Mariano José de Larra "se suicidó por España y no por el amor de una mujer"
Jesús Miranda prepara una minuciosa biografía del periodista
Mariano José de Larra, del que el próximo año se cumple su bicentenario, "se suicidó por España y no por el amor de una mujer", sostiene uno de sus descendientes, Jesús Miranda de Larra, que está preparando una completa biografía del escritor y periodista considerado como el máximo exponente del romanticismo. Miranda, cuya madre era tataranieta de Larra, defiende la tesis de que su antepasado, nacido en 1809, fue un hombre "orgulloso" que luchó por cambiar su patria y, "al ver que no podía integrarse en una España sin progreso", se pegó un tiro días antes de cumplir 28 años.
Jesús Miranda (Madrid, 1942) dijo que no obvia el que dicha "insatisfacción" política y cultural se uniera a que su amante, Dolores Armijo, "su rescoldo de esperanza", decidiera abandonarle. Cuando el 13 de febrero de 1837 Dolores salió del domicilio madrileño de Larra, en el número 3 de la calle de Santa Clara, tras pedirle la devolución de sus cartas, al escritor "no le quedó ningún clavo donde agarrarse" y decidió acabar con su vida, explica.
Miranda, un ingeniero agrónomo que ha desempeñado diversos cargos oficiales dentro y fuera de España, guarda documentos y objetos personales del que fue "un generador de ideas" y "un maestro del periodismo moderno".
Entre todos los recuerdos que han llegado hasta él a través de su madre destacan la levita de paño azul con cuello negro y la camisa de hilo de Filipinas -aún con manchas de sangre- que Larra vestía el día que se mató, y que su cuarto nieto donará el próximo año al Ateneo de Madrid, donde el articulista era el socio número 1. "Larra era un dandy, se vestía muy elegante para mostrar distancia con el pueblo", que él consideraba "retrasado" -afirma- y por el que su antepasado luchaba con su pluma a favor de "la educación, el progreso y la libertad". Jesús Miranda quiere recopilar en su libro el máximo de datos del famoso periodista que se escondía de la censura bajo los seudónimos de Fígaro o El pobrecito hablador.
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