Leopoldo La Rubia, el teórico de las nuevas canciones: “Ahora lo influyente es la plataforma, no el músico o el compositor"
Leopoldo La Rubia, profesor de Filosofía y músico
El profesor titular de Estética y Teoría de las Artes en la UGR reflexiona sobre la música en la era de Spotify en su nuevo libro 'Rock y filosofía. La dimensión social y musical de la disonancia', publicado por Comares
Los grandes conciertos de Granada en 2024
Granada/Leopoldo La Rubia es profesor titular de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Filosofía de Granada. Y un gran aficionado al rock, y hasta en su momento ejecutante. Ahora publica el libro Rock y filosofía. La dimensión social y musical de la disonancia en al editorial Comares. No abundan los textos que analicen la música occidental de mayor repercusión en el siglo XX desde un punto reflexivo y teórico. Tampoco su incardinación en el mundo del arte, y desde ahí sus implicaciones sociológicas y vivenciales. Por eso es tan importante este volumen, por el que circulan centenares de nombres de músicos, compositores, pensadores y disidentes varios relacionados con el rock y la vanguardia más creativa. Si el lector fue quien escribió en una pared (o lo suscribe) “¿Eres normal o aún piensas?”, este libro es obligatorio.
-"Este libro, en gran medida, pretende ser un texto para volver a ser rebelde" explica su editor… Cuente, cuente.
-A pesar de que en la actualidad, como en cualquier otra época, hay propuestas musicales de interés y músicos y compositores talentosos, el panorama musical en cuanto a su repercusión en el público mayoritario no puede ser más pobre. Creo que nunca ha habido una identificación mayor con el sistema como ahora, sin embargo, el arte y desde luego la música, como una de las vertientes de las artes, incluso la música popular, ha llegado a tener una dimensión crítica (y no necesariamente a través siempre de las letras) desaparecida en la actualidad. El arte es uno, si no el único reducto de la disidencia y de la rebeldía; el arte no tiene ni debe estar de acuerdo con el sistema, ni con el capitalismo atroz en el que nos hallamos, ni con los totalitarismos y autocracias que amordazan al artista. En la actualidad la música popular está sorprendentemente encantada con el sistema.
-¿En qué sentido?
-La rebeldía a la que me refiero viene por la vía de los recursos musicológicos alternativos que la música popular ni asume ni utiliza, como sí se hizo, de manera más extendida en otros tiempos. Yo me he concentrado en este libro en la disonancia (y en otros recursos) y marco cierta distancia con que el significado de la música venga dado estrictamente por la vertiente literaria de las canciones. En el denominado “teatro de la crueldad”, Artaud le daba una importancia relativa al texto y ponía el énfasis en otros recursos. Creo que ya está bien de estar utilizando constantemente la consonancia, el melodismo, el edulcoramiento musical y la positividad en un mundo donde todo eso es pura ficción. No hay sintonía entre lo que se nos endilga y la realidad. Esta música popular mansa no refleja ni un ápice de rebeldía.
-Se lo pregunto también porque parece que la música ha dejado de ser en muchos medios de comunicación un valor cultural para ser un mero entretenimiento ocioso, fugaz y banal…
-Bueno, esto es lo que sostiene Adorno… Visto así habría que preguntarle a los músicos si alguna vez fueron rebeldes y si sí lo fueron qué queda de aquello. Hoy día los músicos cuyos temas están en Spotify cobran si se escuchan los primeros treinta segundos del tema, así que están “obligados” a hacer atractiva la canción con todo tipo de hooks en esos primeros compases. Adiós a bellísimas introducciones como Foreplay de Boston, previa al tema Long time. Ahora lo influyente es la plataforma, no el músico o el compositor. Todo muy auténtico. Las cosas giran, en gran medida, en qué idea se tiene del arte y de la música. Si lo que quieres es entretener muchos están triunfando; si lo que pretendías es ser rompedor y generar algún tipo de conciencia, no veo que esté funcionando.
-Vivimos una ‘ceremonia de la confusión’ total: un grupo que se considera alternativo y anarcodisidente como los Planetas tiene entre sus seguidores a reyes y presidentes de gobierno… Por no hablar de Dylan, Black Sabbath, Loquillo, Janis Joplin, Lennon vendiendo coches, cuentas bancarias, seguros etc…
-Como mínimo es paradójico. Quisiera pensar que estos personajes pueden valorar los aspectos musicales (estrictamente artísticos) de todos estos grupos y propuestas que mencionas, pero que al pertenecer a un sistema de fuerzas que los superan tampoco pueden mantener la coherencia que sería deseable. Entiendo que alguien de derechas pueda disfrutar con una propuesta artística de izquierdas (y viceversa) sin querer salirse de su propia piel (su circunstancia); también entiendo que, efectivamente, hay una considerable falta de coherencia.
-Usted reivindica el valor de la escuela de Canterbury. ¿Por qué esa denominación de origen y no otras?
-Se trata de grupos y bandas que pertenecían, aunque no exclusivamente, a esa ciudad británica. Y sí, la reivindico porque aunque algunos de ellos tuvieran un sonido más digestivo, como Caravan o los dos o tres álbumes de Camel aledaños a aquella escena musical, en general, primaba la vertiente experimental, osada y audaz, muy diferente al edulcorado sonido de Liverpool. Bandas como Soft Machine, Gong, Hatfield and the North, National Health, Khan, Uriel (ambas con Steve Hillage), Matching Mole (Robert Wyatt), Quiet Sun (Phil Manzanera), etc., contribuyeron decisivamente y de manera inteligente a un pop/rock que no podía reducirse a un sonido domesticado en perfecta sintonía con lo que la industria discográfica requiere. Su elaborado uso del rock, el jazz, las atmósferas e incluso la disonancia abrieron el camino a una de las propuestas más disruptoras del rock como fue R.I.O. (Rock In Opposition), cuya banda más representativa fue Henry Cow, con quienes, por cierto, colaboró Mike Oldfield. Estas bandas, que utilizaron la disonancia con profusión, representaban un rock en oposición a la industria discográfica y además eran autogestionarios, como mucha gente pretende ser hoy. Nada nuevo, pues, bajo el Sol.
-¿Hay futuro?
-Para los que aman la música sí lo hay. Hubo un tiempo en que pensé que, de alguna manera, el rock y el pop estaban muertos o, como mínimo, en la U.V.I. Ahora veo que no es así. Es verdad que no goza de la salud y vitalidad que a veces proporcionan los medios a través de programas como en el pasado fueron Musical express, Jazz entre amigos, Auanbabulubabalambambú, entre otros, así como tampoco de publicaciones en papel o a través de la radio, sin embargo, sigue habiendo periodistas comprometidos. Existe, por ejemplo, una revista internacional Q1 (máximo nivel en cuanto a investigación) llamada Rock Music Studies donde se publican artículos fantásticos que en otro tiempo hubieran sido impensables. Hay sellos discográficos como Cuneiform Records o Recommended Records (ReR Megacorp) con unos catálogos excelentes y también mucha gente honesta que con el desarrollo de las redes y los home studios está haciendo propuestas muy valiosas. Son otros tiempos y varían los modos de hacer las cosas, pero el arte no va a morir. En el peor de los casos puede estar experimentando un cierto stand by hasta que pasea el tsunami de determinadas propuestas musicales de escaso valor estético y artístico. Vendrán tiempos mejores, sin duda.
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