuestro alrededor. Quizá sea un ejemplo de lo que está sucediendo en nuestra sociedad ahora mismo.

Portada del poemario 'Maneras de conjugar el tiempo' / G. H.

-"Nuestra ira construye trendig topics en camisetas que lucimos orgullosos en los chiringuitos, indignados". ¿La política se hace en la calle y no en las redes sociales? Todos los partidos hacen campaña en Twitter...

-Yo recuerdo hace 10 o 12 años cuando las redes y la política se encuentran y se declaran un amor eterno y sin límites. Se ha hecho un uso muy equivocado de la política en las redes. Hemos hecho de las redes espacios muy sectarios donde se anula lo mejor de ellas: el feedback, el retorno. Diez años después de aquel primer abrazo soy mucho menos partidario del activismo en red; y mucho más partidario de una recuperación de la esencia de la política, que es la política en la calle. Las redes sociales son una vía más que no se puede descartar. Se debe transformar en una puerta de acceso para un diálogo, una conversación. Los monólogos no sirven para nada y en redes sociales hay demasiados monólogos.

-A raíz de series como Borgen y figuras como Iván Redondo, los asesores políticos y los politólogos han salido del armario. Se han convertido en auténticos fenómenos mitológicos en la prensa. ¿No le parece que vivimos más en la sociedad del relato que en la sociedad de los hechos?

-El relato es importante, pero debe acompañarse de una acción. Si el relato sólo se queda en una historia bonita, en un storytelling, nos estamos equivocando. El relato es simplemente la descripción de una serie de hechos. La historia, que es necesaria porque vivimos de historias desde el origen de la humanidad, debe nutrirse, acompañarse, de hechos. La política también. No podemos quedarnos sólo en el relato. Hay mucha fantasía en torno a lo que se habla de los asesores políticos. No son sólo relato, son también ejecutores de hechos. La política es básicamente hechos.

-Ahora que se habla tanto de noticias falsas, que siempre han existido, dedica un poemario a los que voxciferan. No ha sido muy sútil, eh…

-Hay demasiados gritos en la política española hoy día. Se aprovechan mucho del fenómeno de las noticias falsas. Están ahí desde que el hombre es hombre, al igual que el engaño y la manipulación. Tiene bastante culpa el mal uso que se hace de las redes sociales. Vivimos tiempos donde nos quedamos con el titular y ni siquiera contrastamos si es cierto. Somos más manipulables que nunca. Eso hace que el campo se prepare muy bien para los que pegan más voces. En este momento, dan gritos las posiciones más populistas, más ultras. En ese poema lo que intento decir es que nadie puede exigir sentir de una determinada manera y acabar con la libertad que tenemos cada uno de sentir y de expresar nuestros sentimientos. Hoy día se están dando muchas tendencias para intentar dirigir hasta la manera que tenemos de sentir. En este país hay muchas personas que han confundido libertad con libertinaje. La libertad no es decir lo que nos de la gana. La libertad es la posibilidad de poder comportarnos adecuadamente conforme a unas reglas establecidas. El problema de todo esto es que durante muchos años en este país hemos aceptado como válidas unas reglas del juego y ahora han llegado unos cuantos para dinamitarlas y para paralizar asuntos como el de la violencia de género. No podemos permitirnos ese lujo. Hay que dejar de permitirles la frivolización de asuntos tan graves.

-Usted alude a la familia y a la conciencia de clase para combartirlo.

-En un poema que le dedico a mis padres hablo de la conciencia de clase. Es importante recordar de dónde venimos. Si perdemos esa conciencia de clase nos volvemos muy manipulables, susceptibles al engaño. Tenemos que acordarnos que no hace mucho mi madre fue migrante. Vivió en Alemania 10 años. Mis abuelos maternos fueron migrantes en unas condiciones infrahumanas. No tuvieron que cruzar 14 kilómetros en patera. Tuvieron que cruzar miles de kilómetros en un tren con una maleta de cartón y cuatro pertenencias para aceptar trabajos que en Alemania nadie quería. Es lo mismo que está pasando en España. Me duele que los españoles seamos tan frágiles de memoria y nos olvidemos de que sólo una o dos generaciones por detrás nuestra vivíamos situaciones muy parecidas. Huían de la guerra, del hambre y de la miseria de la misma manera que miles de personas huyen de Siria, de África subsahariana o cuando huyeron de la Yugoslavia balcánica. Tenemos que ser mucho más firmes en nuestros recuerdos para tratar con empatía y solidaridad a aquellos como nuestros padres y abuelos hicieron el mismo recorrido hacia un futuro mejor. Es lo que buscan y lo que les negamos cada vez que le cerramos las puertas.

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