Karel Capek, el visionario

Este año se cumplen los 70 años de la muerte del escritor que acuñó en ciencia-ficción la palabra 'robot'

Karel Capek.
Jesús Arias / Granada

13 de enero 2008 - 05:00

Si la palabra robot existe hoy en el diccionario fue porque él, o mejor dicho, su hermano Josef, la inventó. No tuvo que buscarla mucho: ya estaba en su idioma, robota, que en checo significa 'trabajo' y, más concretamente, 'trabajo duro' o 'trabajos forzados'. En su obra de teatro R.U.R., unos seres creados por el hombre llamados 'robots' eran obligados a realizar trabajos forzados por una sociedad capitalista. El término tuvo éxito y pronto se extendió a todo el género de la ciencia-ficción. Pero no fue ése el único hallazgo del checoslovaco Karel Capek: escribió una de las novelas más desconocidas y más brillantes del siglo XX, La guerra de las salamandras, una finísima ironía sobre el ascenso del nazismo al poder y el desarrollo de las sociedades capitalistas. En 2007 se cumplieron los setenta años del libro y este año se cumplen los setenta de la muerte de Karel Capek, el visionario.

La guerra de las salamandras es una novela de distopía que está a la altura de obras como 1984, de George Orwell, o La Naranja Mecánica, de Anthony Burgess. Es un libro de culto entre los apasionados de la ciencia-ficción con un relato que apasiona tanto a adolescentes como a adultos. Escrito en 1936 y publicado en 1937, lo que pretendía ser una crítica del mundo de su tiempo ha terminado siendo una crítica del mundo de todos los tiempos, en los que imperan la explotación capitalista, el racismo, el odio por lo desconocido, el tráfico de armas y... los abogados.

La novela, dividida en tres partes, es algunas veces absolutamente desternillante y otras veces de una enorme profundidad. Un capitán de barco perdido en el Pacífico y a la búsqueda de perlas preciosas descubre una extraña especie de salamandras que rápidamente muestran su capacidad para aprender del ser humano. Primero se ponen en pie y luego emiten sonidos que terminarán convirtiéndose en palabras, frases e ideas. Las salamandras de esa isla saben hablar.

El hallazgo supone un impacto mediático mundial. Tras la primera sorpresa, los seres humanos deciden aprovecharse de las capacidades de las salamandras para emplear herramientas, hablar y realizar trabajos para convertirlas prácticamente en esclavos. La vorágine capitalista necesita cada vez más y más de estos nuevos esclavos. Los ejércitos también deciden utilizarlas y les enseñan el manejo de las armas.

Pero entre las salamandras comienza a surgir el descontento por la forma en que son tratadas y empiezan a reclamar espacios propios para expandirse. Deciden hundir las ciudades en el mar y rebelarse contra la Humanidad. Cuando los hombres intentan defenderse, las salamandras acuden a... los abogados. Tienen la puerta abierta para hacerse con el control de la Tierra, pero entre ellas también comienzan a existir desavenencias porque han heredado las virtudes, pero también todos los defectos de los seres humanos, como la codicia o la ambición.

Karel Capek realizaba en su novela, en la que no hay un protagonista en concreto, una ácida crítica del ascenso del nazismo en Alemania y de cómo éste haría que el mundo desembocara en un conflicto internacional. En uno de los capítulo narraba cómo los alemanes querían tener su propia raza de salamandras, las 'salamandras arias', que tendrían todas sus virtudes y ninguno de sus defectos.

Pero también arremetía contra el capitalismo salvaje. Los propios Estados que intentaban combatir a las salamandras eran los que, al mismo tiempo, les vendían las armas. Y los mismos abogados cuyas vidas correrían peligro en caso de que las salamandras vencieran eran quienes las defendían ante los tribunales.

Karel Capek había creado una obra maestra de la ciencia-ficción que, sin embargo, poco a poco fue quedando en el olvido porque ese género pronto fue dominado por el mundo anglosajón, pero el libro ha continuado siendo objeto de debates, de clubs de fans y de discusiones en foros de internet. La obra fue reeditada por la editorial Gigamesh en 2003 y ahora vuelve a despertar el viejo interés por los aficionados.

Novelista, productor teatral y dramaturgo, Karel Capek nació en la República Checa en 1890. Estudió en la Universidad de Praga y abogó por mantener a su país como nación neutral durante la I Guerra Mundial. Fue director de un periódico en Praga y creó el teatro de Vinohradsky. Su primera obra teatral, R.U.R. (Rossom's Universal Robots) no tuvo gran éxito en su momento, pero sirvió para acuñar una de las grandes palabras del siglo XX. Hace unos meses, la obra teatral volvió a representarse en los escenarios de París.

La obra era del año 1921, el mismo en que escribió La fábula del Absoluto. Posteriormente escribiría Krakatit y The Makropoulos Secret, en 1925. Dedicaría el año 1936 a escribir La guerra de las salamandras. Karel Capek moriría el Día de Navidad de 1938, sin llegar a comprobar que su profecía de un mundo en total destrucción había sido totalmente exacta.

Hoy, la República venera a quien sin duda es su escritor de ciencia-ficción más importante del siglo XX y una de las grandes plumas que dio el país.

Muchas veces, las amenazas en la ciencia-ficción contra la Humanidad proceden de mundos exteriores ajenos a la Tierra. Capek, sin embargo, sitúa esa amenaza en una especie que habita en el mismo planeta. En realidad, sus salamandras representan la aparición de movimientos radicales dentro de la propia sociedad, que primero se aprovecha de ellos para explotarlos, luego alienta sus derechos y, finalmente, es dominada por ellos. Eso mismo vio Capek que estaba sucediendo con el nazismo en Alemania y, a partir de su alegoría, alertó sobre el inminente peligro que se cernía sobre Europa. Pero también toca en su novela muchos otros aspectos de la conducta humana que pueden llevarla al borde de la destrucción si son alimentados: la explotación salvaje, la codicia, la forma de no respetar al otro como igual y de considerarlo un ser inferior.

La novela tiene la particularidad, además, de que está escrita con estilos narrativos muy diferentes (hay incluso una carta escrita en chino), sin personajes protagonistas concretos y hasta con un diálogo final del escritor consigo mismo sobre cómo debe terminar la obra. Eran las ocurrencias geniales de un autor hoy prácticamente desconocido que sigue siendo un total visionario en el siglo XXI. Y seguirá...

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